/ viernes 11 de mayo de 2018

¡A mi madre, bohemios!

Jamás en la vida encontraréis ternura mejor y más desinteresada que la de vuestra madre

Honoré de Balzac

Si bien es cierto que una de las celebraciones más importantes en nuestra cultura es, sin lugar a dudas, la dedicada a festejar el Día de la Madre, fecha específicamente establecida en el calendario con propósitos sentimentales, emocionales, laborales y, desde luego, comerciales; de cualquier forma, este día la totalidad o la mayoría de las personas habrá de celebrar a la mujer que a cada quien le dio la vida, prodigándole un afecto especial a través de obsequios convertidos en objetos utilitarios para ocuparlos en sus actividades cotidianas.

Más allá de las celebraciones permeadas de regalos y palabras usadas solamente en el día de la madre, se debe reconocer, justamente, desde luego sin generalizar, la indiferencia de muchos en el resto de los días del año; dejando al diez de mayo, solamente como la oportunidad única para acercarse a esa mujer que siempre estará dispuesta a entregar parte de sí misma para ayudar a resolver cualquier problema de sus hijos; luego entonces, en retribución, aunque no sea el indicado, sirva este comentario como un homenaje de reconocimiento en el valioso papel desempeñado por ellas en esa lucha cotidiana, con el claro objetivo de lograr el bienestar de la familia, en independencia a sus circunstancias.

Después de transcurrido un día de la celebración, todavía, en algunos casos, se sigue con el festejo; flores, visitas y “Mañanitas” simbolizaron el amor de los hijos hacia su progenitora, después de eso, todo volverá a la realidad, los deberes y obligaciones de costumbre harán el llamado a su regreso, quedando la celebración como un evento más de la familia; sin embargo, vale pena hacer una reflexión sobre esos breves espacios dedicados a esa persona que, en contrasentido, nos ha dedicado toda su vida, de tal manera que en retribución hagamos lo imposible para procurar mantenernos cerca el mayor tiempo posible, porque ciertamente bien se lo merecen.

Cuando el cariño profesado a la madre rebasa lo material, poco queda para buscar un regalo que recompense los cuidados que recibimos en todas las etapas de nuestro desarrollo, en especial cuando se era niño, su protección siempre desmedida se manifestaba en cuanto había de enfrentarse a quien fuera con tal de que al hijo no lo maltrataran; de igual forma, cuando por alguna enfermedad habría que desvelarse para darle los medicamentos y cuidarle el sueño; de igual manera, cuando por mal comportamiento se requería la presencia de los padres, era la mamá quien atendía esa demanda, ocultándole al papá esa conducta para que no hubiera regaños ni golpes. Esa protección, noches de desvelo, son prácticas permanentes, y que evidencian el cariño de una madre para sus hijos; sin importarle quebrantar su salud por este tipo de razones.

Esta es la parte sentimental de la celebración, donde se acrecienta el vínculo, no solo de sangre, que se establece entre la madre y los hijos, sino de ese amor filial característico de las mujeres; sin importar si el hijo tiene algún defecto en su anatomía física, o en aquellas cualidades que tienen los ajenos, lo importante es cómo la mirada maternal borra cualquier defecto, convirtiéndonos en las personas perfectas, aunque en la realidad seamos el punto opuesto a esa perspectiva, llena de objetividad según el amor que nos dispensan.

Desde la perspectiva emocional, la celebración del Día de la Madre se circunscribe esencialmente al estímulo sentido, es decir, cuando el acontecimiento, real o rememorado mentalmente, desencadena una emoción y las respuestas automáticas correspondientes; en este contexto, así lo entiendo, festejar solo es un acto reflejo de aquello experimentado en otros momentos, o tal vez la imitación de aquellos que, conscientemente, cumplen con el requisito para las festejadas, provistos de ese amor que les asocia.

Desafortunadamente, lejos de los sentimientos y las emociones, se presenta un factor inevitable, el comercial, pues además de lo sentimental, lo emocional, se aprovecha la oportunidad para incrementar los precios en regalos, ni qué decir de los restaurantes con sus menús especiales, a sabiendas que en esos momentos no habrá reclamos por tal motivo, pues a los celebrantes poco les importaran los precios, al final es solo una vez al año. Lo importante es desprenderse de lo que fuera necesario con tal de agradar a esa mujer que nos ha dado todo de manera desinteresada, circunstancia hábilmente aprovechada. Esto es lo que propicia seamos sutilmente obligados a comprar lo que en sus vitrinas nos anuncian, esta parte también nos condiciona, pues la emoción de ese gasto sirve en la pretensión de hacernos parecer seres sentimentales, es decir, con el obsequio o el banquete se pretende sustituir lo que no se da en los más de trescientos días que componen todo el año.

Es necesario aclarar, como lo he hecho siempre en este tipo de eventos, no estoy en contra de los obsequios ni del valor de uso que eso representa, por el contrario, la oposición es en cuanto a que las celebraciones solo sirven de pretexto para olvidarse de los compromisos y obligaciones que se tienen, pues ni se involucra ni se participa, solo se busca la forma de desatenderlos, y qué mejor momento que aprovechar lo socialmente establecido en el calendario.

Ahora bien, en independencia de los intereses particulares, del presupuesto designado para festejar a las mamás, de los lugares de recreación y esparcimiento para llevarlas al paseo, no debemos olvidar aspectos más importantes que nada tienen que ver con lo material, y es lo relativo a la nobleza del sentimiento y de las emociones bien encauzadas, pues no hay regalo, comida o flores que sustituyan todos los sacrificios hechos para y por nosotros, sin pensar siquiera si existen razones para ello; ese, en consecuencia, es el amor sin interés, el que no espera recompensas ni regalos, sino la gratitud y el reconocimiento por todo lo realizado.

Por todo eso, no puedo sustraerme a fecha tan especial; me uno al recuerdo junto con aquellas personas que han sufrido la pérdida material de ese ser tan especialmente querido y valorado; comparto con aquellos que tienen las posibilidades de obsequiar a la mamá cualquier tipo de regalo sin considerar el costo del mismo, pero lo más valioso, quizá, sería obsequiarles la gratitud perenne por su cariño; por eso también, aprovechando la oportunidad y simbolizando a todas las mamás, desde este espacio le mando a mi madre, Josefina Torres Huerta, un abrazo y un beso por todas y cada una de las prodigalidades dedicadas para todos sus hijos, por lo tanto, aprovechando la ocasión, alzaré mi copa y brindaré por mi madre, bohemios.

Jamás en la vida encontraréis ternura mejor y más desinteresada que la de vuestra madre

Honoré de Balzac

Si bien es cierto que una de las celebraciones más importantes en nuestra cultura es, sin lugar a dudas, la dedicada a festejar el Día de la Madre, fecha específicamente establecida en el calendario con propósitos sentimentales, emocionales, laborales y, desde luego, comerciales; de cualquier forma, este día la totalidad o la mayoría de las personas habrá de celebrar a la mujer que a cada quien le dio la vida, prodigándole un afecto especial a través de obsequios convertidos en objetos utilitarios para ocuparlos en sus actividades cotidianas.

Más allá de las celebraciones permeadas de regalos y palabras usadas solamente en el día de la madre, se debe reconocer, justamente, desde luego sin generalizar, la indiferencia de muchos en el resto de los días del año; dejando al diez de mayo, solamente como la oportunidad única para acercarse a esa mujer que siempre estará dispuesta a entregar parte de sí misma para ayudar a resolver cualquier problema de sus hijos; luego entonces, en retribución, aunque no sea el indicado, sirva este comentario como un homenaje de reconocimiento en el valioso papel desempeñado por ellas en esa lucha cotidiana, con el claro objetivo de lograr el bienestar de la familia, en independencia a sus circunstancias.

Después de transcurrido un día de la celebración, todavía, en algunos casos, se sigue con el festejo; flores, visitas y “Mañanitas” simbolizaron el amor de los hijos hacia su progenitora, después de eso, todo volverá a la realidad, los deberes y obligaciones de costumbre harán el llamado a su regreso, quedando la celebración como un evento más de la familia; sin embargo, vale pena hacer una reflexión sobre esos breves espacios dedicados a esa persona que, en contrasentido, nos ha dedicado toda su vida, de tal manera que en retribución hagamos lo imposible para procurar mantenernos cerca el mayor tiempo posible, porque ciertamente bien se lo merecen.

Cuando el cariño profesado a la madre rebasa lo material, poco queda para buscar un regalo que recompense los cuidados que recibimos en todas las etapas de nuestro desarrollo, en especial cuando se era niño, su protección siempre desmedida se manifestaba en cuanto había de enfrentarse a quien fuera con tal de que al hijo no lo maltrataran; de igual forma, cuando por alguna enfermedad habría que desvelarse para darle los medicamentos y cuidarle el sueño; de igual manera, cuando por mal comportamiento se requería la presencia de los padres, era la mamá quien atendía esa demanda, ocultándole al papá esa conducta para que no hubiera regaños ni golpes. Esa protección, noches de desvelo, son prácticas permanentes, y que evidencian el cariño de una madre para sus hijos; sin importarle quebrantar su salud por este tipo de razones.

Esta es la parte sentimental de la celebración, donde se acrecienta el vínculo, no solo de sangre, que se establece entre la madre y los hijos, sino de ese amor filial característico de las mujeres; sin importar si el hijo tiene algún defecto en su anatomía física, o en aquellas cualidades que tienen los ajenos, lo importante es cómo la mirada maternal borra cualquier defecto, convirtiéndonos en las personas perfectas, aunque en la realidad seamos el punto opuesto a esa perspectiva, llena de objetividad según el amor que nos dispensan.

Desde la perspectiva emocional, la celebración del Día de la Madre se circunscribe esencialmente al estímulo sentido, es decir, cuando el acontecimiento, real o rememorado mentalmente, desencadena una emoción y las respuestas automáticas correspondientes; en este contexto, así lo entiendo, festejar solo es un acto reflejo de aquello experimentado en otros momentos, o tal vez la imitación de aquellos que, conscientemente, cumplen con el requisito para las festejadas, provistos de ese amor que les asocia.

Desafortunadamente, lejos de los sentimientos y las emociones, se presenta un factor inevitable, el comercial, pues además de lo sentimental, lo emocional, se aprovecha la oportunidad para incrementar los precios en regalos, ni qué decir de los restaurantes con sus menús especiales, a sabiendas que en esos momentos no habrá reclamos por tal motivo, pues a los celebrantes poco les importaran los precios, al final es solo una vez al año. Lo importante es desprenderse de lo que fuera necesario con tal de agradar a esa mujer que nos ha dado todo de manera desinteresada, circunstancia hábilmente aprovechada. Esto es lo que propicia seamos sutilmente obligados a comprar lo que en sus vitrinas nos anuncian, esta parte también nos condiciona, pues la emoción de ese gasto sirve en la pretensión de hacernos parecer seres sentimentales, es decir, con el obsequio o el banquete se pretende sustituir lo que no se da en los más de trescientos días que componen todo el año.

Es necesario aclarar, como lo he hecho siempre en este tipo de eventos, no estoy en contra de los obsequios ni del valor de uso que eso representa, por el contrario, la oposición es en cuanto a que las celebraciones solo sirven de pretexto para olvidarse de los compromisos y obligaciones que se tienen, pues ni se involucra ni se participa, solo se busca la forma de desatenderlos, y qué mejor momento que aprovechar lo socialmente establecido en el calendario.

Ahora bien, en independencia de los intereses particulares, del presupuesto designado para festejar a las mamás, de los lugares de recreación y esparcimiento para llevarlas al paseo, no debemos olvidar aspectos más importantes que nada tienen que ver con lo material, y es lo relativo a la nobleza del sentimiento y de las emociones bien encauzadas, pues no hay regalo, comida o flores que sustituyan todos los sacrificios hechos para y por nosotros, sin pensar siquiera si existen razones para ello; ese, en consecuencia, es el amor sin interés, el que no espera recompensas ni regalos, sino la gratitud y el reconocimiento por todo lo realizado.

Por todo eso, no puedo sustraerme a fecha tan especial; me uno al recuerdo junto con aquellas personas que han sufrido la pérdida material de ese ser tan especialmente querido y valorado; comparto con aquellos que tienen las posibilidades de obsequiar a la mamá cualquier tipo de regalo sin considerar el costo del mismo, pero lo más valioso, quizá, sería obsequiarles la gratitud perenne por su cariño; por eso también, aprovechando la oportunidad y simbolizando a todas las mamás, desde este espacio le mando a mi madre, Josefina Torres Huerta, un abrazo y un beso por todas y cada una de las prodigalidades dedicadas para todos sus hijos, por lo tanto, aprovechando la ocasión, alzaré mi copa y brindaré por mi madre, bohemios.