/ martes 27 de marzo de 2018

Adiós al falso discurso

  • Este es al saldo para Tlaxcala: seis robos de vehículos al día, secuestros (no ventilados oficialmente), constantes linchamientos, decenas de atracos a casa habitación y un imparable hurto de autopartes. ¿Son hechos aislados?

El decomiso de un gran cargamento de mariguana en Villa Alta representa el mejor momento para poner fin al falso discurso oficial de que Tlaxcala es la entidad más segura del país.

Ese cuento que desde los tiempos de Beatriz Paredes Rangel nos vendieron francamente es más falso que un billete de dos mil pesos.

En 1993 José Antonio Álvarez Lima, hoy candidato a senador de la República por Movimiento Regeneración Nacional, presumía que Tlaxcala estaba libre de delincuencia, solo que su secretario de Gobierno, Federico Barbosa Gutiérez, -el segundo de a bordo de la administración estatal- lo desmentía cuando afirmaba que narcotraficantes habían hecho una oferta para comprar La Trinidad.

Ese mismo año, Emilio Gamboa Patrón, a la sazón secretario de Comunicaciones y Transportes, declaró en Cacaxtla –a pregunta de un reportero- que la dependencia a su cargo no había detectado pistas de aterrizaje clandestinas lo que era un secreto a voces en la entidad.

-“Si son clandestinas no sé si existan” –dijo burlón Gamboa.

Solo que el hoy senador de la República, que lleva casi 20 años de legislador del Partido Revolucionario Institicional, desconocía –o no quiso aceptar- que la Procuraduría General de la República había decomisado cuatro avionetas que habían aterrizado en pistas clandestinas que habían sido construidas en la región de Atlangatepec.

Los campesinos hablaban de que en la noche “bajaban” avionetas cargadas de droga que tenían como destino Veracruz, pues por tierra era menos complicado el transporte.

Lo que parecía un escándalo era una realidad. Desde 1990 ya operaba en Tlaxcala el Cártel del Golfo liderado en ese momento por Juan García Abrego.

Con la alternancia en el poder en 1998 nada cambió. El perredista Alfonso Sánchez Anaya mantuvo el mismo falso discurso de que Tlaxcala era de las entidades más seguras del país, lo que se antojaba difícil de creer ya que había secuestros al por mayor.

Sánchez Anaya nombró en la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) a dos personajes de dudosa reputación: a Eduardo Osorno Lara como director de la desaparecida Policía Judicial y a Edgar Bayardo del Villar (+) como Subprocurador, ambos ligados a bandas de narcotraficantes.

Años después, el panista Héctor Ortiz Ortiz y el priista Mariano González Zarur siguieron con la misma perorata.

Pero qué necedad o qué “loco afán” de seguir presumiendo, como hasta ahora, que aquí no pasa nada.

El gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez tiene, ante sí, la gran oportunidad de cambiar la historia; romper con esa falsa idea oficial y aceptar, de una vez por todas, que Tlaxcala está infectada de la delincuencia común y organizada.

En lugar de “maquillar cifras” es necesario aceptar que tenemos un grave problema, que contamos con una policía estatal y municipal mediocre, que el titular de la Coordinación Estatal de Seguridad, Hervé Hurtado Ruiz, ya no sirve para esto, que mejor debería dedicarse a cuidar a los nietos y que, como tal, necesitamos del apoyo de la Federación porque es evidente que el hampa ha rebasado a la autoridad local.

En un estado de justicia, Aarón Pérez Carro ya no estaría en la PGJE. El caso de la niñera golpeadora lo dejó muy mal parado. No es posible que no haya un solo sancionado por un “supuesto suicidio” en el que colaboraron todos: redes sociales y autoridades penitenciarias que, aun sabiendo de la situación psicológica de la mujer, la dejaron sola y con elementos que le sirvieron para quitarse la vida.

Este es el saldo para Tlaxcala: seis robos de vehículos al día, secuestros (no ventilados oficialmente), constantes linchamientos, decenas de atracos a casa habitación y un imparable hurto de autopartes. ¿Son hechos aislados?


**************

EPÍLOGO…

NUEVOS ANALISTAS… Los conflictos municipales se han convertido en una bomba de tiempo en Tlaxcala, pero nadie los atiende. Al gobierno estatal no le importan y a los diputados menos, bueno, ellos están más interesados en la reelección y en dar noticias en Radio Universidad donde ya son locutores el priista Enrique Padilla y el expanista Héctor Ortiz. ¿Por qué sí no les gusta su chamba se hacen a un lado y dejan que otros sí lo hagan?

¡Hasta el próximo martes!




  • Este es al saldo para Tlaxcala: seis robos de vehículos al día, secuestros (no ventilados oficialmente), constantes linchamientos, decenas de atracos a casa habitación y un imparable hurto de autopartes. ¿Son hechos aislados?

El decomiso de un gran cargamento de mariguana en Villa Alta representa el mejor momento para poner fin al falso discurso oficial de que Tlaxcala es la entidad más segura del país.

Ese cuento que desde los tiempos de Beatriz Paredes Rangel nos vendieron francamente es más falso que un billete de dos mil pesos.

En 1993 José Antonio Álvarez Lima, hoy candidato a senador de la República por Movimiento Regeneración Nacional, presumía que Tlaxcala estaba libre de delincuencia, solo que su secretario de Gobierno, Federico Barbosa Gutiérez, -el segundo de a bordo de la administración estatal- lo desmentía cuando afirmaba que narcotraficantes habían hecho una oferta para comprar La Trinidad.

Ese mismo año, Emilio Gamboa Patrón, a la sazón secretario de Comunicaciones y Transportes, declaró en Cacaxtla –a pregunta de un reportero- que la dependencia a su cargo no había detectado pistas de aterrizaje clandestinas lo que era un secreto a voces en la entidad.

-“Si son clandestinas no sé si existan” –dijo burlón Gamboa.

Solo que el hoy senador de la República, que lleva casi 20 años de legislador del Partido Revolucionario Institicional, desconocía –o no quiso aceptar- que la Procuraduría General de la República había decomisado cuatro avionetas que habían aterrizado en pistas clandestinas que habían sido construidas en la región de Atlangatepec.

Los campesinos hablaban de que en la noche “bajaban” avionetas cargadas de droga que tenían como destino Veracruz, pues por tierra era menos complicado el transporte.

Lo que parecía un escándalo era una realidad. Desde 1990 ya operaba en Tlaxcala el Cártel del Golfo liderado en ese momento por Juan García Abrego.

Con la alternancia en el poder en 1998 nada cambió. El perredista Alfonso Sánchez Anaya mantuvo el mismo falso discurso de que Tlaxcala era de las entidades más seguras del país, lo que se antojaba difícil de creer ya que había secuestros al por mayor.

Sánchez Anaya nombró en la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) a dos personajes de dudosa reputación: a Eduardo Osorno Lara como director de la desaparecida Policía Judicial y a Edgar Bayardo del Villar (+) como Subprocurador, ambos ligados a bandas de narcotraficantes.

Años después, el panista Héctor Ortiz Ortiz y el priista Mariano González Zarur siguieron con la misma perorata.

Pero qué necedad o qué “loco afán” de seguir presumiendo, como hasta ahora, que aquí no pasa nada.

El gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez tiene, ante sí, la gran oportunidad de cambiar la historia; romper con esa falsa idea oficial y aceptar, de una vez por todas, que Tlaxcala está infectada de la delincuencia común y organizada.

En lugar de “maquillar cifras” es necesario aceptar que tenemos un grave problema, que contamos con una policía estatal y municipal mediocre, que el titular de la Coordinación Estatal de Seguridad, Hervé Hurtado Ruiz, ya no sirve para esto, que mejor debería dedicarse a cuidar a los nietos y que, como tal, necesitamos del apoyo de la Federación porque es evidente que el hampa ha rebasado a la autoridad local.

En un estado de justicia, Aarón Pérez Carro ya no estaría en la PGJE. El caso de la niñera golpeadora lo dejó muy mal parado. No es posible que no haya un solo sancionado por un “supuesto suicidio” en el que colaboraron todos: redes sociales y autoridades penitenciarias que, aun sabiendo de la situación psicológica de la mujer, la dejaron sola y con elementos que le sirvieron para quitarse la vida.

Este es el saldo para Tlaxcala: seis robos de vehículos al día, secuestros (no ventilados oficialmente), constantes linchamientos, decenas de atracos a casa habitación y un imparable hurto de autopartes. ¿Son hechos aislados?


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EPÍLOGO…

NUEVOS ANALISTAS… Los conflictos municipales se han convertido en una bomba de tiempo en Tlaxcala, pero nadie los atiende. Al gobierno estatal no le importan y a los diputados menos, bueno, ellos están más interesados en la reelección y en dar noticias en Radio Universidad donde ya son locutores el priista Enrique Padilla y el expanista Héctor Ortiz. ¿Por qué sí no les gusta su chamba se hacen a un lado y dejan que otros sí lo hagan?

¡Hasta el próximo martes!