/ miércoles 21 de marzo de 2018

Alcances y limitaciones del comercio exterior mexicano

México se encuentra en una encrucijada voluntaria, debido a los errores e inconsistencias en la política, o la ausencia de ella, en materia de comercio exterior en los últimos 25 años.

Nos referimos en particular al diseño de actividades que, en este campo, han determinado llegar a la situación actual; hace 15 años en este mismo medio informativo habíamos señalado la necesidad urgente de diversificar el comercio exterior, en español, “de no poner todos los huevos en la misma canasta”.

Esta sola decisión, tomada en forma adecuada en su momento, nos hubiera evitado tantas sorpresas desagradables a la hora de renegociar el Tratado de Libre Comercio, sobre todo con un personaje tan arisco como lo es el presidente norteamericano.

Otro de los errores de no definir una política en materia de comercio exterior es el tema de la competitividad; de manera lamentable, de los 130 países evaluados en esta materia México está colocado en los últimos 10 lugares, este descuido nos coloca en total desventaja frente a nuestros competidores y nos arroja a ser un país bisagra, con escasa utilidad en el armado comercial resultante de los tratados.

Como lo aclara el maestro Arnulfo R. Gómez, en buen español, la palabra bisagra utilizada por el Secretario de Comercio quiere decir país maquilador con funciones básicas de ensamble, que eso es en lo que han convertido a nuestro país y que quieren ratificar y continuar con el TPP.

El problema en sí no es que seamos maquiladores, sobre todo porque así fue el inicio de “nuestro proceso de industrialización” hace más de 40 años, el problema reside en que no aprovechamos nuestras ventajas comparativas y no desarrollamos ventajas competitivas ni siquiera en relación con el TLCAN, para integrarnos comercialmente con Canadá y EE. UU., y mucho menos productivamente.

Por eso, nuestro papel como maquiladores se ha acentuado y caracterizado por muy reducido y decreciente valor agregado en un proceso de producción compartida que, por ejemplo, fue verdaderamente exitoso en Asia.

En Asia se presentaba la misma situación que en México en relación con el TLCAN, en donde había dotación de factores complementarios y en donde Japón era principal abastecedor de componentes y de inversión para los Nuevos Países Industrializados (NIC’s) que, inicialmente, con abundancia de mano de obra se convirtieron en grandes productores y exportadores de productos manufacturados con componentes y capital japonés.

Pero desarrollaron una estrategia para capacitar intensivamente a la mano de obra, por lo que, posteriormente, pudieron ir incorporando crecientemente tecnología de origen nacional y, consecuentemente, mayor valor y genera riqueza.

Resulta sorprendente que, a pesar de los resultados muy negativos de la relación de México con Vietnam, se haya insistido en firmar un acuerdo comercial con ese país y con los otros miembros asiáticos del TPP, señalando que México jugará el papel de país bisagra, quiere decir que seguiremos siendo un país maquilador que importará crecientemente de esos países para reexportar a EE. UU., con muy reducido valor agregado debido a la debilidad de la estructura de nuestra planta productiva y la muy reducida competitividad de nuestra economía en general.

También es sorprendente que Vietnam, un país totalmente arrasado por una guerra, se haya recuperado de una manera tal que sus exportaciones a México muestren una mayor diversificación y que tengamos un déficit creciente que, en el periodo 1993/2017, alcanzó la cifra de -19,556 millones US.

Los principales productos que importamos de Vietnam incluyen procesadores, teléfonos celulares, manufacturas de hierro, partes para vatihorímetros, calzado, computadoras, dispositivos de cristal líquido, circuitos modulares módems, impresoras láser productos electrónicos en general, confecciones, etc., es decir, productos de alto valor agregado que tradicionalmente exportábamos e, inclusive, parece increíble, café del que también éramos gran exportador.

Las principales exportaciones mexicanas hacia ese país son nueces, camarones, cueros de bovino, frutos de cáscara, cueros de equino, algodón peinado, harina de crustáceos, teléfonos celulares, cajas de velocidades y totoaba (en peligro de extinción).

Mucho debemos hacer, al margen del resultado de la terminación de la negociación del TLC, el problema es que debe generarse un cambio de timón radical en los criterios y las políticas.

Debemos diseñar e implantar ahora, una política en materia de comercio exterior, que mejores nuestro nivel de competitividad y se desarrollen y generen ventajas competitivas por cualquier vía, que mejoremos las condiciones de pago a nuestros trabajadores y diversifiquemos la orientación de nuestro mercado externo, estas cuatro simples medidas cambiarían nuestra condición y se perfilaría a nuestro país por una ruta más segura, más confiable y, sobre todo, más redituable.

México se encuentra en una encrucijada voluntaria, debido a los errores e inconsistencias en la política, o la ausencia de ella, en materia de comercio exterior en los últimos 25 años.

Nos referimos en particular al diseño de actividades que, en este campo, han determinado llegar a la situación actual; hace 15 años en este mismo medio informativo habíamos señalado la necesidad urgente de diversificar el comercio exterior, en español, “de no poner todos los huevos en la misma canasta”.

Esta sola decisión, tomada en forma adecuada en su momento, nos hubiera evitado tantas sorpresas desagradables a la hora de renegociar el Tratado de Libre Comercio, sobre todo con un personaje tan arisco como lo es el presidente norteamericano.

Otro de los errores de no definir una política en materia de comercio exterior es el tema de la competitividad; de manera lamentable, de los 130 países evaluados en esta materia México está colocado en los últimos 10 lugares, este descuido nos coloca en total desventaja frente a nuestros competidores y nos arroja a ser un país bisagra, con escasa utilidad en el armado comercial resultante de los tratados.

Como lo aclara el maestro Arnulfo R. Gómez, en buen español, la palabra bisagra utilizada por el Secretario de Comercio quiere decir país maquilador con funciones básicas de ensamble, que eso es en lo que han convertido a nuestro país y que quieren ratificar y continuar con el TPP.

El problema en sí no es que seamos maquiladores, sobre todo porque así fue el inicio de “nuestro proceso de industrialización” hace más de 40 años, el problema reside en que no aprovechamos nuestras ventajas comparativas y no desarrollamos ventajas competitivas ni siquiera en relación con el TLCAN, para integrarnos comercialmente con Canadá y EE. UU., y mucho menos productivamente.

Por eso, nuestro papel como maquiladores se ha acentuado y caracterizado por muy reducido y decreciente valor agregado en un proceso de producción compartida que, por ejemplo, fue verdaderamente exitoso en Asia.

En Asia se presentaba la misma situación que en México en relación con el TLCAN, en donde había dotación de factores complementarios y en donde Japón era principal abastecedor de componentes y de inversión para los Nuevos Países Industrializados (NIC’s) que, inicialmente, con abundancia de mano de obra se convirtieron en grandes productores y exportadores de productos manufacturados con componentes y capital japonés.

Pero desarrollaron una estrategia para capacitar intensivamente a la mano de obra, por lo que, posteriormente, pudieron ir incorporando crecientemente tecnología de origen nacional y, consecuentemente, mayor valor y genera riqueza.

Resulta sorprendente que, a pesar de los resultados muy negativos de la relación de México con Vietnam, se haya insistido en firmar un acuerdo comercial con ese país y con los otros miembros asiáticos del TPP, señalando que México jugará el papel de país bisagra, quiere decir que seguiremos siendo un país maquilador que importará crecientemente de esos países para reexportar a EE. UU., con muy reducido valor agregado debido a la debilidad de la estructura de nuestra planta productiva y la muy reducida competitividad de nuestra economía en general.

También es sorprendente que Vietnam, un país totalmente arrasado por una guerra, se haya recuperado de una manera tal que sus exportaciones a México muestren una mayor diversificación y que tengamos un déficit creciente que, en el periodo 1993/2017, alcanzó la cifra de -19,556 millones US.

Los principales productos que importamos de Vietnam incluyen procesadores, teléfonos celulares, manufacturas de hierro, partes para vatihorímetros, calzado, computadoras, dispositivos de cristal líquido, circuitos modulares módems, impresoras láser productos electrónicos en general, confecciones, etc., es decir, productos de alto valor agregado que tradicionalmente exportábamos e, inclusive, parece increíble, café del que también éramos gran exportador.

Las principales exportaciones mexicanas hacia ese país son nueces, camarones, cueros de bovino, frutos de cáscara, cueros de equino, algodón peinado, harina de crustáceos, teléfonos celulares, cajas de velocidades y totoaba (en peligro de extinción).

Mucho debemos hacer, al margen del resultado de la terminación de la negociación del TLC, el problema es que debe generarse un cambio de timón radical en los criterios y las políticas.

Debemos diseñar e implantar ahora, una política en materia de comercio exterior, que mejores nuestro nivel de competitividad y se desarrollen y generen ventajas competitivas por cualquier vía, que mejoremos las condiciones de pago a nuestros trabajadores y diversifiquemos la orientación de nuestro mercado externo, estas cuatro simples medidas cambiarían nuestra condición y se perfilaría a nuestro país por una ruta más segura, más confiable y, sobre todo, más redituable.