/ martes 3 de diciembre de 2019

AMLO, sumiso

La relación entre los presidentes mexicano y estadounidense está marcada por la sumisión de nuestro titular del Ejecutivo. Mientras el estadounidense lanza embates y amenazas para desacreditarnos, el mexicano extiende su política de "abrazos", de silencios y omisiones con quien intenta imponer condiciones e influir de manera directa en la política interna, porque, según explica López Obrador, no quiere confrontar. Más bien le apuesta a la justificación del "no es momento de hablarlo" y pretende establecer una elocuente -desde su punto de vista- comunicación directa, mientras nuestro vecino del norte está al acecho de las oportunidades que eleven su popularidad y le permitan transmitir a sus electores que cumple su palabra. En resumen, ante la agresión del segundo, está la sumisión del primero; ante las acciones y declaraciones del segundo, está la falta de respuesta del primero; ante el señalamiento del "narcoterrorismo mexicano", está el deseo de una "feliz celebración de acción de gracias". Mientras México calla, Estados Unidos habla.

No se debe dejar de lado que el presidente Donald Trump está en campaña para buscar la reelección. De ahí su necesidad por mantener protagonismo. Es un boquiflojo que gusta no solo de amedrentar a sus adversarios políticos, sino también a mandatarios extranjeros. Baste recordar lo que le aportó en votos la estrategia político electoral de su primera campaña presidencial, que por obvias razones repetirá en esta: manifestar, en todo foro, la conveniencia de construir un muro para contener migrantes y, en particular, señalar a los mexicanos como causantes de muchos de sus problemas de inseguridad y drogadicción.

Hace apenas unos meses, cuando los flujos migratorios (en su mayoría de centroamericanos y africanos) rebasaron la actuación de nuestro gobierno -que ha sido incapaz de detener los problemas internos que crecen de manera alarmante ante la falta de estrategia-, sobrevino la amenaza del presidente Trump con aranceles a nuestros productos. Y, ni hablar, a "negociar" para evitar la catástrofe económica. La condición fue detener migrantes para que se quedaran en territorio nacional en tanto se resolvía su situación migratoria al solicitar acceso a Estados Unidos. Y sin pensarlo mucho, la Guardia Nacional se convirtió en el primer muro con seis mil elementos que persiguen, detienen y vigilan migrantes.

A raíz de los recientes hechos de violencia en México, entre los que destacan los de Culiacán, Sinaloa, con la detención y posterior liberación de Ovidio Guzmán, y los de Bavispe, Sonora, en donde mujeres y niños mexicano-norteamericanos de la comunidad de Lebarón, Chihuahua, fueron brutalmente asesinados, el habitante de la Casa Blanca reacciona y busca declarar terroristas a los cárteles de la droga en México con las consecuencias que esto puede traer a nuestro país. Ante ello, el presidente mexicano calla, bajo la justificación de que es el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos.

Si bien puede decirse que el terrorismo es un fenómeno social complejo, con causas, naturaleza, metas e identidad que varían según las épocas o sociedades en las que se presente, es un concepto no definido formalmente en el ámbito internacional, pero que sí tiene tres elementos concurrentes: un acto/amenaza de violencia, una reacción psicológica (o psicosociológica) y unos efectos sociales. Es decir, se trata de una amenaza o uso de la violencia contra civiles para lograr objetivos políticos y forzar a que un gobierno u organización haga algo o deje de hacerlo.

El asunto no es menor, todo lo contrario, es muy delicado, porque más allá de que algunos opinen que se compromete la soberanía nacional, en el fondo lo que se evidencia es un gobierno incapaz de enfrentar a los cárteles de las drogas. Estados Unidos no ha firmado tratado internacional alguno y, por lo mismo, la definición de terrorismo internacional no es la que aplican los norteamericanos. Ellos tienen otras formas para calificar los hechos.

A un año del gobierno del presidente López Obrador, lamentablemente vemos un mandatario despilfarrando recursos públicos, sin planes ni programas concretos que disminuyan la inseguridad que den garantías de estar mejor a las mexicanas y los mexicanos. Su "otra" estrategia tampoco ha dado resultados: no hay crecimiento económico ni hay generación de empleos. En concreto, no hay ese "bienestar" que tanto presume; no hay respuestas ante demandas e inquietudes de múltiples sectores. Lo que sí hay es la constante repetición de su discurso de campaña electoral que confronta a la sociedad. Y por la actitud de López Obrador, 2020 pinta para estar peor.

La relación entre los presidentes mexicano y estadounidense está marcada por la sumisión de nuestro titular del Ejecutivo. Mientras el estadounidense lanza embates y amenazas para desacreditarnos, el mexicano extiende su política de "abrazos", de silencios y omisiones con quien intenta imponer condiciones e influir de manera directa en la política interna, porque, según explica López Obrador, no quiere confrontar. Más bien le apuesta a la justificación del "no es momento de hablarlo" y pretende establecer una elocuente -desde su punto de vista- comunicación directa, mientras nuestro vecino del norte está al acecho de las oportunidades que eleven su popularidad y le permitan transmitir a sus electores que cumple su palabra. En resumen, ante la agresión del segundo, está la sumisión del primero; ante las acciones y declaraciones del segundo, está la falta de respuesta del primero; ante el señalamiento del "narcoterrorismo mexicano", está el deseo de una "feliz celebración de acción de gracias". Mientras México calla, Estados Unidos habla.

No se debe dejar de lado que el presidente Donald Trump está en campaña para buscar la reelección. De ahí su necesidad por mantener protagonismo. Es un boquiflojo que gusta no solo de amedrentar a sus adversarios políticos, sino también a mandatarios extranjeros. Baste recordar lo que le aportó en votos la estrategia político electoral de su primera campaña presidencial, que por obvias razones repetirá en esta: manifestar, en todo foro, la conveniencia de construir un muro para contener migrantes y, en particular, señalar a los mexicanos como causantes de muchos de sus problemas de inseguridad y drogadicción.

Hace apenas unos meses, cuando los flujos migratorios (en su mayoría de centroamericanos y africanos) rebasaron la actuación de nuestro gobierno -que ha sido incapaz de detener los problemas internos que crecen de manera alarmante ante la falta de estrategia-, sobrevino la amenaza del presidente Trump con aranceles a nuestros productos. Y, ni hablar, a "negociar" para evitar la catástrofe económica. La condición fue detener migrantes para que se quedaran en territorio nacional en tanto se resolvía su situación migratoria al solicitar acceso a Estados Unidos. Y sin pensarlo mucho, la Guardia Nacional se convirtió en el primer muro con seis mil elementos que persiguen, detienen y vigilan migrantes.

A raíz de los recientes hechos de violencia en México, entre los que destacan los de Culiacán, Sinaloa, con la detención y posterior liberación de Ovidio Guzmán, y los de Bavispe, Sonora, en donde mujeres y niños mexicano-norteamericanos de la comunidad de Lebarón, Chihuahua, fueron brutalmente asesinados, el habitante de la Casa Blanca reacciona y busca declarar terroristas a los cárteles de la droga en México con las consecuencias que esto puede traer a nuestro país. Ante ello, el presidente mexicano calla, bajo la justificación de que es el Día de Acción de Gracias en Estados Unidos.

Si bien puede decirse que el terrorismo es un fenómeno social complejo, con causas, naturaleza, metas e identidad que varían según las épocas o sociedades en las que se presente, es un concepto no definido formalmente en el ámbito internacional, pero que sí tiene tres elementos concurrentes: un acto/amenaza de violencia, una reacción psicológica (o psicosociológica) y unos efectos sociales. Es decir, se trata de una amenaza o uso de la violencia contra civiles para lograr objetivos políticos y forzar a que un gobierno u organización haga algo o deje de hacerlo.

El asunto no es menor, todo lo contrario, es muy delicado, porque más allá de que algunos opinen que se compromete la soberanía nacional, en el fondo lo que se evidencia es un gobierno incapaz de enfrentar a los cárteles de las drogas. Estados Unidos no ha firmado tratado internacional alguno y, por lo mismo, la definición de terrorismo internacional no es la que aplican los norteamericanos. Ellos tienen otras formas para calificar los hechos.

A un año del gobierno del presidente López Obrador, lamentablemente vemos un mandatario despilfarrando recursos públicos, sin planes ni programas concretos que disminuyan la inseguridad que den garantías de estar mejor a las mexicanas y los mexicanos. Su "otra" estrategia tampoco ha dado resultados: no hay crecimiento económico ni hay generación de empleos. En concreto, no hay ese "bienestar" que tanto presume; no hay respuestas ante demandas e inquietudes de múltiples sectores. Lo que sí hay es la constante repetición de su discurso de campaña electoral que confronta a la sociedad. Y por la actitud de López Obrador, 2020 pinta para estar peor.

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