/ viernes 3 de agosto de 2018

Anatomía de lo Social

Todo delito que no se convierte en escandalo no existe para la sociedad

Heinrich Heine

Delitos cibernéticos

Las modernas tecnologías de la información y la comunicación se han convertido en el instrumento más eficaz para adentrarse rápidamente al mundo del conocimiento, así como para realizar diferentes actividades vinculadas, entre otras, a los ámbitos laborales, académicos, comerciales, sin importar la distancia que se guarde entre los intervinientes en estos procesos; resultando obvio suponer, en este sentido, los enormes beneficios aportados por los equipos utilizados para estos fines; sin embargo, más allá de las bondades referidas, también estos instrumentos se ocupan para transgredir las leyes y afectar no solo a las personas, sino también a las instituciones.

Lamentablemente, a pesar de las recomendaciones y las limitadas leyes construidas para tipificar este tipo de acciones, la ignorancia de las mismas ha permitido la comisión de delitos en contra de quienes depositan o han depositado su confianza en las exposiciones hechas a través de los equipos informáticos, comúnmente en la computadora o celular; bajo esta influencia, se ha caído en las trampas construidas hábilmente por personas o grupos amparados en el anonimato, pero con un poder de convencimiento tan sutil que maneja la conciencia y la inteligencia de los usuarios.

Ante la persistencia del delito y las reducidas o nulas denuncias respectivas, la delincuencia cibernética sigue actuando sin ninguna limitación, atrapando a incautos, lesionando intereses, económicos, sentimentales y hasta físicos; por eso la importancia de destacar la necesidad de evitar, hasta donde se posible, involucrarse en paginas de dudosa procedencia, que a la postre traería muchas lamentaciones; alertar es el mejor significado.

Bajo estas consideraciones, debe ser importante, para reducir, cuando menos, el creciente número de delitos cibernéticos, el concurso de tres entes fundamentales: los legisladores, las autoridades judiciales y, sobre todo, a la sociedad misma, garante de su propia seguridad. Las leyes deberán ajustarse a la evolución constante de la tecnología, particularmente, cuando su uso afecta los intereses de la colectividad, si en sus orígenes, las leyes respectivas solo atendían las intercepciones y las intrusiones telefónicas, en la actualidad deberán acotarse en función de las diferencias en los malos actos cometidos, aunque todos sean un delito, las sanciones tendrán que ser en función y magnitud de los mismos; además de los daños causados, tratándose de quien se trate. Aunque las leyes en si mismas no resuelvan los problemas, es imperioso, diseñarlas cuidadosamente, otorgándole, a las instancias correspondientes los recursos, humanos y materiales, necesarios para su operatividad.

Con esta base legal, las autoridades, no deben quedarse en un plano de indagación y asesoramiento; como se hace a la fecha, por ejemplo, la Policía de Ciberdelincuencia Preventiva, atiende las demandas pero no resuelve los delitos, dejando en la indefensión a las víctimas, pues los casos solo se quedan en la denuncia; en este mismo contexto de operación, si la vigilancia permitiera, es posible, identificar a los delincuentes cibernéticos, los delitos serían cada vez menores en su cantidad; y los cibernautas tendrían la seguridad al realizar cualquier tipo de actividad, de acuerdo a sus necesidades.

Han sido noticias, la intervención o robo de información, como el padrón electoral, o el saqueo a bancos, ejemplo de delitos, sin llegar a identificar a los autores intelectuales, suponiendo, la fragilidad de la autoridad y de la tecnología fácilmente manipulada por el hackeo, es decir a la intervención sin daño a un sistema informático; el resultado de acciones inacabadas legalmente seguirán permitiendo la continuidad de este tipo de delito.

Para darle sentido al papel que habrán de desempeñar los ciudadanos, en su personal cuidado, cuando hagan uso de las tecnologías, se debe precisar sobre los delitos más comunes y que, en la estadística, hacen evidente el descuido de los usuarios; sin tener un rigor por la clasificación y vista desde una perspectiva particular, se puede decir, por ejemplo, que el cyberbullying, se ha convertido en una de las formas para agredir a una persona, exhibiéndola ante grupos numerosos, sobre cualquier defecto, o forma de comportamiento de un sujeto, por el simple hecho de no compartir las ideas o acciones de sus agresores; delito, comúnmente usado entre jóvenes menores de 18 años, aunque no exclusivo.

La revelación de secretos, la utilización indebida de información, dígase, conversaciones, imágenes o mensajes de texto, en perjuicio de otro, se encuentra dentro de la extensa variedad de crímenes informáticos; así como también el acceso ilícito a sistemas y equipos informáticos, modificando o provocando perdida de información de cualquier equipo informático.

También dentro de lo común; para quienes usan correos electrónicos, es importante evitar y eliminar, esas invitaciones para aceptar una donación millonaria de personas desconocidas y que se aprovechan de las necesidades de la gente para extorsionarlos cuando les piden, como requisito para recibir ese “regalo”, datos personales, números de cuentas para, finalmente ni regalo ni dinero, y si un verdadero robo realizado a través del engaño.

No se puede negar la habilidad de los facinerosos para inventar, según las necesidades del pueblo, muchas formas para allegarse dinero de los “incautos” como ocurre con las ventas vía internet; ofrecen cientos de productos a muy bajo precio, y argumentan, la posibilidad de multiplicar las ganancias si lo obtenido también se revende; obviamente todo resulta falso; pues les convencen a enviar un dinero, comúnmente a una cuenta bancaria, con el compromiso de remitir el producto comprado una vez que los oferentes lo han recibido; sin embargo, pasan los días y los artículos nunca llegan, el contacto desaparece de las redes y el dinero, por consecuencia también desaparece.

Recapitulando, para evitar este tipo de delitos, más allá de la divulgación que se le dé a los mismos; implica e incluye la obligatoriedad en la elaboración de leyes, no solo para prevenir sino para sancionar. La intervención de los juzgadores -ministerios públicos- les debe obligar a buscar a los culpables, claro que se puede, para no quedar como simples orientadores y escuchantes de las quejas, su tarea, aunque complicada, puede lograr el abatimiento o reducción de este tipo de delitos. Por último, los usuarios de la tecnología no deben dejarse sorprender; la tranquilidad y cuidado patrimonial es una responsabilidad, aunque compartida, más individual; de lo contario, al no extremarse las precauciones se puede seguir siendo víctima de los delitos cibernéticos.


Todo delito que no se convierte en escandalo no existe para la sociedad

Heinrich Heine

Delitos cibernéticos

Las modernas tecnologías de la información y la comunicación se han convertido en el instrumento más eficaz para adentrarse rápidamente al mundo del conocimiento, así como para realizar diferentes actividades vinculadas, entre otras, a los ámbitos laborales, académicos, comerciales, sin importar la distancia que se guarde entre los intervinientes en estos procesos; resultando obvio suponer, en este sentido, los enormes beneficios aportados por los equipos utilizados para estos fines; sin embargo, más allá de las bondades referidas, también estos instrumentos se ocupan para transgredir las leyes y afectar no solo a las personas, sino también a las instituciones.

Lamentablemente, a pesar de las recomendaciones y las limitadas leyes construidas para tipificar este tipo de acciones, la ignorancia de las mismas ha permitido la comisión de delitos en contra de quienes depositan o han depositado su confianza en las exposiciones hechas a través de los equipos informáticos, comúnmente en la computadora o celular; bajo esta influencia, se ha caído en las trampas construidas hábilmente por personas o grupos amparados en el anonimato, pero con un poder de convencimiento tan sutil que maneja la conciencia y la inteligencia de los usuarios.

Ante la persistencia del delito y las reducidas o nulas denuncias respectivas, la delincuencia cibernética sigue actuando sin ninguna limitación, atrapando a incautos, lesionando intereses, económicos, sentimentales y hasta físicos; por eso la importancia de destacar la necesidad de evitar, hasta donde se posible, involucrarse en paginas de dudosa procedencia, que a la postre traería muchas lamentaciones; alertar es el mejor significado.

Bajo estas consideraciones, debe ser importante, para reducir, cuando menos, el creciente número de delitos cibernéticos, el concurso de tres entes fundamentales: los legisladores, las autoridades judiciales y, sobre todo, a la sociedad misma, garante de su propia seguridad. Las leyes deberán ajustarse a la evolución constante de la tecnología, particularmente, cuando su uso afecta los intereses de la colectividad, si en sus orígenes, las leyes respectivas solo atendían las intercepciones y las intrusiones telefónicas, en la actualidad deberán acotarse en función de las diferencias en los malos actos cometidos, aunque todos sean un delito, las sanciones tendrán que ser en función y magnitud de los mismos; además de los daños causados, tratándose de quien se trate. Aunque las leyes en si mismas no resuelvan los problemas, es imperioso, diseñarlas cuidadosamente, otorgándole, a las instancias correspondientes los recursos, humanos y materiales, necesarios para su operatividad.

Con esta base legal, las autoridades, no deben quedarse en un plano de indagación y asesoramiento; como se hace a la fecha, por ejemplo, la Policía de Ciberdelincuencia Preventiva, atiende las demandas pero no resuelve los delitos, dejando en la indefensión a las víctimas, pues los casos solo se quedan en la denuncia; en este mismo contexto de operación, si la vigilancia permitiera, es posible, identificar a los delincuentes cibernéticos, los delitos serían cada vez menores en su cantidad; y los cibernautas tendrían la seguridad al realizar cualquier tipo de actividad, de acuerdo a sus necesidades.

Han sido noticias, la intervención o robo de información, como el padrón electoral, o el saqueo a bancos, ejemplo de delitos, sin llegar a identificar a los autores intelectuales, suponiendo, la fragilidad de la autoridad y de la tecnología fácilmente manipulada por el hackeo, es decir a la intervención sin daño a un sistema informático; el resultado de acciones inacabadas legalmente seguirán permitiendo la continuidad de este tipo de delito.

Para darle sentido al papel que habrán de desempeñar los ciudadanos, en su personal cuidado, cuando hagan uso de las tecnologías, se debe precisar sobre los delitos más comunes y que, en la estadística, hacen evidente el descuido de los usuarios; sin tener un rigor por la clasificación y vista desde una perspectiva particular, se puede decir, por ejemplo, que el cyberbullying, se ha convertido en una de las formas para agredir a una persona, exhibiéndola ante grupos numerosos, sobre cualquier defecto, o forma de comportamiento de un sujeto, por el simple hecho de no compartir las ideas o acciones de sus agresores; delito, comúnmente usado entre jóvenes menores de 18 años, aunque no exclusivo.

La revelación de secretos, la utilización indebida de información, dígase, conversaciones, imágenes o mensajes de texto, en perjuicio de otro, se encuentra dentro de la extensa variedad de crímenes informáticos; así como también el acceso ilícito a sistemas y equipos informáticos, modificando o provocando perdida de información de cualquier equipo informático.

También dentro de lo común; para quienes usan correos electrónicos, es importante evitar y eliminar, esas invitaciones para aceptar una donación millonaria de personas desconocidas y que se aprovechan de las necesidades de la gente para extorsionarlos cuando les piden, como requisito para recibir ese “regalo”, datos personales, números de cuentas para, finalmente ni regalo ni dinero, y si un verdadero robo realizado a través del engaño.

No se puede negar la habilidad de los facinerosos para inventar, según las necesidades del pueblo, muchas formas para allegarse dinero de los “incautos” como ocurre con las ventas vía internet; ofrecen cientos de productos a muy bajo precio, y argumentan, la posibilidad de multiplicar las ganancias si lo obtenido también se revende; obviamente todo resulta falso; pues les convencen a enviar un dinero, comúnmente a una cuenta bancaria, con el compromiso de remitir el producto comprado una vez que los oferentes lo han recibido; sin embargo, pasan los días y los artículos nunca llegan, el contacto desaparece de las redes y el dinero, por consecuencia también desaparece.

Recapitulando, para evitar este tipo de delitos, más allá de la divulgación que se le dé a los mismos; implica e incluye la obligatoriedad en la elaboración de leyes, no solo para prevenir sino para sancionar. La intervención de los juzgadores -ministerios públicos- les debe obligar a buscar a los culpables, claro que se puede, para no quedar como simples orientadores y escuchantes de las quejas, su tarea, aunque complicada, puede lograr el abatimiento o reducción de este tipo de delitos. Por último, los usuarios de la tecnología no deben dejarse sorprender; la tranquilidad y cuidado patrimonial es una responsabilidad, aunque compartida, más individual; de lo contario, al no extremarse las precauciones se puede seguir siendo víctima de los delitos cibernéticos.