/ viernes 21 de septiembre de 2018

Anatomía de lo social

Porque ninguna lágrima rescata

nunca al mundo que se pierde ni

el sueño que se desvanece.

Juana de Ibarbourou


Conmemoraciones

Para quienes aún recuerdan los trágicos acontecimientos del 85, así como aquel del año próximo pasado, les han quedado los resabios de todo aquello que los contextualiza, donde los damnificados ocupan el mayor espacio en la memoria de la gran mayoría de los mexicanos; por eso, es importante revisar todas y cada una de las acciones realizadas para atender los grandes problemas que se han dejado en los rincones de la burocracia.

Sin denostar las ceremonias conmemorativas de las autoridades, en todos los niveles de gobierno, para recordar a los perecidos y a los nunca encontrados, los discursos solo se pronunciaron en aras de los recuerdos y, en algunos casos, de la participación solidaria de los ciudadanos en el rescate de las víctimas, así como de las aportaciones económicas para ayudar a la reconstrucción de lo perdido.

Cuando menos así se percibieron algunos de los actos públicos donde las banderas se izaron a media asta, en señal de duelo por los fallecidos, como ocurrió en la ceremonia donde el presidente de nuestro país presidió la ceremonia conmemorativa, expresándoles un reconocimiento y gratitud a las fuerzas armadas, servidores públicos y a la sociedad civil, además de argumentar que juntos somos capaces de superar cualquier adversidad.

En otros espacios, pero en el mismo contexto, se aprovecharon las circunstancias; los legisladores, además de sumarse al recuerdo de los acontecimientos, criticaron la limitada respuesta de las autoridades para resolver los problemas, todavía vigentes, de quienes padecieron, y siguen padeciendo, la pérdida de su patrimonio, parcial o total, de ahí que hicieron un llamado a que no se terminen los apoyos para los damnificados.

En este mismo contexto, no faltaron quienes usaron la tribuna para politizar, ya sin necesidad, al asegurar que los terremotos se convirtieron en instrumentos políticos para acabar con la corrupción, sirviendo también como herramientas para terminar con el autoritarismo, propiciando el voto en contra de los hoy derrotados; en contrasentido, se reconoció la actitud solidaria y organizativa de la sociedad en este tipo de desgracias.

Por otro lado, en la Cámara de Senadores hubo algunos pronunciamientos para pedirle a la Secretaría de Hacienda que el subejercicio del presupuesto de egresos de este año se canalice en su totalidad a la reconstrucción de todos los daños causados por los sismos del año precedente. En este sentido, la medida presupone una buena intención, ahora habrá de hacerse el análisis respectivo, para ver si no se afectan otras áreas de interés y prioridad colectiva.

Más allá del duelo y de las ceremonias permeadas de emotividad y sentimiento, también es necesario revisar, a un año de los fenómenos, cuáles han sido los destinos de todo el dinero recaudado, millones de pesos todavía no han sido comprobados, evidentemente todavía hay muchos lugares donde los apoyos se suspendieron, nunca se entregaron las famosas “tarjetas” a los damnificados, ni tampoco los paquetes de materiales que servirían para reconstruir sus viviendas; por eso, las palabras vertidas por el comisionado presidente del Instituto de la Transparencia refiere a que el proceso de reconstrucción está inconcluso y la información pública disponible sobre estas tareas es dispersa e insuficiente para muchos de los afectados, quienes todavía están en espera de la ayuda gubernamental; de igual manera, señala su limitada capacidad para que la información pública pueda ser suficiente para vigilar el ejercicio de cada peso de los recursos públicos destinados a la reconstrucción.

Desde una perspectiva particular, la polarización de opiniones se ubica en gran medida al interés de la colectividad para saber cuál ha sido el destino de todas las aportaciones hechas, no solo por el pueblo sino por instancias públicas y privadas, así como de gobiernos extranjeros, pues se asegura que si todas las donaciones se hubieran ocupado para la reconstrucción, en estos momentos de conmemoraciones se hubieran referido, aunque fuera por estadísticas, cuántas viviendas y edificios pudieron reconstruirse, por eso todavía queda la duda si el dinero se perdió antes de llegar a su destino. Ojalá puedan explicarlo las autoridades que están a punto de dejar sus cargos públicos.

Por otra parte, como una consecuencia de los fenómenos de la naturaleza, se diseñaron algunos protocolos de prevención, como los populares simulacros, donde, en teoría, participaron todos los mexicanos que se desempeñan en todas las instituciones, empresas, organismos autónomos, sociedad civil, etc… medida, sin duda, contenedora de buenas intenciones; sin embargo, en su operación se presentaron algunas inconsistencias, como un claroscuro de lo bueno, en algunos casos las sirenas no sonaron, los involucrados participaron como si fuera un simple requisito, sin considerar la importancia de reconstruir una cultura de prevención y cuidado de la vida; lástima de aquellos lugares y personas que no se involucraron en este tipo de tareas, pues ante la naturaleza no podemos saber cuándo podrá manifestarse otra vez.

Como un paliativo para atender cualquier tipo de contingencias, se puso en marcha el protocolo Digital de Respuesta a Emergencias, diseñado por la Coordinación Nacional de Protección Civil como un mecanismo de atención de facilitación de servicios ante fenómenos naturales severos; ojalá no se termine cuando se termine este periodo sexenal, o que no sea solo un último intento por demostrar que sí se atendían este tipo de problemas.

Como un buen colofón a lo comentado, no pueden faltar las declaraciones del presidente electo, al presentar un plan de reconstrucción nacional al que habrán de destinarse 10 mil millones de pesos para el año siguiente; de igual manera se comprometió a que los programas sociales de su gobierno ayudarán no solo a los afectados de los terremotos, sino también a los damnificados de siempre por el régimen de la opresión.

Finalmente, entre conmemoraciones, discursos, promesas y buenas intenciones, lo cierto es que sigue vigente la necesidad, dígase obligación, de darle a todos los afectados por este tipo de siniestros la atención humanitaria y económica para que puedan recuperar, en la medida de lo posible, el patrimonio perdido, pero sobre todo se pueda comprobar que se quedarán atrás las malas artes en el manejo de los recursos públicos, especialmente en este tipo de circunstancias.


Porque ninguna lágrima rescata

nunca al mundo que se pierde ni

el sueño que se desvanece.

Juana de Ibarbourou


Conmemoraciones

Para quienes aún recuerdan los trágicos acontecimientos del 85, así como aquel del año próximo pasado, les han quedado los resabios de todo aquello que los contextualiza, donde los damnificados ocupan el mayor espacio en la memoria de la gran mayoría de los mexicanos; por eso, es importante revisar todas y cada una de las acciones realizadas para atender los grandes problemas que se han dejado en los rincones de la burocracia.

Sin denostar las ceremonias conmemorativas de las autoridades, en todos los niveles de gobierno, para recordar a los perecidos y a los nunca encontrados, los discursos solo se pronunciaron en aras de los recuerdos y, en algunos casos, de la participación solidaria de los ciudadanos en el rescate de las víctimas, así como de las aportaciones económicas para ayudar a la reconstrucción de lo perdido.

Cuando menos así se percibieron algunos de los actos públicos donde las banderas se izaron a media asta, en señal de duelo por los fallecidos, como ocurrió en la ceremonia donde el presidente de nuestro país presidió la ceremonia conmemorativa, expresándoles un reconocimiento y gratitud a las fuerzas armadas, servidores públicos y a la sociedad civil, además de argumentar que juntos somos capaces de superar cualquier adversidad.

En otros espacios, pero en el mismo contexto, se aprovecharon las circunstancias; los legisladores, además de sumarse al recuerdo de los acontecimientos, criticaron la limitada respuesta de las autoridades para resolver los problemas, todavía vigentes, de quienes padecieron, y siguen padeciendo, la pérdida de su patrimonio, parcial o total, de ahí que hicieron un llamado a que no se terminen los apoyos para los damnificados.

En este mismo contexto, no faltaron quienes usaron la tribuna para politizar, ya sin necesidad, al asegurar que los terremotos se convirtieron en instrumentos políticos para acabar con la corrupción, sirviendo también como herramientas para terminar con el autoritarismo, propiciando el voto en contra de los hoy derrotados; en contrasentido, se reconoció la actitud solidaria y organizativa de la sociedad en este tipo de desgracias.

Por otro lado, en la Cámara de Senadores hubo algunos pronunciamientos para pedirle a la Secretaría de Hacienda que el subejercicio del presupuesto de egresos de este año se canalice en su totalidad a la reconstrucción de todos los daños causados por los sismos del año precedente. En este sentido, la medida presupone una buena intención, ahora habrá de hacerse el análisis respectivo, para ver si no se afectan otras áreas de interés y prioridad colectiva.

Más allá del duelo y de las ceremonias permeadas de emotividad y sentimiento, también es necesario revisar, a un año de los fenómenos, cuáles han sido los destinos de todo el dinero recaudado, millones de pesos todavía no han sido comprobados, evidentemente todavía hay muchos lugares donde los apoyos se suspendieron, nunca se entregaron las famosas “tarjetas” a los damnificados, ni tampoco los paquetes de materiales que servirían para reconstruir sus viviendas; por eso, las palabras vertidas por el comisionado presidente del Instituto de la Transparencia refiere a que el proceso de reconstrucción está inconcluso y la información pública disponible sobre estas tareas es dispersa e insuficiente para muchos de los afectados, quienes todavía están en espera de la ayuda gubernamental; de igual manera, señala su limitada capacidad para que la información pública pueda ser suficiente para vigilar el ejercicio de cada peso de los recursos públicos destinados a la reconstrucción.

Desde una perspectiva particular, la polarización de opiniones se ubica en gran medida al interés de la colectividad para saber cuál ha sido el destino de todas las aportaciones hechas, no solo por el pueblo sino por instancias públicas y privadas, así como de gobiernos extranjeros, pues se asegura que si todas las donaciones se hubieran ocupado para la reconstrucción, en estos momentos de conmemoraciones se hubieran referido, aunque fuera por estadísticas, cuántas viviendas y edificios pudieron reconstruirse, por eso todavía queda la duda si el dinero se perdió antes de llegar a su destino. Ojalá puedan explicarlo las autoridades que están a punto de dejar sus cargos públicos.

Por otra parte, como una consecuencia de los fenómenos de la naturaleza, se diseñaron algunos protocolos de prevención, como los populares simulacros, donde, en teoría, participaron todos los mexicanos que se desempeñan en todas las instituciones, empresas, organismos autónomos, sociedad civil, etc… medida, sin duda, contenedora de buenas intenciones; sin embargo, en su operación se presentaron algunas inconsistencias, como un claroscuro de lo bueno, en algunos casos las sirenas no sonaron, los involucrados participaron como si fuera un simple requisito, sin considerar la importancia de reconstruir una cultura de prevención y cuidado de la vida; lástima de aquellos lugares y personas que no se involucraron en este tipo de tareas, pues ante la naturaleza no podemos saber cuándo podrá manifestarse otra vez.

Como un paliativo para atender cualquier tipo de contingencias, se puso en marcha el protocolo Digital de Respuesta a Emergencias, diseñado por la Coordinación Nacional de Protección Civil como un mecanismo de atención de facilitación de servicios ante fenómenos naturales severos; ojalá no se termine cuando se termine este periodo sexenal, o que no sea solo un último intento por demostrar que sí se atendían este tipo de problemas.

Como un buen colofón a lo comentado, no pueden faltar las declaraciones del presidente electo, al presentar un plan de reconstrucción nacional al que habrán de destinarse 10 mil millones de pesos para el año siguiente; de igual manera se comprometió a que los programas sociales de su gobierno ayudarán no solo a los afectados de los terremotos, sino también a los damnificados de siempre por el régimen de la opresión.

Finalmente, entre conmemoraciones, discursos, promesas y buenas intenciones, lo cierto es que sigue vigente la necesidad, dígase obligación, de darle a todos los afectados por este tipo de siniestros la atención humanitaria y económica para que puedan recuperar, en la medida de lo posible, el patrimonio perdido, pero sobre todo se pueda comprobar que se quedarán atrás las malas artes en el manejo de los recursos públicos, especialmente en este tipo de circunstancias.