/ viernes 9 de febrero de 2018

Anatomía de lo social

Promesas vs realidades

La mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás.

Napoleón I

Persistentes, en la gran mayoría de las campañas políticas, los grandes discursos, algunos, no se puede negar, dichos con grandilocuencia, han impactado a los escuchantes convenciéndolos de sus ofrecimientos, aunque eso solo sea por el afanoso interés de alcanzar el poder, traducido en un cargo público, bajo la aparente influencia del voto popular; de cualquier forma, más allá del cargo pretendido, esas palabras casi siempre están permeadas de banalidades con pocas posibilidades de cumplirse; luego entonces, todo queda en simples promesas ante el posterior reclamo de los ciudadanos: reproches caídos en el olvido con el paso del tiempo, dejando solo malos recuerdos, indiferencia y hartazgo contra los malos representantes del pueblo.

No se necesita retroceder mucho en el tiempo para encontrar semejanza en intenciones, resolver los problemas, es la mejor analogía, en la aparente retórica, sin excepción, se empeña la palabra, en algunos hasta se dice firmar lo prometido notarialmente, sin embargo, la firma es un pagaré no cobrable; en acompañamiento a estas formas de expresión, se encuentran las descalificaciones, acabar con el régimen arbitrario y hegemónico es parte de la demagogia, usando comparaciones de los gobernantes con ciertas alimañas rastreras; ese lenguaje popular a la postre rindió sus frutos, lamentablemente, el desencanto se acabó, cuando la ignorancia diplomática y política respondía a la negación en la resolución de los problemas, despojándose, mejor dicho olvidándose de tantas promesas; evidentemente, nada cambió, todo se mantuvo en circunstancias y condiciones negativas.

En la actualidad, el mismo lenguaje: solo cambian los escenarios y las personas. Solucionar problemas y descalificaciones son los contenidos de cualquier forma de expresión, desde luego las infaltables promesas, pretendiendo construir un futuro promisorio, olvidando el presente, es decir, no se pueden tan siquiera imaginar mejoras en la vida de las personas, cuando en la actualidad se vive lo contrario.

En un análisis de aparente simplicidad pero sin la pretensión de ser pragmático, se pueden establecer algunos ejes rectores de lo hasta hoy escuchado en las precampañas. La corrupción es una de las banderas, como se dijera hace mucho tiempo, que enarbolan los paladines del cambio; más grave aun cuando lo aseguran, soslayando, la complicidad de quienes les han entregado el nombramiento para entrar en la contienda; ese será sin duda el lastre más pesado de aquel cuyo mensaje insista en terminar de una vez por todas con ese fenómeno muy arraigado en el país, particularmente en el seno de los grandes y acaudalados funcionarios y representantes públicos.

Acabar con la pobreza es otro de los ofrecimientos escuchados. La experticia se ha demostrado en la práctica, si bien es cierto que salieron, según las estadísticas, dos millones de personas, no se ha dicho que ese número de personas se situó en el círculo de la miseria; no se necesitan números ni ejemplos de trabajo en esa áreas de conflicto, lo cierto, como se ha dicho desde siempre, es la realidad tangible, existe mucha gente que vive fuera de los programas asistenciales del gobierno; viviendo únicamente de la generosidad del pueblo, la mendicidad es una de sus pruebas.

A este problema se le asocian otros tantos; el hambre, a pesar de la cruzadas, sigue prevaleciendo, ningún programa logró impactar con seriedad las condiciones de las personas, la campaña solo fue un remedio pasajero, se magnificaron actividades para atender la demanda de alimentos; los centros comunitarios y de abastecimiento, funcionaron hasta cuando los apoyos dejaron de fluir, hoy, todavía se ve a la gente mendigando algo para comer; por lo tanto, la experiencia no es tal, el hambre y la pobreza van de la mano en el camino por la sobrevivencia.

Una ilusión fue el autonombramiento de ser el promotor del empleo, desde el poder ejecutivo, se aseguró, la creación de miles de empleos para cubrir la demanda, principalmente de los jóvenes, además de eliminar el pago de tenencia vehicular; ni empleos, ni tenencia pagada en una sola exhibición, más adelante se dejó el mal ejemplo del aumento a las gasolinas; cobrándole, en abonos, a los usuarios de automóviles y equipos cuyo funcionamiento requirieran el uso de combustibles; evidentemente, nunca se cumplieron las promesas, la realidad superó las expectativas, el país padeció, una vez más, los errores de otra mala administración, todavía se sigue pagando, con creces lo que nunca se cumplió en el discurso.

En esta nueva etapa, todavía se percibe el mal sabor de lo que hasta hoy se padece, el discurso no convence, la era de las tecnologías de la comunicación, ha descorrido el velo de la aparente ignorancia; en cualquier parte, y cualquier persona, se tiene un medio para enterarse de los acontecimientos cotidianos; muchos esperando, con cierto morbo, los errores de quienes se encuentran en “precampaña” para de inmediato hacerlo notar en las redes sociales; sin ocultar la indignación por tantas promesas ya ofrecidas.

Otros aspectos, no menos importantes pero poco defendidos, son el de la salud y la justicia; en el segundo apartado se ha dicho sobre el interés de sancionar a todos aquellos que incurran en la comisión de un delito; nada novedoso, pues la ley así lo determina, lo mejor sería que el modelo de justicia se cambiara para darle certeza jurídica a quien por alguna circunstancia tenga que comparecer ante los tribunales; dicho de otra manera, no más inocentes en las prisiones y sí el castigo para aquellos que verdaderamente lo merezcan; por cierto, hay muchos exfuncionarios del régimen que se encuentran en ese supuesto.

Seguramente, cuando se cambie el nombre, no las personas, de precampañas a campañas, se seguirán observando y escuchando, las “nuevas formas” de mejorar las condiciones actuales de la gente, los políticos y los partidos estarán muy ocupados en mirar las tendencias en las encuestas, para saber su posicionamiento en la aceptación ciudadana, diseñando estrategias, sí así se requiere, para mejorar su estatus; de igual forma el uso de métodos tradicionales, en la concentración masiva en la promoción de la imagen de los candidatos, así como otras ocurrencias para lograr el cometido; sin faltar los discursos donde se escucharan las descalificaciones y las consabidas promesas.

Promesas vs realidades

La mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás.

Napoleón I

Persistentes, en la gran mayoría de las campañas políticas, los grandes discursos, algunos, no se puede negar, dichos con grandilocuencia, han impactado a los escuchantes convenciéndolos de sus ofrecimientos, aunque eso solo sea por el afanoso interés de alcanzar el poder, traducido en un cargo público, bajo la aparente influencia del voto popular; de cualquier forma, más allá del cargo pretendido, esas palabras casi siempre están permeadas de banalidades con pocas posibilidades de cumplirse; luego entonces, todo queda en simples promesas ante el posterior reclamo de los ciudadanos: reproches caídos en el olvido con el paso del tiempo, dejando solo malos recuerdos, indiferencia y hartazgo contra los malos representantes del pueblo.

No se necesita retroceder mucho en el tiempo para encontrar semejanza en intenciones, resolver los problemas, es la mejor analogía, en la aparente retórica, sin excepción, se empeña la palabra, en algunos hasta se dice firmar lo prometido notarialmente, sin embargo, la firma es un pagaré no cobrable; en acompañamiento a estas formas de expresión, se encuentran las descalificaciones, acabar con el régimen arbitrario y hegemónico es parte de la demagogia, usando comparaciones de los gobernantes con ciertas alimañas rastreras; ese lenguaje popular a la postre rindió sus frutos, lamentablemente, el desencanto se acabó, cuando la ignorancia diplomática y política respondía a la negación en la resolución de los problemas, despojándose, mejor dicho olvidándose de tantas promesas; evidentemente, nada cambió, todo se mantuvo en circunstancias y condiciones negativas.

En la actualidad, el mismo lenguaje: solo cambian los escenarios y las personas. Solucionar problemas y descalificaciones son los contenidos de cualquier forma de expresión, desde luego las infaltables promesas, pretendiendo construir un futuro promisorio, olvidando el presente, es decir, no se pueden tan siquiera imaginar mejoras en la vida de las personas, cuando en la actualidad se vive lo contrario.

En un análisis de aparente simplicidad pero sin la pretensión de ser pragmático, se pueden establecer algunos ejes rectores de lo hasta hoy escuchado en las precampañas. La corrupción es una de las banderas, como se dijera hace mucho tiempo, que enarbolan los paladines del cambio; más grave aun cuando lo aseguran, soslayando, la complicidad de quienes les han entregado el nombramiento para entrar en la contienda; ese será sin duda el lastre más pesado de aquel cuyo mensaje insista en terminar de una vez por todas con ese fenómeno muy arraigado en el país, particularmente en el seno de los grandes y acaudalados funcionarios y representantes públicos.

Acabar con la pobreza es otro de los ofrecimientos escuchados. La experticia se ha demostrado en la práctica, si bien es cierto que salieron, según las estadísticas, dos millones de personas, no se ha dicho que ese número de personas se situó en el círculo de la miseria; no se necesitan números ni ejemplos de trabajo en esa áreas de conflicto, lo cierto, como se ha dicho desde siempre, es la realidad tangible, existe mucha gente que vive fuera de los programas asistenciales del gobierno; viviendo únicamente de la generosidad del pueblo, la mendicidad es una de sus pruebas.

A este problema se le asocian otros tantos; el hambre, a pesar de la cruzadas, sigue prevaleciendo, ningún programa logró impactar con seriedad las condiciones de las personas, la campaña solo fue un remedio pasajero, se magnificaron actividades para atender la demanda de alimentos; los centros comunitarios y de abastecimiento, funcionaron hasta cuando los apoyos dejaron de fluir, hoy, todavía se ve a la gente mendigando algo para comer; por lo tanto, la experiencia no es tal, el hambre y la pobreza van de la mano en el camino por la sobrevivencia.

Una ilusión fue el autonombramiento de ser el promotor del empleo, desde el poder ejecutivo, se aseguró, la creación de miles de empleos para cubrir la demanda, principalmente de los jóvenes, además de eliminar el pago de tenencia vehicular; ni empleos, ni tenencia pagada en una sola exhibición, más adelante se dejó el mal ejemplo del aumento a las gasolinas; cobrándole, en abonos, a los usuarios de automóviles y equipos cuyo funcionamiento requirieran el uso de combustibles; evidentemente, nunca se cumplieron las promesas, la realidad superó las expectativas, el país padeció, una vez más, los errores de otra mala administración, todavía se sigue pagando, con creces lo que nunca se cumplió en el discurso.

En esta nueva etapa, todavía se percibe el mal sabor de lo que hasta hoy se padece, el discurso no convence, la era de las tecnologías de la comunicación, ha descorrido el velo de la aparente ignorancia; en cualquier parte, y cualquier persona, se tiene un medio para enterarse de los acontecimientos cotidianos; muchos esperando, con cierto morbo, los errores de quienes se encuentran en “precampaña” para de inmediato hacerlo notar en las redes sociales; sin ocultar la indignación por tantas promesas ya ofrecidas.

Otros aspectos, no menos importantes pero poco defendidos, son el de la salud y la justicia; en el segundo apartado se ha dicho sobre el interés de sancionar a todos aquellos que incurran en la comisión de un delito; nada novedoso, pues la ley así lo determina, lo mejor sería que el modelo de justicia se cambiara para darle certeza jurídica a quien por alguna circunstancia tenga que comparecer ante los tribunales; dicho de otra manera, no más inocentes en las prisiones y sí el castigo para aquellos que verdaderamente lo merezcan; por cierto, hay muchos exfuncionarios del régimen que se encuentran en ese supuesto.

Seguramente, cuando se cambie el nombre, no las personas, de precampañas a campañas, se seguirán observando y escuchando, las “nuevas formas” de mejorar las condiciones actuales de la gente, los políticos y los partidos estarán muy ocupados en mirar las tendencias en las encuestas, para saber su posicionamiento en la aceptación ciudadana, diseñando estrategias, sí así se requiere, para mejorar su estatus; de igual forma el uso de métodos tradicionales, en la concentración masiva en la promoción de la imagen de los candidatos, así como otras ocurrencias para lograr el cometido; sin faltar los discursos donde se escucharan las descalificaciones y las consabidas promesas.