/ viernes 1 de octubre de 2021

Anatomía de lo Social | Aborto

Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos

Tácito

Inevitable, por las circunstancias, la necesidad de referirse al aborto no solo como un tema cotidiano, sino como un fenómeno social, atentatorio para la salud de quienes lo practican; por ello, queda, en la medida de lo posible, mencionar algunas de las múltiples características que lo permean, de acuerdo a sus causas y consecuencias, más allá de la diversidad de acepciones, así como de las estadísticas, haciendo preferencia a las posibilidades de evitarlo.

Desde una perspectiva constitucional, visto como un derecho a la decisión personal, el aborto ha transitado por diversas condiciones respecto de su legalización, las presiones de grupos, no solo de mujeres, sino de quienes se suman a la causa, han encontrado las condiciones suficientes para que los responsables de legislar y confirmar las leyes respectivas aprueben esa posibilidad, aun cuando falten por determinar cuáles serían los tiempos para permitirlo.

De cualquier manera, como ha ocurrido en otras manifestaciones, en el caso del matrimonio igualitario, el uso lúdico de la mariguana, así como el de modificar partes del cuerpo por el uso de metales o tatuajes, serían como ejemplo y base para suponer la aprobación, en todos los estados de la república, la permisibilidad legal para la práctica del aborto desde la consideración de ser un derecho humano.

El aborto generalmente tiene su base en un embarazo no planeado, causa primordial para determinar su interrupción, evitando, en suposición, todos aquellos problemas que representan el cuidado de los hijos, desde luego, esta postura puede ser rebatida por quienes se oponen al mismo, bajo el argumento de señalar que eso como posibilidad estaba implícito desde que se tiene una relación sexual.

Desafortunadamente, no se puede soslayar que las relaciones de índole sexual, cuando se realizan fuera de todo razonamiento, no solo por personas jóvenes hasta menores de edad, sin tomar las medidas precautorias, traerán como consecuencia un embarazo, más adelante, cuando la irresponsabilidad de los cuidados futuros obligan a la práctica clandestina del aborto, muchas veces en condiciones insalubres que ponen en riesgo la vida de las mujeres.

Esta es la parte compleja, pues en la indeterminación de las edades reproductivas, los riesgos son mucho más en menores que en las personas adultas, sin ser una regla, por eso, también desde este punto de vista se evidencia la necesidad de legalizar la práctica del aborto seguro.

La gravedad de la prohibición sobre la interrupción de un embarazo, lejos de sus prácticas clandestinas, pueden traer consecuencias trágicas, pues han sido miles de mujeres las que han perdido la vida por someterse a un legrado, que pretende interpretarse como un aborto, sin embargo, esta forma de “eliminar” el desarrollo del feto posibilita lesiones internas, sangrados abundantes y, consecuentemente, la muerte.

Bajo esta consideración, la aprobación de las leyes respectivas seguramente traerá buenos resultados, cuando menos para evitar su práctica oculta, evitándose con ello la pérdida de la vida; desde luego, sin omitir que se realicen los protocolos respectivos, es decir, la legalización no debe comprenderse como la libertad arbitraria del uso de este derecho humano.

Despenalizar el aborto no solo queda acotado en la simpleza de una interrupción del embarazo, quizá por ello se deben implementar otro tipo de medidas cuyos objetivos primarios serían, entre otros tantos, evitarse los embarazos no deseados; por ejemplo, una educación que contengan los protocolos y exigencias preventivas necesarias, ayudando no solo en su relación afectiva en lo particular, sino además en el conocimiento de los preceptos legales a los que se tienen derecho, por consecuencia también a su obligaciones.

Es importante señalar o, mejor dicho, agregar, que la prevención como medida anticonceptiva, aunque parezca simple, es el uso adecuado de los métodos tradicionales para evitar embarazos; desde luego con las ayudas institucionales, debiendo fortalecer esas áreas donde la planificación familiar no se quede limitada a un consultorio o a la entrega de condones, que son solo paliativos, sin resolver de fondo el problema de los embarazos no deseados.

Por obviedad, las consideraciones mencionadas descuidan involuntariamente otras, sin embargo, la obligatoriedad de abordar la problemática construida en torno del aborto merece un tratamiento especial y particular, estableciendo una sinergia de voluntades que involucren al Gobierno, las instituciones de salud, el respeto a los derechos humanos y la libertad y libre albedrio para decidir, cada quien, sobre la práctica del aborto.

En este contexto, y con la intervención de todos y todas, la actuación con responsabilidad total permitirá, así se estima, la creación de formas para desterrar la criminalización, los actos de vandalismo sin justificación y, sobre todo, la creación de leyes que regulen y normen al aborto de acuerdo a sus causas y posibles consecuencias.

Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos

Tácito

Inevitable, por las circunstancias, la necesidad de referirse al aborto no solo como un tema cotidiano, sino como un fenómeno social, atentatorio para la salud de quienes lo practican; por ello, queda, en la medida de lo posible, mencionar algunas de las múltiples características que lo permean, de acuerdo a sus causas y consecuencias, más allá de la diversidad de acepciones, así como de las estadísticas, haciendo preferencia a las posibilidades de evitarlo.

Desde una perspectiva constitucional, visto como un derecho a la decisión personal, el aborto ha transitado por diversas condiciones respecto de su legalización, las presiones de grupos, no solo de mujeres, sino de quienes se suman a la causa, han encontrado las condiciones suficientes para que los responsables de legislar y confirmar las leyes respectivas aprueben esa posibilidad, aun cuando falten por determinar cuáles serían los tiempos para permitirlo.

De cualquier manera, como ha ocurrido en otras manifestaciones, en el caso del matrimonio igualitario, el uso lúdico de la mariguana, así como el de modificar partes del cuerpo por el uso de metales o tatuajes, serían como ejemplo y base para suponer la aprobación, en todos los estados de la república, la permisibilidad legal para la práctica del aborto desde la consideración de ser un derecho humano.

El aborto generalmente tiene su base en un embarazo no planeado, causa primordial para determinar su interrupción, evitando, en suposición, todos aquellos problemas que representan el cuidado de los hijos, desde luego, esta postura puede ser rebatida por quienes se oponen al mismo, bajo el argumento de señalar que eso como posibilidad estaba implícito desde que se tiene una relación sexual.

Desafortunadamente, no se puede soslayar que las relaciones de índole sexual, cuando se realizan fuera de todo razonamiento, no solo por personas jóvenes hasta menores de edad, sin tomar las medidas precautorias, traerán como consecuencia un embarazo, más adelante, cuando la irresponsabilidad de los cuidados futuros obligan a la práctica clandestina del aborto, muchas veces en condiciones insalubres que ponen en riesgo la vida de las mujeres.

Esta es la parte compleja, pues en la indeterminación de las edades reproductivas, los riesgos son mucho más en menores que en las personas adultas, sin ser una regla, por eso, también desde este punto de vista se evidencia la necesidad de legalizar la práctica del aborto seguro.

La gravedad de la prohibición sobre la interrupción de un embarazo, lejos de sus prácticas clandestinas, pueden traer consecuencias trágicas, pues han sido miles de mujeres las que han perdido la vida por someterse a un legrado, que pretende interpretarse como un aborto, sin embargo, esta forma de “eliminar” el desarrollo del feto posibilita lesiones internas, sangrados abundantes y, consecuentemente, la muerte.

Bajo esta consideración, la aprobación de las leyes respectivas seguramente traerá buenos resultados, cuando menos para evitar su práctica oculta, evitándose con ello la pérdida de la vida; desde luego, sin omitir que se realicen los protocolos respectivos, es decir, la legalización no debe comprenderse como la libertad arbitraria del uso de este derecho humano.

Despenalizar el aborto no solo queda acotado en la simpleza de una interrupción del embarazo, quizá por ello se deben implementar otro tipo de medidas cuyos objetivos primarios serían, entre otros tantos, evitarse los embarazos no deseados; por ejemplo, una educación que contengan los protocolos y exigencias preventivas necesarias, ayudando no solo en su relación afectiva en lo particular, sino además en el conocimiento de los preceptos legales a los que se tienen derecho, por consecuencia también a su obligaciones.

Es importante señalar o, mejor dicho, agregar, que la prevención como medida anticonceptiva, aunque parezca simple, es el uso adecuado de los métodos tradicionales para evitar embarazos; desde luego con las ayudas institucionales, debiendo fortalecer esas áreas donde la planificación familiar no se quede limitada a un consultorio o a la entrega de condones, que son solo paliativos, sin resolver de fondo el problema de los embarazos no deseados.

Por obviedad, las consideraciones mencionadas descuidan involuntariamente otras, sin embargo, la obligatoriedad de abordar la problemática construida en torno del aborto merece un tratamiento especial y particular, estableciendo una sinergia de voluntades que involucren al Gobierno, las instituciones de salud, el respeto a los derechos humanos y la libertad y libre albedrio para decidir, cada quien, sobre la práctica del aborto.

En este contexto, y con la intervención de todos y todas, la actuación con responsabilidad total permitirá, así se estima, la creación de formas para desterrar la criminalización, los actos de vandalismo sin justificación y, sobre todo, la creación de leyes que regulen y normen al aborto de acuerdo a sus causas y posibles consecuencias.