/ viernes 22 de octubre de 2021

Anatomía de lo Social | Chocolates

La economía consiste en saber gastar y el ahorro en saber guardar.

Orison Swett Marden

Para muchos, no es nueva la presencia de los autos provenientes del extranjero, particularmente de los Estados Unidos, en nuestro país, por supuesto también, de la facilidad para adquirirlos, por su bajo costo en pesos mexicanos; además de la comparación respecto de los años que tienen de ventaja en relación a los construidos en nuestro país, dicho de otra manera un auto “chocolate” de modelo 2015, puede equipararse con uno nacional del modelo más reciente; de ahí la demanda de este tipo de automóviles, así como del éxito que tienen quienes los venden.

Este negocio, muy redituable, por cierto, consistía en que los negociantes se iban a cualquier sitio de la frontera y compraban lotes, obvio también por unidad, trasportándolos hacia los estados mexicanos donde existiera la demanda, desde luego, por el solo hecho de arriesgarse a traer los vehículos, se generaban ganancias suficientes para hacer de estas transacciones un estilo de vida cómodo.

En la década de los ochentas, lo digo porque me consta, se permitió la entrada legal al país de vehículos “chocolates” específicamente para ocuparse en las actividades agrícolas y ganaderas, se inundó al país de camionetas pick up de cuatro cilindros, hasta maquinaria de ese tipo de uso; la mayoría, en ese tiempo, de los trabajadores de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, compraron ese tipo de camionetas para realizar sus actividades de asesoría técnica en los diferentes ejidos del país.

Ante estas circunstancias, organizaciones vinculadas con el sector primario, consiguieron autorización, sin saber cómo, para regularizar y legalizar la estancia, en particular, de camionetas, aunque después, se aprovecharon para extender sus funciones y atención a automóviles para uso común; bajo estas circunstancias, miles de automotores fueron traídos a México sin el menor problema.

Este sería, probablemente, uno de los antecedentes de la permisibilidad de la importación de los autos “chocolates” sin riesgos y sin gravámenes, quizá por ello, el interés ahora del gobierno de cobrar una cuota y permitir, con autorización de las mismas autoridades, de traer vehículos para uso de las personas; sin considerar sus actividades.

  • En el desacuerdo de las empresas distribuidoras de autos, por considerarla desleal competencia, se dice que habrá impugnaciones contra el decreto presentado por el Ejecutivo, y se pueda evitar que exista la posibilidad de mermar sus ganancias en la venta de los producidos en México.

Sin justificar esta postura, pues se plantean argumentos, generales sin comprobar, pues se dice que son instrumentos usados para delinquir; cuando, en muchos casos se usan para el comercio o para trasportar personas, sin que estén vinculadas con el delito; más bien la preocupación esta fincada en la perdida en sus estándares de venta, lo que, por obviedad, provoca los desacuerdos.

Cuando las confrontaciones ocurren en la práctica, se permite distinguir, con suficiente claridad, cuales son los intereses en los que se conducen; en el caso de las concesionarias, la baja demanda, en el caso de los consumidores los altos costos de los vehículos y, en consecuencia, queda el vacío de quien puede tener la razón de su comportamiento.

Como una forma de aclaración, se puede decir, que en la actualidad comprar un auto de agencia, es solo para algunos privilegiados, pues sin importar los altos costos, pues tienen esa posibilidad; otros, más atrevidos, buscan el financiamiento de alguna institución crediticia para que compren el carro en abonos y con altos intereses, que elevan, hasta un ochenta por ciento el valor real y nominal de un coche.

Desde luego, para quienes tienen la posibilidad de adquirir un automóvil a bajo precio, solo le quedan dos opciones, arriesgarse a comprarlo a un particular, cuya garantía no existe y la posibilidad de que no tenga ningún desperfecto, es casi nula, o bien comprar un auto o camioneta “chocolate” al fin que ya hay refacciones que se pueden adquirir fácilmente, y evitarse una deuda de muchos años.

Finalmente, más allá de la postura oficialista legal, queda el libre albedrio para decidir, e igual, las posibilidades de adquisición, por lo tanto, ni la cuota de dos mil quinientos, serán el aliciente o el obstáculo para decidirse sobre comprar un coche del país o uno “Chocolate”.

La economía consiste en saber gastar y el ahorro en saber guardar.

Orison Swett Marden

Para muchos, no es nueva la presencia de los autos provenientes del extranjero, particularmente de los Estados Unidos, en nuestro país, por supuesto también, de la facilidad para adquirirlos, por su bajo costo en pesos mexicanos; además de la comparación respecto de los años que tienen de ventaja en relación a los construidos en nuestro país, dicho de otra manera un auto “chocolate” de modelo 2015, puede equipararse con uno nacional del modelo más reciente; de ahí la demanda de este tipo de automóviles, así como del éxito que tienen quienes los venden.

Este negocio, muy redituable, por cierto, consistía en que los negociantes se iban a cualquier sitio de la frontera y compraban lotes, obvio también por unidad, trasportándolos hacia los estados mexicanos donde existiera la demanda, desde luego, por el solo hecho de arriesgarse a traer los vehículos, se generaban ganancias suficientes para hacer de estas transacciones un estilo de vida cómodo.

En la década de los ochentas, lo digo porque me consta, se permitió la entrada legal al país de vehículos “chocolates” específicamente para ocuparse en las actividades agrícolas y ganaderas, se inundó al país de camionetas pick up de cuatro cilindros, hasta maquinaria de ese tipo de uso; la mayoría, en ese tiempo, de los trabajadores de la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos, compraron ese tipo de camionetas para realizar sus actividades de asesoría técnica en los diferentes ejidos del país.

Ante estas circunstancias, organizaciones vinculadas con el sector primario, consiguieron autorización, sin saber cómo, para regularizar y legalizar la estancia, en particular, de camionetas, aunque después, se aprovecharon para extender sus funciones y atención a automóviles para uso común; bajo estas circunstancias, miles de automotores fueron traídos a México sin el menor problema.

Este sería, probablemente, uno de los antecedentes de la permisibilidad de la importación de los autos “chocolates” sin riesgos y sin gravámenes, quizá por ello, el interés ahora del gobierno de cobrar una cuota y permitir, con autorización de las mismas autoridades, de traer vehículos para uso de las personas; sin considerar sus actividades.

  • En el desacuerdo de las empresas distribuidoras de autos, por considerarla desleal competencia, se dice que habrá impugnaciones contra el decreto presentado por el Ejecutivo, y se pueda evitar que exista la posibilidad de mermar sus ganancias en la venta de los producidos en México.

Sin justificar esta postura, pues se plantean argumentos, generales sin comprobar, pues se dice que son instrumentos usados para delinquir; cuando, en muchos casos se usan para el comercio o para trasportar personas, sin que estén vinculadas con el delito; más bien la preocupación esta fincada en la perdida en sus estándares de venta, lo que, por obviedad, provoca los desacuerdos.

Cuando las confrontaciones ocurren en la práctica, se permite distinguir, con suficiente claridad, cuales son los intereses en los que se conducen; en el caso de las concesionarias, la baja demanda, en el caso de los consumidores los altos costos de los vehículos y, en consecuencia, queda el vacío de quien puede tener la razón de su comportamiento.

Como una forma de aclaración, se puede decir, que en la actualidad comprar un auto de agencia, es solo para algunos privilegiados, pues sin importar los altos costos, pues tienen esa posibilidad; otros, más atrevidos, buscan el financiamiento de alguna institución crediticia para que compren el carro en abonos y con altos intereses, que elevan, hasta un ochenta por ciento el valor real y nominal de un coche.

Desde luego, para quienes tienen la posibilidad de adquirir un automóvil a bajo precio, solo le quedan dos opciones, arriesgarse a comprarlo a un particular, cuya garantía no existe y la posibilidad de que no tenga ningún desperfecto, es casi nula, o bien comprar un auto o camioneta “chocolate” al fin que ya hay refacciones que se pueden adquirir fácilmente, y evitarse una deuda de muchos años.

Finalmente, más allá de la postura oficialista legal, queda el libre albedrio para decidir, e igual, las posibilidades de adquisición, por lo tanto, ni la cuota de dos mil quinientos, serán el aliciente o el obstáculo para decidirse sobre comprar un coche del país o uno “Chocolate”.