/ viernes 14 de febrero de 2020

Anatomía de lo Social | Decálogo

No existe ningún hombre que si puede ganar el máximo se conforme con el mínimo.

Friedrich Schiller

Las condiciones actuales, principalmente de la economía, han promovido la creación de alternativas para mejorarlas, cuando menos, así se percibe, es la postura de la clase empresarial de acuerdo con las declaraciones de su presidente, al decir sobre la necesidad de “modernizar la cultura empresarial mexicana y de conocer las formas y tendencias que hay en el mundo; además de solicitar, al sector, el de asumir un compromiso que promueva la cultura del respeto, la inclusión y el pensamiento crítico”.

Desde esta perspectiva, resulta, por obviedad, el interés de quienes son los posesionarios de la riqueza del país, para sostener sus niveles, o de mejorarlos, respecto de los ingresos que les aportan sus grandes empresas, para ello, en reunión celebrada hace unos días, se estableció un diálogo sobre la dimensión social de las corporaciones. Como resultado de la misma, se decidió adoptar un decálogo de acciones con la expectativa de generar confianza y credibilidad en la sociedad mexicana.

Pereciera, en el discurso, la intención de aportarle al pueblo los elementos -dígase productos y servicios- que satisfagan sus necesidades, desde luego, no son las primarias, sino otras de carácter secundario, así se considera al notarse en la reunión la presencia, entre otros, del fundador del grupo Carso y del panadero más grande del mundo, así como representantes de diferentes confederaciones nacionales; en esta asociación de intereses no puede entenderse, cuando menos, la posibilidad de ayuda para la gente.

En la ambigüedad del discurso pronunciado por el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, se pueden interpretar solo el interés particular sobre la figura del empresario, al referirse no solo a transformar lo que ve, sino el sostenimiento de su familia y la mejora en su calidad de vida, además de hacer una apología del empresario, al decir que en México “ser empresario es un acto heroico” a pesar de la cantidad de obstáculos que enfrentan los que se dedican a este noble oficio.

De cualquier manera y a pesar de sus “limitaciones”, la propuesta del decálogo supone, justamente, la implementación de diez principios para consolidar la industria nacional, destacándose, en primera instancia, el que se refiere a mantenerse en cercanía permanente con la sociedad para entender sus problemas y necesidades, por otro lado, el segundo punto se centró en garantizar la creación de empleos que busquen el desarrollo, sin precisar el de quién o de quiénes.

Aunque hay otros ocho puntos adicionales, los mencionados merecen el análisis respectivo, más aún cuando deban conocerse las formas de acercamiento al pueblo, por ejemplo: ¿Cómo se identificaran los problemas y necesidades?, o mejor dicho, ¿Cómo harán para satisfacerlas?, evidentemente, la realidad de las cosas, no garantiza las bondades de los empresarios, al pretender hacer creer, a los comunes, que hoy se convertirán en adalides y benefactores, desde luego, eso sería según ellos; de igual manera, aseguran que, actuarán en estricto apego a las normas institucionales y de gobierno.

En el segundo punto del pretendido decálogo, se establece una obligatoriedad, así entendida, de garantizar la creación de empleos para buscar el desarrollo, en contrasentido, mejor sería consolidar los existentes, para después pensar en generar nuevos.

En el mismo contexto, se le sugirió al gobierno a ser el faro conducente en las acciones empresariales mediante el cumplimiento de la ley y el respeto de esta, faltó decir que también se someterían a las mismas, sobretodo, cuando de pagar impuestos se trate, evidenciando con eso, el interés genuino de su decálogo.

Más allá de la propuesta, o hasta de su fuente de inspiración divina, los principios de comportamiento de la clase empresarial deberán sujetarse a los códigos de ética ya definidos en muchas áreas institucionales, solo de esa manera podrán ser aceptadas, hasta ahorita, las buenas intenciones; que paguen sus impuestos oportunamente; si hay generación de empleos, se les pague conforme a su aportación a la productividad, y se les otorguen a los trabajadores los beneficios laborales que las mismas leyes establecen.

No existe ningún hombre que si puede ganar el máximo se conforme con el mínimo.

Friedrich Schiller

Las condiciones actuales, principalmente de la economía, han promovido la creación de alternativas para mejorarlas, cuando menos, así se percibe, es la postura de la clase empresarial de acuerdo con las declaraciones de su presidente, al decir sobre la necesidad de “modernizar la cultura empresarial mexicana y de conocer las formas y tendencias que hay en el mundo; además de solicitar, al sector, el de asumir un compromiso que promueva la cultura del respeto, la inclusión y el pensamiento crítico”.

Desde esta perspectiva, resulta, por obviedad, el interés de quienes son los posesionarios de la riqueza del país, para sostener sus niveles, o de mejorarlos, respecto de los ingresos que les aportan sus grandes empresas, para ello, en reunión celebrada hace unos días, se estableció un diálogo sobre la dimensión social de las corporaciones. Como resultado de la misma, se decidió adoptar un decálogo de acciones con la expectativa de generar confianza y credibilidad en la sociedad mexicana.

Pereciera, en el discurso, la intención de aportarle al pueblo los elementos -dígase productos y servicios- que satisfagan sus necesidades, desde luego, no son las primarias, sino otras de carácter secundario, así se considera al notarse en la reunión la presencia, entre otros, del fundador del grupo Carso y del panadero más grande del mundo, así como representantes de diferentes confederaciones nacionales; en esta asociación de intereses no puede entenderse, cuando menos, la posibilidad de ayuda para la gente.

En la ambigüedad del discurso pronunciado por el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, se pueden interpretar solo el interés particular sobre la figura del empresario, al referirse no solo a transformar lo que ve, sino el sostenimiento de su familia y la mejora en su calidad de vida, además de hacer una apología del empresario, al decir que en México “ser empresario es un acto heroico” a pesar de la cantidad de obstáculos que enfrentan los que se dedican a este noble oficio.

De cualquier manera y a pesar de sus “limitaciones”, la propuesta del decálogo supone, justamente, la implementación de diez principios para consolidar la industria nacional, destacándose, en primera instancia, el que se refiere a mantenerse en cercanía permanente con la sociedad para entender sus problemas y necesidades, por otro lado, el segundo punto se centró en garantizar la creación de empleos que busquen el desarrollo, sin precisar el de quién o de quiénes.

Aunque hay otros ocho puntos adicionales, los mencionados merecen el análisis respectivo, más aún cuando deban conocerse las formas de acercamiento al pueblo, por ejemplo: ¿Cómo se identificaran los problemas y necesidades?, o mejor dicho, ¿Cómo harán para satisfacerlas?, evidentemente, la realidad de las cosas, no garantiza las bondades de los empresarios, al pretender hacer creer, a los comunes, que hoy se convertirán en adalides y benefactores, desde luego, eso sería según ellos; de igual manera, aseguran que, actuarán en estricto apego a las normas institucionales y de gobierno.

En el segundo punto del pretendido decálogo, se establece una obligatoriedad, así entendida, de garantizar la creación de empleos para buscar el desarrollo, en contrasentido, mejor sería consolidar los existentes, para después pensar en generar nuevos.

En el mismo contexto, se le sugirió al gobierno a ser el faro conducente en las acciones empresariales mediante el cumplimiento de la ley y el respeto de esta, faltó decir que también se someterían a las mismas, sobretodo, cuando de pagar impuestos se trate, evidenciando con eso, el interés genuino de su decálogo.

Más allá de la propuesta, o hasta de su fuente de inspiración divina, los principios de comportamiento de la clase empresarial deberán sujetarse a los códigos de ética ya definidos en muchas áreas institucionales, solo de esa manera podrán ser aceptadas, hasta ahorita, las buenas intenciones; que paguen sus impuestos oportunamente; si hay generación de empleos, se les pague conforme a su aportación a la productividad, y se les otorguen a los trabajadores los beneficios laborales que las mismas leyes establecen.