/ viernes 2 de octubre de 2020

Anatomía de lo Social | Deudas

Las grandes deudas son un privilegio de la riqueza

Georges Duhamel

Vergüenza debería tener el presidente de los organismos patronales al defender a ultranza la postura de los pertenecientes a la Asociación de Bancos de México, respecto del anuncio hecho por la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP) junto con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (ABM) sobre la propuesta de otorgarles a los deudores, de los agiotistas, como se les ha llamado en este espacio, disfrazados en instituciones bancarias; bajo el argumento e indisposición -de los bancos- de hacer reducciones o condonaciones a quienes les deben dinero, es decir, eso representaría sacrificar las utilidades de los bancos, cuya consecuencia sería perder su solvencia económica.

Bajo esta postura, evidentemente, el señor se olvida que justamente son los clientes, aun quienes no los son, quienes respaldaron y fortalecieron con sus impuestos, mediante el supuesto fondo bancario de protección al ahorro (Fobaproa), sus enormes fortunas, con el aval del presidente de ese entonces; ahora resulta, serían ellos los más afectados, sin embargo, en contrasentido, son justamente los clientes cautivos, junto con las altas tasas de interés, el factor para el crecimiento de sus riquezas.

Obviamente, siempre habrá formas de justificarse para mantener, primero sus ganancias, después la posible ayuda a los “morosos”, como se les llama a quienes, por razones infaustas, se vieron en la necesidad de involucrarse, a través de adeudos, con estas instituciones que carecen de la más elemental humanidad, mejor dichos los dueños de los bancos, a quienes poco le importan las condiciones actuales de la economía nacional, así como de lo precario en la vida de las personas.

En estos tiempos, más allá de lo originado por la pandemia, las condiciones sociales se encuentran en total deterioro, por ello, la propuesta por las autoridades hacendarias debe consolidarse, fundamentadas, ante los dueños de los bancos, en las millonarias cantidades que se les concedieron para salvarse de la ruina, el Fobaproa como ejemplo; así entonces, debe actuarse sin consideraciones, el pueblo, en este caso los deudores, necesitan el respaldo de su gobierno, para terminar con sus adeudos.

Desde luego, habrán de formularse los criterios reales cuyo propósito sea ofrecer las posibilidades suficientes para hacer restructuraciones, reducir las tasas de interés y por supuesto los plazos de pago; ahí es el punto neural de las deudas, cuando se firma un contrato y se establecen porcentajes irreductibles en los pagos, dicho de otra manera, si te otorgan, en calidad de préstamo, una cantidad, cuando se firma el documento los porcentajes son iguales hasta el final del mismo, sin importar las amortizaciones hechas durante el proceso; cuando debería ser, en relación a los pagos a capital, ir disminuyendo los intereses, por eso una deuda se llega a pagar hasta en un doscientos por ciento de adicional.

Dentro del mismo contexto, también deberían revisarse a todos aquellos despachos jurídicos, que se encargan de amenazar a quienes se han retrasado en el pago, en el peor de los casos, cuando se adquieren las carteras vencidas, ofrecen, supuestamente, algunas concesiones y hasta condonaciones, siendo solo un engaño, pues si se hacen algunos depósitos, supuestamente a la cuenta, posteriormente, la misma la transfieren a otro despacho jurídico, y las concesiones quedan olvidadas.

Finalmente, se espera de las autoridades, mantengan su postura de ayuda a los desafortunados deudores, y se obligue a los multimillonarios banqueros, “le devuelvan al pueblo lo cobrado en demasía”, sin engaños, para hacer realidades los tantos ofrecimientos hechos y muchos de ellos no cumplidos.

Aprovechándose de lo magnánimo de las intenciones, también sería bueno se revisaran las cuentas de los acreditados de los fondos de vivienda, donde también se prometieron condonaciones y, hasta la fecha, muchos han resultado inelegibles, resultando, así se entiende, un engaño para aquellos que tenían la “esperanza” de terminar con una deuda de largo plazo, para convertirla en una deuda de tiempo determinado.

Las grandes deudas son un privilegio de la riqueza

Georges Duhamel

Vergüenza debería tener el presidente de los organismos patronales al defender a ultranza la postura de los pertenecientes a la Asociación de Bancos de México, respecto del anuncio hecho por la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP) junto con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (ABM) sobre la propuesta de otorgarles a los deudores, de los agiotistas, como se les ha llamado en este espacio, disfrazados en instituciones bancarias; bajo el argumento e indisposición -de los bancos- de hacer reducciones o condonaciones a quienes les deben dinero, es decir, eso representaría sacrificar las utilidades de los bancos, cuya consecuencia sería perder su solvencia económica.

Bajo esta postura, evidentemente, el señor se olvida que justamente son los clientes, aun quienes no los son, quienes respaldaron y fortalecieron con sus impuestos, mediante el supuesto fondo bancario de protección al ahorro (Fobaproa), sus enormes fortunas, con el aval del presidente de ese entonces; ahora resulta, serían ellos los más afectados, sin embargo, en contrasentido, son justamente los clientes cautivos, junto con las altas tasas de interés, el factor para el crecimiento de sus riquezas.

Obviamente, siempre habrá formas de justificarse para mantener, primero sus ganancias, después la posible ayuda a los “morosos”, como se les llama a quienes, por razones infaustas, se vieron en la necesidad de involucrarse, a través de adeudos, con estas instituciones que carecen de la más elemental humanidad, mejor dichos los dueños de los bancos, a quienes poco le importan las condiciones actuales de la economía nacional, así como de lo precario en la vida de las personas.

En estos tiempos, más allá de lo originado por la pandemia, las condiciones sociales se encuentran en total deterioro, por ello, la propuesta por las autoridades hacendarias debe consolidarse, fundamentadas, ante los dueños de los bancos, en las millonarias cantidades que se les concedieron para salvarse de la ruina, el Fobaproa como ejemplo; así entonces, debe actuarse sin consideraciones, el pueblo, en este caso los deudores, necesitan el respaldo de su gobierno, para terminar con sus adeudos.

Desde luego, habrán de formularse los criterios reales cuyo propósito sea ofrecer las posibilidades suficientes para hacer restructuraciones, reducir las tasas de interés y por supuesto los plazos de pago; ahí es el punto neural de las deudas, cuando se firma un contrato y se establecen porcentajes irreductibles en los pagos, dicho de otra manera, si te otorgan, en calidad de préstamo, una cantidad, cuando se firma el documento los porcentajes son iguales hasta el final del mismo, sin importar las amortizaciones hechas durante el proceso; cuando debería ser, en relación a los pagos a capital, ir disminuyendo los intereses, por eso una deuda se llega a pagar hasta en un doscientos por ciento de adicional.

Dentro del mismo contexto, también deberían revisarse a todos aquellos despachos jurídicos, que se encargan de amenazar a quienes se han retrasado en el pago, en el peor de los casos, cuando se adquieren las carteras vencidas, ofrecen, supuestamente, algunas concesiones y hasta condonaciones, siendo solo un engaño, pues si se hacen algunos depósitos, supuestamente a la cuenta, posteriormente, la misma la transfieren a otro despacho jurídico, y las concesiones quedan olvidadas.

Finalmente, se espera de las autoridades, mantengan su postura de ayuda a los desafortunados deudores, y se obligue a los multimillonarios banqueros, “le devuelvan al pueblo lo cobrado en demasía”, sin engaños, para hacer realidades los tantos ofrecimientos hechos y muchos de ellos no cumplidos.

Aprovechándose de lo magnánimo de las intenciones, también sería bueno se revisaran las cuentas de los acreditados de los fondos de vivienda, donde también se prometieron condonaciones y, hasta la fecha, muchos han resultado inelegibles, resultando, así se entiende, un engaño para aquellos que tenían la “esperanza” de terminar con una deuda de largo plazo, para convertirla en una deuda de tiempo determinado.