/ viernes 29 de noviembre de 2019

Anatomía de lo Social | Dinero electrónico

El dinero que se tiene es instrumento de libertad, el que se busca lo es de servidumbre

Jean Jacques Rousseau

Siempre se ha afirmado la necesidad de adecuarse, como sociedad, a las condiciones que la modernidad exige; sin embargo, las mentes brillantes, aquellas constructoras de las formas y procedimientos de inclusión, así como el uso de las tecnologías, soslaya las realidades actuales de la colectividad, pretendiendo dar tratos igualitarios en todos los niveles y sectores donde se encuentre un ciudadano.

Con esta percepción particular, los criterios para la utilización del dinero electrónico implica, además de abonarle conocimiento financiero a la gente, también lo condiciona a la adquisición de algunos aparatos inteligentes, y en la apertura de cuentas bancarias, sin omitir, el fin del dinero circulante.

Aunque el aparente interés de las autoridades responsables de las finanzas nacionales supone ayudar a sacar a los ciudadanos de la pobreza, lo cierto, puede ser lo contrario, pues en el uso de estas formas de cobros y pagos se deberá contar con los recursos necesarios para hacer las transacciones, por supuesto, aquí es donde entrará lo magnánimo de las instituciones bancarias, pues serán ellas las encargadas de administrar y regular los procedimientos.

Para ilustrar de una manera distinta este comentario, se partirá desde la primera necesidad, la adquisición de un teléfono inteligente, cuyo valor, obviamente, no se encuentra al alcance de los comunes, por lo tanto, en estas condiciones, como se puede asegurar la posibilidad de sacar a las personas de un estatus económico a otro, por lo tanto, este sería la primera objeción, para implementar este programa denominado CoDi.

Tampoco se puede esperar, ni siquiera imaginar, que la población determinada para la aplicación del modelo, aunque se hiciera mediante una muestra piloto, tenga los recursos suficientes para tener o aperturar una cuenta bancaria, si en lo general la medianía o hasta la escases de dinero, son las condiciones económicas que permean a la mayoría de la población. En este sentido, aunque los medios de comunicación pretendan ser influyentes, mostrando ejemplos donde las personas opinan sobre esta posibilidad de uso del dinero electrónico, piensan que sus argumentos son creíbles, a pesar de que los opinadores, son gente donde ni siquiera existe un banco, así como la distancia donde quepa esa posibilidad sea distante al lugar de origen. Como una analogía, se recuerda cuando el presidente de las botas pretendió implementar la operación de los programas, en sus procesos, se hicieran a través de la internet, cunado en los lugares ni siquiera se tenían los servicios elementales, como la luz, mucho menos las computadoras para realizar cualquier trámite, en consecuencia su propuesta fue un rotundo fracaso.

En una estimación estadística, se afirma que aproximadamente 42 millones de mexicanos no tienen una cuenta bancaria, considerándose con ello la posibilidad de ampliar la cobertura, desde luego eso hacen los banqueros para convertir en usuarios cautivos a aquellos que no los son; aunque se diga que el multicitado dinero electrónico, no causaría, ni obligaría a hacer algún tipo de pago, sin embargo, eso es una falacia, siempre cobran por los servicios prestados.

En las declaratorias sobre las bondades de este moderno uso de las finanzas, desde luego de sus creadores y operarios, del que por cierto se dice fueron mexicanos, aunque esto ya se aplica en otros países, se presume la posibilidad de otorgar las facilidades necesarias para incorporar a quienes se encuentren fuera de las listas nominales de los bancos y facilitarles los procedimientos en la adquisición o venta de cualquier producto. Tampoco se dijo, aunque puede ser posible, la obligatoriedad para todos de incorporarse a este régimen financiero.

En contrasentido a las magnificadas bondades de este proyecto, donde, ya referido anteriormente, se presume la posibilidad de sacar a la gente de la pobreza, mejor sería, en otras instancias, asegurarles los derechos constitucionales que les garanticen la satisfacción de sus necesidades primarias, dicho de otra manera, proveerlos de salud, educación, empleo, entre otras tantas cosas.

El dinero que se tiene es instrumento de libertad, el que se busca lo es de servidumbre

Jean Jacques Rousseau

Siempre se ha afirmado la necesidad de adecuarse, como sociedad, a las condiciones que la modernidad exige; sin embargo, las mentes brillantes, aquellas constructoras de las formas y procedimientos de inclusión, así como el uso de las tecnologías, soslaya las realidades actuales de la colectividad, pretendiendo dar tratos igualitarios en todos los niveles y sectores donde se encuentre un ciudadano.

Con esta percepción particular, los criterios para la utilización del dinero electrónico implica, además de abonarle conocimiento financiero a la gente, también lo condiciona a la adquisición de algunos aparatos inteligentes, y en la apertura de cuentas bancarias, sin omitir, el fin del dinero circulante.

Aunque el aparente interés de las autoridades responsables de las finanzas nacionales supone ayudar a sacar a los ciudadanos de la pobreza, lo cierto, puede ser lo contrario, pues en el uso de estas formas de cobros y pagos se deberá contar con los recursos necesarios para hacer las transacciones, por supuesto, aquí es donde entrará lo magnánimo de las instituciones bancarias, pues serán ellas las encargadas de administrar y regular los procedimientos.

Para ilustrar de una manera distinta este comentario, se partirá desde la primera necesidad, la adquisición de un teléfono inteligente, cuyo valor, obviamente, no se encuentra al alcance de los comunes, por lo tanto, en estas condiciones, como se puede asegurar la posibilidad de sacar a las personas de un estatus económico a otro, por lo tanto, este sería la primera objeción, para implementar este programa denominado CoDi.

Tampoco se puede esperar, ni siquiera imaginar, que la población determinada para la aplicación del modelo, aunque se hiciera mediante una muestra piloto, tenga los recursos suficientes para tener o aperturar una cuenta bancaria, si en lo general la medianía o hasta la escases de dinero, son las condiciones económicas que permean a la mayoría de la población. En este sentido, aunque los medios de comunicación pretendan ser influyentes, mostrando ejemplos donde las personas opinan sobre esta posibilidad de uso del dinero electrónico, piensan que sus argumentos son creíbles, a pesar de que los opinadores, son gente donde ni siquiera existe un banco, así como la distancia donde quepa esa posibilidad sea distante al lugar de origen. Como una analogía, se recuerda cuando el presidente de las botas pretendió implementar la operación de los programas, en sus procesos, se hicieran a través de la internet, cunado en los lugares ni siquiera se tenían los servicios elementales, como la luz, mucho menos las computadoras para realizar cualquier trámite, en consecuencia su propuesta fue un rotundo fracaso.

En una estimación estadística, se afirma que aproximadamente 42 millones de mexicanos no tienen una cuenta bancaria, considerándose con ello la posibilidad de ampliar la cobertura, desde luego eso hacen los banqueros para convertir en usuarios cautivos a aquellos que no los son; aunque se diga que el multicitado dinero electrónico, no causaría, ni obligaría a hacer algún tipo de pago, sin embargo, eso es una falacia, siempre cobran por los servicios prestados.

En las declaratorias sobre las bondades de este moderno uso de las finanzas, desde luego de sus creadores y operarios, del que por cierto se dice fueron mexicanos, aunque esto ya se aplica en otros países, se presume la posibilidad de otorgar las facilidades necesarias para incorporar a quienes se encuentren fuera de las listas nominales de los bancos y facilitarles los procedimientos en la adquisición o venta de cualquier producto. Tampoco se dijo, aunque puede ser posible, la obligatoriedad para todos de incorporarse a este régimen financiero.

En contrasentido a las magnificadas bondades de este proyecto, donde, ya referido anteriormente, se presume la posibilidad de sacar a la gente de la pobreza, mejor sería, en otras instancias, asegurarles los derechos constitucionales que les garanticen la satisfacción de sus necesidades primarias, dicho de otra manera, proveerlos de salud, educación, empleo, entre otras tantas cosas.