/ viernes 20 de marzo de 2020

Anatomía de lo Social | Efectos colaterales

Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos.

Tácito

No se puede responsabilizar totalmente a los medios informativos sobre aquellos efectos colaterales ocasionados por el desarrollo, se puede decir evolución, del asentamiento de un virus, creado en los Estados Unidos y sembrado en uno de los países más poblados del mundo, China. Sin embargo, ante la divulgación del coronavirus y la magnificación de sus efectos, se propició entre la población de casi todo el mundo una sicosis generalizada, evidenciada, en una primera instancia, en el desbordamiento de la gente para comprar el gel antibacterial, usado también en la pasada contingencia de la influenza, así como los famosos cubre bocas, simbolizándose con este tipo de acciones el manejo de la conciencia de quienes aceptaron las condiciones impuestas por las medidas de prevención ante la inminente llegada de este virus a nuestro país; desde luego, sin pretender minimizar la atención de las autoridades para enfrentar este problema de salud, debe decirse de las opiniones, hasta contradictorias, de los escépticos y los realistas.

De alguna manera, ante la posible realidad las instituciones han diseñado programas del cuidado de la salud, en especial de las personas mayores, susceptibles, según los datos, más propicias a adquirir el virus, así como la suspensión de las actividades en las escuelas, la prohibición para realizar eventos masivos, así como la ruptura de los convencionalismos sociales, como el saludo; por supuesto que hay otras cosas, aunque la acotación de las mismas solo permite expresar sucintamente lo que se aprecia en los contextos sociales.

Por ejemplo, la suspensión, dígase cuarentena, de las actividades cotidianas, instruyéndose sobre el enclaustramiento de las personas en las viviendas donde se radica, por supuesto el acatamiento del “decreto” se aplaudió, principalmente en las escuelas, pues las vacaciones se ampliaron justamente por cuarenta días, suponiéndose con ello que todos estarían dispuestos a cumplir de forma cabal con las indicaciones institucionales; ahora, hay que observar si la gente ha reaccionado como se esperaba.

Sin pretender ser muy pragmático, la implementación de la medida no se puede concebir exitosamente, pues a diferencia de otros países, México no tiene las mismas condiciones para resguardarse durante mucho tiempo, es decir, comprar alimentos no es una tarea fácil cuando las posibilidades económicas para eso no son suficientes; luego entonces, se ha visto transitar por las calles a la gente que en el día a día tiene que trabajar para el sustento familiar; por supuesto, también el dinero circulante que aportan todos aquellos usuarios de bienes y servicios provocará una merma considerable para los prestatarios de este tipo de actividades.

No se pueden soslayar las opiniones de quienes le apuestan al “fenómeno” como una fórmula para manejar, al arbitrio de las grandes potencias, la economía del mundo, dicho de otra manera, se les señala a los países poderosos como los creadores del virus, para después ofrecer la cura, como al parecer se ha comentado en algunos medios de televisión, argumentando que China tiene ya la vacuna para contrarrestar la epidemia y salvar de este mal a todos los posibles infectados en el mundo; paradójicamente, es en ese país donde, así se dijo, fue el brote del coronavirus; por lo tanto, si la información publicada resulta cierta, se estarán convirtiendo los chinos en los salvadores del mundo. Aunque si la vacuna es como los productos que venden aquí en México, pues no puede ser muy confiable.

Ante la eventual apreciación de las perspectivas políticas y económicas, donde se traslada el problema de salud a otro plano social, ya se puede pronosticar la asunción del país asiático a los primeros lugares de entre todas las potencias económicas que controlan y dominan al mundo; de igual manera, ante el mesías gringo, puede suponerse un triunfo en las próximas elecciones.

Cuando gozamos de salud, fácilmente damos buenos consejos a los enfermos.

Tácito

No se puede responsabilizar totalmente a los medios informativos sobre aquellos efectos colaterales ocasionados por el desarrollo, se puede decir evolución, del asentamiento de un virus, creado en los Estados Unidos y sembrado en uno de los países más poblados del mundo, China. Sin embargo, ante la divulgación del coronavirus y la magnificación de sus efectos, se propició entre la población de casi todo el mundo una sicosis generalizada, evidenciada, en una primera instancia, en el desbordamiento de la gente para comprar el gel antibacterial, usado también en la pasada contingencia de la influenza, así como los famosos cubre bocas, simbolizándose con este tipo de acciones el manejo de la conciencia de quienes aceptaron las condiciones impuestas por las medidas de prevención ante la inminente llegada de este virus a nuestro país; desde luego, sin pretender minimizar la atención de las autoridades para enfrentar este problema de salud, debe decirse de las opiniones, hasta contradictorias, de los escépticos y los realistas.

De alguna manera, ante la posible realidad las instituciones han diseñado programas del cuidado de la salud, en especial de las personas mayores, susceptibles, según los datos, más propicias a adquirir el virus, así como la suspensión de las actividades en las escuelas, la prohibición para realizar eventos masivos, así como la ruptura de los convencionalismos sociales, como el saludo; por supuesto que hay otras cosas, aunque la acotación de las mismas solo permite expresar sucintamente lo que se aprecia en los contextos sociales.

Por ejemplo, la suspensión, dígase cuarentena, de las actividades cotidianas, instruyéndose sobre el enclaustramiento de las personas en las viviendas donde se radica, por supuesto el acatamiento del “decreto” se aplaudió, principalmente en las escuelas, pues las vacaciones se ampliaron justamente por cuarenta días, suponiéndose con ello que todos estarían dispuestos a cumplir de forma cabal con las indicaciones institucionales; ahora, hay que observar si la gente ha reaccionado como se esperaba.

Sin pretender ser muy pragmático, la implementación de la medida no se puede concebir exitosamente, pues a diferencia de otros países, México no tiene las mismas condiciones para resguardarse durante mucho tiempo, es decir, comprar alimentos no es una tarea fácil cuando las posibilidades económicas para eso no son suficientes; luego entonces, se ha visto transitar por las calles a la gente que en el día a día tiene que trabajar para el sustento familiar; por supuesto, también el dinero circulante que aportan todos aquellos usuarios de bienes y servicios provocará una merma considerable para los prestatarios de este tipo de actividades.

No se pueden soslayar las opiniones de quienes le apuestan al “fenómeno” como una fórmula para manejar, al arbitrio de las grandes potencias, la economía del mundo, dicho de otra manera, se les señala a los países poderosos como los creadores del virus, para después ofrecer la cura, como al parecer se ha comentado en algunos medios de televisión, argumentando que China tiene ya la vacuna para contrarrestar la epidemia y salvar de este mal a todos los posibles infectados en el mundo; paradójicamente, es en ese país donde, así se dijo, fue el brote del coronavirus; por lo tanto, si la información publicada resulta cierta, se estarán convirtiendo los chinos en los salvadores del mundo. Aunque si la vacuna es como los productos que venden aquí en México, pues no puede ser muy confiable.

Ante la eventual apreciación de las perspectivas políticas y económicas, donde se traslada el problema de salud a otro plano social, ya se puede pronosticar la asunción del país asiático a los primeros lugares de entre todas las potencias económicas que controlan y dominan al mundo; de igual manera, ante el mesías gringo, puede suponerse un triunfo en las próximas elecciones.