/ viernes 18 de septiembre de 2020

Anatomía de lo Social | Independencia

Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes.

Friedrich Nietzsche

Por las circunstancias, la conmemoración y celebración del Día de la Independencia significó, para muchos, la ruptura de una tradición de muchos años, condicionada por la infausta pandemia; remembrando, la presencia obligada al frente de Palacio de Gobierno, evidenciando simbolismos varios, en virtud de cada uno de los asistentes, aunque el principal era la manifestación sobre el sentido de pertenencia a un país permeado de historia y de cultura, ahora, como un nuevo paradigma, el vacío de la plaza, no pudo sustituirse por los medios digitales y audiovisuales, siendo ignorados por el pueblo, desde luego, con sus contadas excepciones.

Para quienes aún mantienen esa pasión desborda por la patria, así como por el legado de los precursores del movimiento independentista, fueron añorantes de toda la ceremonia cívica, desde los honores, la solemne entonación del Himno nacional, la lectura del acta de independencia, la declamatoria del credo, hasta la arenga para vitorear a los héroes y a la patria misma; terminando con los fuegos artificiales. Desafortunadamente, esto pudo ser, o así fue, la causa de la nueva normalidad.

De lo rescatable en los medios, fueron las semblanzas de algunos caudillos libertadores, rescatándose, entre otros, El ciervo de la Nación, José Ma. Morelos con sus aportes en sus Sentimientos de la Nación, de Vicente Guerrero, con su frase "La Patria es Primero", "Muera el mal gobierno"; en la incitación al movimiento; La presencia de la mujer con Josefa Ortiz de Domínguez, entre el grupo de conspiradores; sin menosprecio de otros, cuya sangre derramada, pretendieron dejar una patria libre e igualitaria.

Por supuesto, en otra vertiente, también hubo quienes extrañaron, la alegoría con la música, la vendimia de antojitos, el colorido de los globos y algodones, los gritos de los niños cuando se llenaba de espuma o se estrellaban los cascarones llenos de confeti o harina, los buñuelos, el café de la olla, los vestidos multicolores, los atrevidos por usar un vestuario adecuado para la fecha, los bigotes postizos, hasta la lluvia infaltable el día del grito, el tequila y los antros abiertos, en fin, toda una fiesta compartida entre la mayoría de quienes asistían y participaban en este evento de trascendencia nacional.

En la diversidad de interpretaciones, así como de las acciones, no se puede descartar el principal motivo para conmemorar y celebrar, con base a esas aspiraciones de una vida igual para los mexicanos; pero, sobre todo, separase del yugo de los españoles, consiguiéndose con el movimiento, tan añorada libertad e independencia; aunque, en lo posterior, pasarían muchos acontecimientos, también manchados de sangre, hasta lograr la consumación de este movimiento de separación.

Después de haber rememorado, brevemente, algunas de las consideraciones respecto de la interpretación sobre esta gesta histórica, no se puede soslayar, a doscientos diez años de su inicio, cuál ha sido el resultado de tanta sangre derramada, así como de los objetivos originales de esta revolución; sin duda, esas aspiraciones, nunca han podido consolidarse; la desigualdad, en estos tiempos de crisis, permiten ver las carencias de las personas, necesidades insatisfechas, hambre y enfermedad son el pan de todos los días.

Como ocurre casi siempre, también en las celebraciones, se pudieron encontrar justamente esas desigualdades, pues mientras en algunos lugares se brindaba con bebidas espumosas, dígase "champaña", en algunos otros en la medianía de su estatus, se convidaron algunos antojitos mexicanos; música y también uno que otro tequila; en la última línea de las "castas" en función de su economía, obvio, no hubo festejos, solo la nostalgia, y el repudio a quienes no han sabido, ni podido, resolver el fenómeno de la pobreza, para ellos, la independencia no ha llegado, la desigualdad, los malos tratos, la ignorancia de sus necesidades, no desapercibidas, pero si alejadas de cualquier posibilidad de mejoría, desde luego, por la irresponsabilidad de quienes tienen la obligación de atender a sus demandas y reclamos.

Ser independiente es cosa de una pequeña minoría, es el privilegio de los fuertes.

Friedrich Nietzsche

Por las circunstancias, la conmemoración y celebración del Día de la Independencia significó, para muchos, la ruptura de una tradición de muchos años, condicionada por la infausta pandemia; remembrando, la presencia obligada al frente de Palacio de Gobierno, evidenciando simbolismos varios, en virtud de cada uno de los asistentes, aunque el principal era la manifestación sobre el sentido de pertenencia a un país permeado de historia y de cultura, ahora, como un nuevo paradigma, el vacío de la plaza, no pudo sustituirse por los medios digitales y audiovisuales, siendo ignorados por el pueblo, desde luego, con sus contadas excepciones.

Para quienes aún mantienen esa pasión desborda por la patria, así como por el legado de los precursores del movimiento independentista, fueron añorantes de toda la ceremonia cívica, desde los honores, la solemne entonación del Himno nacional, la lectura del acta de independencia, la declamatoria del credo, hasta la arenga para vitorear a los héroes y a la patria misma; terminando con los fuegos artificiales. Desafortunadamente, esto pudo ser, o así fue, la causa de la nueva normalidad.

De lo rescatable en los medios, fueron las semblanzas de algunos caudillos libertadores, rescatándose, entre otros, El ciervo de la Nación, José Ma. Morelos con sus aportes en sus Sentimientos de la Nación, de Vicente Guerrero, con su frase "La Patria es Primero", "Muera el mal gobierno"; en la incitación al movimiento; La presencia de la mujer con Josefa Ortiz de Domínguez, entre el grupo de conspiradores; sin menosprecio de otros, cuya sangre derramada, pretendieron dejar una patria libre e igualitaria.

Por supuesto, en otra vertiente, también hubo quienes extrañaron, la alegoría con la música, la vendimia de antojitos, el colorido de los globos y algodones, los gritos de los niños cuando se llenaba de espuma o se estrellaban los cascarones llenos de confeti o harina, los buñuelos, el café de la olla, los vestidos multicolores, los atrevidos por usar un vestuario adecuado para la fecha, los bigotes postizos, hasta la lluvia infaltable el día del grito, el tequila y los antros abiertos, en fin, toda una fiesta compartida entre la mayoría de quienes asistían y participaban en este evento de trascendencia nacional.

En la diversidad de interpretaciones, así como de las acciones, no se puede descartar el principal motivo para conmemorar y celebrar, con base a esas aspiraciones de una vida igual para los mexicanos; pero, sobre todo, separase del yugo de los españoles, consiguiéndose con el movimiento, tan añorada libertad e independencia; aunque, en lo posterior, pasarían muchos acontecimientos, también manchados de sangre, hasta lograr la consumación de este movimiento de separación.

Después de haber rememorado, brevemente, algunas de las consideraciones respecto de la interpretación sobre esta gesta histórica, no se puede soslayar, a doscientos diez años de su inicio, cuál ha sido el resultado de tanta sangre derramada, así como de los objetivos originales de esta revolución; sin duda, esas aspiraciones, nunca han podido consolidarse; la desigualdad, en estos tiempos de crisis, permiten ver las carencias de las personas, necesidades insatisfechas, hambre y enfermedad son el pan de todos los días.

Como ocurre casi siempre, también en las celebraciones, se pudieron encontrar justamente esas desigualdades, pues mientras en algunos lugares se brindaba con bebidas espumosas, dígase "champaña", en algunos otros en la medianía de su estatus, se convidaron algunos antojitos mexicanos; música y también uno que otro tequila; en la última línea de las "castas" en función de su economía, obvio, no hubo festejos, solo la nostalgia, y el repudio a quienes no han sabido, ni podido, resolver el fenómeno de la pobreza, para ellos, la independencia no ha llegado, la desigualdad, los malos tratos, la ignorancia de sus necesidades, no desapercibidas, pero si alejadas de cualquier posibilidad de mejoría, desde luego, por la irresponsabilidad de quienes tienen la obligación de atender a sus demandas y reclamos.