/ viernes 29 de mayo de 2020

Anatomía de lo Social | “La nueva normalidad”

Cuando se sugieren muchos remedios para un solo mal, quiere decir que no se puede curar

Antón Chejóv

Ante la posibilidad de reabrir algunas de las actividades no esenciales, como consecuencia de una decisión de las autoridades de gobierno y de salud, se ha generado cierta incertidumbre por la falta de claridad en la estrategia denominada “la nueva normalidad”, es decir, se ha declarado la reapertura de algunas actividades, principalmente las que inciden en la economía, sin determinar con precisión cuales sería aquellas susceptibles de poder hacerlo; por otro lado, si se hace un análisis minucioso, se puede entender que la medida es, quizá, en una primera instancia, para reactivar la economía, pues el país ha quedado paralizado en sus actividades generadoras de recursos, en consecuencia, el estado ha mermado sus capacidades presupuestarias.

Tampoco puede negarse que la laxitud y ligereza del enfrentamiento con la pandemia de la Covid-19, ha prolongado los tiempos posibles para retomar las actividades cotidianas de las personas, por ello, más allá de los colores indicativos de la situación de los contagios, así como su posible reducción, se han visto obligados a reanudar actividades en aras de reactivar la economía nacional.

Evidentemente, no puede cuestionarse únicamente el desempeño de las autoridades, también, debe decirse, sobre la indiferencia de muchas personas, de ahí el constante aumento en la propagación del virus y, obviamente, sus consecuencias fatales; de alguna manera, esto, así debe suponerse, no debe tomarse con levedad, pues, como se ha dicho en muchos discursos y conferencias, el virus se quedará instalado hasta en cuanto no se halle una vacuna que lo detenga.

Tal vez este sea el sustento de las decisiones, el virus su causa, la generación de la economía una necesidad, ahora, se piensa entonces, en las nuevas formas de vida para adaptarse a vivir junto con esta mal. No podían faltar los cuestionamientos sobre las decisiones sobre el regreso a “la nueva normalidad” argumentando su unilateralidad, pues debe ser una obligación, así se dice, de convocar a una discusión pública que incluya a expertos y ciudadanos, con el propósito de encontrar una solución inmediata para detener el aumento en los contagios y en el número de fallecimientos atribuidos a la malignidad del virus.

Visto desde una perspectiva política, se presume que “la nueva normalidad” habrá de permitir una reconstrucción en el trato igualitario en cuanto a los derechos económicos políticos y sociales, permitiendo, además, al acceso de los beneficios institucionales, traducidos en programas para mejorar las condiciones de vida de todos.

Aunque las perspectivas sean muchas, lo cierto es que “la nueva normalidad” estará acabando con las formas de interrelación entre las personas, la tecnología irá consolidándose para cambiar de un paradigma “añejo” a uno donde no se necesite la sensibilidad y las emociones de los seres humanos; así será el nuevo mundo, cuando “el destino nos alcance”.

Como un buen ejemplo, los sistemas educativos tradicionales serán de las primeras instancias, la educación a distancia instituida con el uso de aparatos electrónicos habrá de acabar con la educación personalizada; y la emotividad que se genera en las aulas y escuelas; por consecuencia, el maestro pasará a ser un objeto obsoleto e inútil, sustituido por la frialdad e insensibilidad de una máquina.

Bajo estas consideraciones, estamos sometidos a la prueba y el error, la supuesta efectividad de la “enseñanza y aprendizaje en casa”, aunque se diga que es solo para este ciclo, ha quedado reducida a obsequiarles a los estudiantes, el documento que los “acredite” haber cursado un año escolar, sin importar el desempeño y los malos resultados; a pesar de ello, así se entiende, estamos inaugurando, una educación personal, no personalizada; si por alguna razón se pudieran concluir algunos ciclos en las aulas, “la nueva normalidad” estará obligando a modificar la infraestructura y los equipos, se estará reduciendo la matrícula para evitar aglomeraciones en los salones de clase y, por supuesto, el cierre paulatino de las escuelas para acabar con las mentes libres y construir a sujetos de fácil manipulación.

Cuando se sugieren muchos remedios para un solo mal, quiere decir que no se puede curar

Antón Chejóv

Ante la posibilidad de reabrir algunas de las actividades no esenciales, como consecuencia de una decisión de las autoridades de gobierno y de salud, se ha generado cierta incertidumbre por la falta de claridad en la estrategia denominada “la nueva normalidad”, es decir, se ha declarado la reapertura de algunas actividades, principalmente las que inciden en la economía, sin determinar con precisión cuales sería aquellas susceptibles de poder hacerlo; por otro lado, si se hace un análisis minucioso, se puede entender que la medida es, quizá, en una primera instancia, para reactivar la economía, pues el país ha quedado paralizado en sus actividades generadoras de recursos, en consecuencia, el estado ha mermado sus capacidades presupuestarias.

Tampoco puede negarse que la laxitud y ligereza del enfrentamiento con la pandemia de la Covid-19, ha prolongado los tiempos posibles para retomar las actividades cotidianas de las personas, por ello, más allá de los colores indicativos de la situación de los contagios, así como su posible reducción, se han visto obligados a reanudar actividades en aras de reactivar la economía nacional.

Evidentemente, no puede cuestionarse únicamente el desempeño de las autoridades, también, debe decirse, sobre la indiferencia de muchas personas, de ahí el constante aumento en la propagación del virus y, obviamente, sus consecuencias fatales; de alguna manera, esto, así debe suponerse, no debe tomarse con levedad, pues, como se ha dicho en muchos discursos y conferencias, el virus se quedará instalado hasta en cuanto no se halle una vacuna que lo detenga.

Tal vez este sea el sustento de las decisiones, el virus su causa, la generación de la economía una necesidad, ahora, se piensa entonces, en las nuevas formas de vida para adaptarse a vivir junto con esta mal. No podían faltar los cuestionamientos sobre las decisiones sobre el regreso a “la nueva normalidad” argumentando su unilateralidad, pues debe ser una obligación, así se dice, de convocar a una discusión pública que incluya a expertos y ciudadanos, con el propósito de encontrar una solución inmediata para detener el aumento en los contagios y en el número de fallecimientos atribuidos a la malignidad del virus.

Visto desde una perspectiva política, se presume que “la nueva normalidad” habrá de permitir una reconstrucción en el trato igualitario en cuanto a los derechos económicos políticos y sociales, permitiendo, además, al acceso de los beneficios institucionales, traducidos en programas para mejorar las condiciones de vida de todos.

Aunque las perspectivas sean muchas, lo cierto es que “la nueva normalidad” estará acabando con las formas de interrelación entre las personas, la tecnología irá consolidándose para cambiar de un paradigma “añejo” a uno donde no se necesite la sensibilidad y las emociones de los seres humanos; así será el nuevo mundo, cuando “el destino nos alcance”.

Como un buen ejemplo, los sistemas educativos tradicionales serán de las primeras instancias, la educación a distancia instituida con el uso de aparatos electrónicos habrá de acabar con la educación personalizada; y la emotividad que se genera en las aulas y escuelas; por consecuencia, el maestro pasará a ser un objeto obsoleto e inútil, sustituido por la frialdad e insensibilidad de una máquina.

Bajo estas consideraciones, estamos sometidos a la prueba y el error, la supuesta efectividad de la “enseñanza y aprendizaje en casa”, aunque se diga que es solo para este ciclo, ha quedado reducida a obsequiarles a los estudiantes, el documento que los “acredite” haber cursado un año escolar, sin importar el desempeño y los malos resultados; a pesar de ello, así se entiende, estamos inaugurando, una educación personal, no personalizada; si por alguna razón se pudieran concluir algunos ciclos en las aulas, “la nueva normalidad” estará obligando a modificar la infraestructura y los equipos, se estará reduciendo la matrícula para evitar aglomeraciones en los salones de clase y, por supuesto, el cierre paulatino de las escuelas para acabar con las mentes libres y construir a sujetos de fácil manipulación.