/ viernes 17 de junio de 2022

Anatomía de lo Social | La voz humana

La voz, en el sentido de palabra, expresión y eco, es una herramienta poderosa e intrínseca en la historia de la humanidad. Pensar en la ausencia de la palabra es tan escabroso como desde el silencio suponer el sonido. Esa dualidad se enriquece cuando se encuentran en un mismo sitio sin opacarse, sin lastimarse. Pocas veces se logra, pero cuando así sucede, la magia aparece. Pedro Almodóvar lo logró, en su particular estilo de reflejar las circunstancias, cuando estrenó en 2020 “The human voice”, un largometraje adaptado del monólogo homónimo de Jean Cocteau. En él, encontramos la catarsis en la inmediatez, pues la duración de apenas 30 minutos de la obra concentra el ritmo necesario en voz e imagen para contar la historia de toda una vida.

La cinta muestra el estado natural de una persona abandonada; una actriz que lleva al menos tres días encerrada en su departamento esperando a que su expareja vuelva a recoger su ropa y su perro luego de decirse adiós definitivamente. En su sedentario aguardo, ella sale solo una ocasión del piso y es para comprar un hacha y un galón de gasolina: protagonistas históricos de la perversa mente de la chica.

Antes de conocer el destino de estos recursos, escuchamos la última conversación telefónica de los amantes, pero solo desde la voz de ella. Esto, además de ser narrativamente particular, da pie a la gama de posibilidades en la concepción del espectador desde la psicología del personaje entendiéndolo como una mujer al borde de la locura que podría provenir de algo más siniestro que un ataque de nervios por ruptura amorosa.

Álvaro Carrillo, en su más popular pieza, dejó escrito “Tanto tiempo disfrutamos de este amor (…) que yo guardo tu sabor, pero tú llevas también sabor a mí”, nada disparatada o arrebatada a la cursilería. De acuerdo con las teorías de pareja, en una relación sentimental, los participantes tienden a ser ecos y reflejos mutuos. La voz de la mujer que narra la película es, al mismo tiempo, la voz autómata que jamás conocemos de su pareja al otro lado del auricular y eso, querido lector, es el corazón de la obra.

Cinematográficamente bella, simétrica y bien iluminada. La casa de cuatro habitaciones recorrida durante cada escena se convierte en un hogar para nuestra curiosidad, en un espacio seguro para reconocer el conflicto y en el oasis perfecto para admirar la galería de artes visuales que envuelve la fría casa de la artista, la triste espera femenina, la voz humana.

La voz, en el sentido de palabra, expresión y eco, es una herramienta poderosa e intrínseca en la historia de la humanidad. Pensar en la ausencia de la palabra es tan escabroso como desde el silencio suponer el sonido. Esa dualidad se enriquece cuando se encuentran en un mismo sitio sin opacarse, sin lastimarse. Pocas veces se logra, pero cuando así sucede, la magia aparece. Pedro Almodóvar lo logró, en su particular estilo de reflejar las circunstancias, cuando estrenó en 2020 “The human voice”, un largometraje adaptado del monólogo homónimo de Jean Cocteau. En él, encontramos la catarsis en la inmediatez, pues la duración de apenas 30 minutos de la obra concentra el ritmo necesario en voz e imagen para contar la historia de toda una vida.

La cinta muestra el estado natural de una persona abandonada; una actriz que lleva al menos tres días encerrada en su departamento esperando a que su expareja vuelva a recoger su ropa y su perro luego de decirse adiós definitivamente. En su sedentario aguardo, ella sale solo una ocasión del piso y es para comprar un hacha y un galón de gasolina: protagonistas históricos de la perversa mente de la chica.

Antes de conocer el destino de estos recursos, escuchamos la última conversación telefónica de los amantes, pero solo desde la voz de ella. Esto, además de ser narrativamente particular, da pie a la gama de posibilidades en la concepción del espectador desde la psicología del personaje entendiéndolo como una mujer al borde de la locura que podría provenir de algo más siniestro que un ataque de nervios por ruptura amorosa.

Álvaro Carrillo, en su más popular pieza, dejó escrito “Tanto tiempo disfrutamos de este amor (…) que yo guardo tu sabor, pero tú llevas también sabor a mí”, nada disparatada o arrebatada a la cursilería. De acuerdo con las teorías de pareja, en una relación sentimental, los participantes tienden a ser ecos y reflejos mutuos. La voz de la mujer que narra la película es, al mismo tiempo, la voz autómata que jamás conocemos de su pareja al otro lado del auricular y eso, querido lector, es el corazón de la obra.

Cinematográficamente bella, simétrica y bien iluminada. La casa de cuatro habitaciones recorrida durante cada escena se convierte en un hogar para nuestra curiosidad, en un espacio seguro para reconocer el conflicto y en el oasis perfecto para admirar la galería de artes visuales que envuelve la fría casa de la artista, la triste espera femenina, la voz humana.