/ viernes 7 de agosto de 2020

Anatomía de lo Social | Mis tres amigos y el semáforo color naranja

La salud es la unidad que da valor a todos los ceros de la vida

Bernard Le Bouvier de Fontanelle

Con la pretensión de hacer un intento por adecuarnos a las nuevas condiciones de vida, obligadas por la pandemia, acordamos reiniciar las reuniones entre nosotros, para ello, el amigo de la bonanza, a través de previas llamadas telefónicas, nos hizo la convocatoria respectiva, acordando la fecha y la hora, del lugar, sabíamos que también ya había reactivado sus actividades, en consecuencia, tomamos la determinación de saludarnos bajo ese ritual al que estábamos acostumbrados desde hace muchos años, disfrutar de una aromática taza de café y, por supuesto, conversar sobre las vivencias cotidianas.

Para evitar el viaje en transporte público, el amigo de la cordura, en un mensaje de texto, me dijo que lo esperara y él pasaría por mí para llegar juntos al lugar de las reuniones, así lo acordamos y así se hizo, viajando de la ciudad rielera a la capital del estado, afortunadamente, traíamos un tiempo muy holgado para llegar, pues se sabía que por esa vía había muchas dificultades, así fue en efecto, transitar por la zona de la “Y” es un verdadero calvario, pues bajo el arbitrio de la constructora se hacen interrupciones al tránsito, sin mediar avisos, ni los señalamientos preventivos, la verdad es que, si bien es cierto que para mejorar cualquier vía de comunicación, siempre ocasionará contratiempos, pero, como en este caso, los problemas son tan evidentes que pareciera nadie hace nada por resolverlos; esto ha sido tan recurrente que mucha gente ha criticado los procesos de construcción, así como el tiempo en la realización de las obras, mucho tiempo y dinero se argumenta.

De cualquier manera, logramos sortear los obstáculos para finalmente llegar al lugar tan añorado, por la suspensión atemporal de las acostumbradas reuniones, fuimos los primeros en llegar, donde en efecto se notaban las medidas de seguridad en el cuidado de la salud; el lavado de manos y la aplicación de gel antibacterial, después de cumplir con esas obligaciones sanitarias; casi en el momento de ocupar nuestros lugares, llegaba el amigo de la bonanza ataviado con su cubrebocas, una careta transparente y unos guantes protectores, el saludo fue un choque de codos y, por supuesto, con la voz, aunque poco audible, pero se entendía lo que se había dicho; en seguida escuchamos una discusión en la entrada del establecimiento con alguien que no cumplía con los requisitos para poder entrar, cuando nos dimos cuenta, el “desobediente” era justamente nuestro amigo de la beligerancia, en ocasiones exagerada, de alguna manera lo convencimos para que se pusiera un cubrebocas, se lavara las manos y se pusiera gel, con eso tenía la posibilidad de entrar e incorporarse a la reunión.

De inmediato, al sentarnos todos en torno a la mesa, se tomó el incidente para comentar la postura de cada quien, como también era la costumbre, el recién llegado, de inmediato dijo, la verdad, me parece, que ustedes no escucharon las indicaciones de que, en Tlaxcala, ya habíamos pasado a la fase del color naranja y, por eso, ya había más libertad para realizar las actividades cotidianas de manera normal, por eso, el cubrebocas ya no es necesario, y evitar los excesos en el uso de este objeto que a la larga puede causar un problema diferente, miren si no, decía señalando al amigo de la bonanza, tantas objetos y ni siquiera sabemos si siempre porta todo eso que trae encima…

No se trata de exageraciones, me atreví a intervenir, aquí lo importante, es que mientras más cuidado tengamos, mayor seguridad de evitar algún contagio, recuerden que ya pasamos las seis décadas y somos de los más susceptibles en adquirir una enfermedad, además recuerda, le dije particularmente al interpelado, tú tienes la diabetes y tienes sobrepeso, más cuidado debes tener para evitarte problemas en la salud.

La salud es la unidad que da valor a todos los ceros de la vida

Bernard Le Bouvier de Fontanelle

Con la pretensión de hacer un intento por adecuarnos a las nuevas condiciones de vida, obligadas por la pandemia, acordamos reiniciar las reuniones entre nosotros, para ello, el amigo de la bonanza, a través de previas llamadas telefónicas, nos hizo la convocatoria respectiva, acordando la fecha y la hora, del lugar, sabíamos que también ya había reactivado sus actividades, en consecuencia, tomamos la determinación de saludarnos bajo ese ritual al que estábamos acostumbrados desde hace muchos años, disfrutar de una aromática taza de café y, por supuesto, conversar sobre las vivencias cotidianas.

Para evitar el viaje en transporte público, el amigo de la cordura, en un mensaje de texto, me dijo que lo esperara y él pasaría por mí para llegar juntos al lugar de las reuniones, así lo acordamos y así se hizo, viajando de la ciudad rielera a la capital del estado, afortunadamente, traíamos un tiempo muy holgado para llegar, pues se sabía que por esa vía había muchas dificultades, así fue en efecto, transitar por la zona de la “Y” es un verdadero calvario, pues bajo el arbitrio de la constructora se hacen interrupciones al tránsito, sin mediar avisos, ni los señalamientos preventivos, la verdad es que, si bien es cierto que para mejorar cualquier vía de comunicación, siempre ocasionará contratiempos, pero, como en este caso, los problemas son tan evidentes que pareciera nadie hace nada por resolverlos; esto ha sido tan recurrente que mucha gente ha criticado los procesos de construcción, así como el tiempo en la realización de las obras, mucho tiempo y dinero se argumenta.

De cualquier manera, logramos sortear los obstáculos para finalmente llegar al lugar tan añorado, por la suspensión atemporal de las acostumbradas reuniones, fuimos los primeros en llegar, donde en efecto se notaban las medidas de seguridad en el cuidado de la salud; el lavado de manos y la aplicación de gel antibacterial, después de cumplir con esas obligaciones sanitarias; casi en el momento de ocupar nuestros lugares, llegaba el amigo de la bonanza ataviado con su cubrebocas, una careta transparente y unos guantes protectores, el saludo fue un choque de codos y, por supuesto, con la voz, aunque poco audible, pero se entendía lo que se había dicho; en seguida escuchamos una discusión en la entrada del establecimiento con alguien que no cumplía con los requisitos para poder entrar, cuando nos dimos cuenta, el “desobediente” era justamente nuestro amigo de la beligerancia, en ocasiones exagerada, de alguna manera lo convencimos para que se pusiera un cubrebocas, se lavara las manos y se pusiera gel, con eso tenía la posibilidad de entrar e incorporarse a la reunión.

De inmediato, al sentarnos todos en torno a la mesa, se tomó el incidente para comentar la postura de cada quien, como también era la costumbre, el recién llegado, de inmediato dijo, la verdad, me parece, que ustedes no escucharon las indicaciones de que, en Tlaxcala, ya habíamos pasado a la fase del color naranja y, por eso, ya había más libertad para realizar las actividades cotidianas de manera normal, por eso, el cubrebocas ya no es necesario, y evitar los excesos en el uso de este objeto que a la larga puede causar un problema diferente, miren si no, decía señalando al amigo de la bonanza, tantas objetos y ni siquiera sabemos si siempre porta todo eso que trae encima…

No se trata de exageraciones, me atreví a intervenir, aquí lo importante, es que mientras más cuidado tengamos, mayor seguridad de evitar algún contagio, recuerden que ya pasamos las seis décadas y somos de los más susceptibles en adquirir una enfermedad, además recuerda, le dije particularmente al interpelado, tú tienes la diabetes y tienes sobrepeso, más cuidado debes tener para evitarte problemas en la salud.