/ viernes 4 de septiembre de 2020

Anatomía de lo Social | Mis tres amigos y la sanitización

Las epidemias han tenido más influencia que los gobiernos en nuestra historia.

George Bernard Shaw

Con mucho cuidado, respetando los protocolos de seguridad, habíamos decidido, previa acuerdo generalizado, reunirnos, otra vez, durante este periodo de la pandemia, cuando iba en camino, pude percatarme, como no había ocurrido en días anteriores, que mucha gente usaba el cubrebocas para evitar algún contagio; desde luego, también, se podían notar, algunas personas que desafortunadamente, no lo usaban correctamente, otros, en apariencia, sintiéndose inmortales, caminaban con gallardía, mostrando con orgullo, su ignorancia ante la posibilidad de adquirir el letal virus; con esas observaciones, de lo que ocurre casi a diario, llegué al lugar de las reuniones, ahora tan espaciadas por las circunstancias del contexto.

Al llegar, a ese lugar tan añorado, con el saludo solo por la voz, y uno que otro choque de antebrazos, de inmediato solicitamos se nos sirviera la taza de café que servía como el buen pretexto para mantener vivas nuestras relaciones de confianza y de amistad, una vez teniendo la bebida frente a cada quien. El amigo de la bonanza, levantado la mano izquierda, en señal de querer tomar la palabra, mientras con la otra aprovechaba para darle un sorbo a su café, terminando, se dirigió a todo el grupo para decir: me parece que debemos de retomar las reuniones de cada fin de mes, pues ya se ha declarado el cambio en Tlaxcala del semáforo al color amarillo, lo que significa que ya es posible hacer lo que en antaño estábamos acostumbrados; obvio, cuidando las normas respectivas para evitar algún problema que pudiera afectar nuestra salud…

Espera un momento -le interrumpieron en su discurso- en primer lugar, por supuesto que estoy de acuerdo en retomar los tiempos de nuestras reuniones, bien nos hace falta para romper con la monotonía que se tiene al pretender guardarse en casa, sin embargo, no se puede caminar con ligereza, como lo hace mucha gente, al creer, como lo ha expuesto en otras ocasiones nuestro amigo el que escribe -decía mientras me señalaba- que un decreto no puede terminar con los peligros latentes en esta temporada de contingencia; por eso, creo, debemos mantener, además de la calma, la fuerza mental y emocional suficientes para salir avantes de esto que, estoy seguro, pronto habrá de terminarse…

Para romper un poco con las costumbres, decidí hacer también un comentario, al respecto de lo dicho, es cierto -comencé- que los espacios de nuestras reuniones presenciales se han distanciado en el tiempo, no así en nuestra amistad, pues, aunque la percepción sobre el problema que nos afecta es indistinto, el común es el de darle continuidad a todo eso a lo que estábamos acostumbrados, por eso, creo, que debemos concientizar a toda la gente para que utilice todos los medios para terminar con esto que lleva más de medio año, es decir, cuidarnos los unos a los otros…

Tienes razón -le reviraron el comentario- desafortunadamente, no solo es tarea de la ciudadanía, también de las autoridades en cualquiera de sus niveles, invirtiendo los presupuestos necesarios, para obligar a las personas a cumplir con los requisitos de cuidado y, sobretodo, darle un seguimiento, a las medidas impuestas en aras de combatir el multicitado fenómeno de la pandemia.

Aunque ya se ha magnificado, no sé si para bien o para mal, este problema de salud, por la que estamos atravesando, ha generado discusiones, muchas veces contradictorias, sobre los cuidados personales y familiares, de ahí tantos programas institucionales, entre los que se destacan, “quédate en casa”, toma la sana distancia, usa el cubrebocas correctamente, etc…

Sin embargo, en contrasentido, la imposibilidad de muchos por cumplir con las medidas, sean por cuestiones de economía, o de trabajo, me parece, que eso ha obligado a las autoridades a mencionar que Tlaxcala se encuentra en el color amarillo del semáforo.

Las epidemias han tenido más influencia que los gobiernos en nuestra historia.

George Bernard Shaw

Con mucho cuidado, respetando los protocolos de seguridad, habíamos decidido, previa acuerdo generalizado, reunirnos, otra vez, durante este periodo de la pandemia, cuando iba en camino, pude percatarme, como no había ocurrido en días anteriores, que mucha gente usaba el cubrebocas para evitar algún contagio; desde luego, también, se podían notar, algunas personas que desafortunadamente, no lo usaban correctamente, otros, en apariencia, sintiéndose inmortales, caminaban con gallardía, mostrando con orgullo, su ignorancia ante la posibilidad de adquirir el letal virus; con esas observaciones, de lo que ocurre casi a diario, llegué al lugar de las reuniones, ahora tan espaciadas por las circunstancias del contexto.

Al llegar, a ese lugar tan añorado, con el saludo solo por la voz, y uno que otro choque de antebrazos, de inmediato solicitamos se nos sirviera la taza de café que servía como el buen pretexto para mantener vivas nuestras relaciones de confianza y de amistad, una vez teniendo la bebida frente a cada quien. El amigo de la bonanza, levantado la mano izquierda, en señal de querer tomar la palabra, mientras con la otra aprovechaba para darle un sorbo a su café, terminando, se dirigió a todo el grupo para decir: me parece que debemos de retomar las reuniones de cada fin de mes, pues ya se ha declarado el cambio en Tlaxcala del semáforo al color amarillo, lo que significa que ya es posible hacer lo que en antaño estábamos acostumbrados; obvio, cuidando las normas respectivas para evitar algún problema que pudiera afectar nuestra salud…

Espera un momento -le interrumpieron en su discurso- en primer lugar, por supuesto que estoy de acuerdo en retomar los tiempos de nuestras reuniones, bien nos hace falta para romper con la monotonía que se tiene al pretender guardarse en casa, sin embargo, no se puede caminar con ligereza, como lo hace mucha gente, al creer, como lo ha expuesto en otras ocasiones nuestro amigo el que escribe -decía mientras me señalaba- que un decreto no puede terminar con los peligros latentes en esta temporada de contingencia; por eso, creo, debemos mantener, además de la calma, la fuerza mental y emocional suficientes para salir avantes de esto que, estoy seguro, pronto habrá de terminarse…

Para romper un poco con las costumbres, decidí hacer también un comentario, al respecto de lo dicho, es cierto -comencé- que los espacios de nuestras reuniones presenciales se han distanciado en el tiempo, no así en nuestra amistad, pues, aunque la percepción sobre el problema que nos afecta es indistinto, el común es el de darle continuidad a todo eso a lo que estábamos acostumbrados, por eso, creo, que debemos concientizar a toda la gente para que utilice todos los medios para terminar con esto que lleva más de medio año, es decir, cuidarnos los unos a los otros…

Tienes razón -le reviraron el comentario- desafortunadamente, no solo es tarea de la ciudadanía, también de las autoridades en cualquiera de sus niveles, invirtiendo los presupuestos necesarios, para obligar a las personas a cumplir con los requisitos de cuidado y, sobretodo, darle un seguimiento, a las medidas impuestas en aras de combatir el multicitado fenómeno de la pandemia.

Aunque ya se ha magnificado, no sé si para bien o para mal, este problema de salud, por la que estamos atravesando, ha generado discusiones, muchas veces contradictorias, sobre los cuidados personales y familiares, de ahí tantos programas institucionales, entre los que se destacan, “quédate en casa”, toma la sana distancia, usa el cubrebocas correctamente, etc…

Sin embargo, en contrasentido, la imposibilidad de muchos por cumplir con las medidas, sean por cuestiones de economía, o de trabajo, me parece, que eso ha obligado a las autoridades a mencionar que Tlaxcala se encuentra en el color amarillo del semáforo.