/ viernes 3 de junio de 2022

Anatomía de lo social | Pleitos

Si existe algún conflicto entre el mundo natural y moral, entre la realidad y la conciencia, la conciencia es la que debe llevar la razón.

Henry F. Amiel

Casi siempre hay buenos pretextos para distraer la conciencia pública, pretendiendo ocultar realidades del acontecer cotidiano, más aún cuando existen intereses particulares para hacerlo, convirtiendo estas actitudes y acciones en un estilo de comportamiento usado bajo el supuesto de recibir la aprobación de quienes atestiguan este fenómeno, ejemplo, lo que ocurre en el Congreso, especialmente en la Cámara de Diputados; como en el caso, del pasado reciente, de una legisladora en contra de uno de sus iguales, mediante el uso de un adjetivo “descalificativo” por usar un sobrenombre, muy popular en su momento, de acuerdo a su apariencia, así se hizo evidente al comparar a este personaje con “Changoleón”, repitiendo varias veces el “agravio”.

El emotivo uso de la tribuna para injuriar al diputado Noroña, así se entendió lo dicho por Lilly Téllez, acusándolo de clasista y racista, evidenció, contradictoriamente, al referirse comparativa y despectivamente a un popular personaje aparecido en las calles de la Ciudad de México; desde luego, comentarios que le han valido el ser llamada “lady insultos”, desde luego que sus exclamaciones también recibieron el aval del diputado Mario Zamora, quien con una muestra de fortaleza y valor, retó a golpes al vilipendiado diputado, dejando claramente expuesto que es mejor la violencia que dedicarse a generar iniciativas para el beneficio de la colectividad.

Este pleito, como otros ocurridos en el pasado reciente y otros no tantos, posibilitan la oportunidad de encontrar algunas de las intenciones “ocultas” cuyo propósito es la descalificación entre la clase política y los partidos a los que pertenecen, sobre todo ahora que se llevarán al cabo elecciones en seis estados del país; obviamente entonces, esta sería una de las primeras estrategias para conseguir la aprobación de los electores mediante los pleitos mediáticos entre los oponentes.

Otra de las tantas estrategias usadas por los contendientes han sido las acusaciones a través del uso de grabaciones telefónicas, donde los conversadores pertenecen, al ser parte de una elite, a un partido político, cuya imagen se encuentra, de por sí, ya muy deteriorada; abonando con este tipo de publicaciones a la negación de participación ciudadana en los tiempos electorales.

De alguna manera, los conflictos generados en aras de conseguir posesionarse del poder y la autoridad en los gobiernos han convertido la aparente democracia en un pleito callejero, donde el ganador resulta ser el más fuerte o aquellos que le echan montón al adversario, sin importar las formas, patada o trompón, telefonazos o insultos y descalificaciones, donde no existe el árbitro para mediar y determinar quién es el ganador, ya sea porque quedó de pie o por el retiro del contrincante; sirva esta metáfora para ilustrar la base de las próximas elecciones y el preludio para el inicio del cambio en el año 2024.

Desde luego, más allá de los enfrentamientos, le queda al pueblo de los comunes una diversidad de interpretaciones sobre los métodos usados en una lucha por conseguir los intereses particulares, traducidos en la obtención del poder; como quiera que sea, se puede suponer, los resultados que se obtengan en los seis estados donde se llevarán a cabo elecciones servirán como el termómetro, aunque todo puede cambiar, para medir la participación y decisión de los ciudadanos en el futuro.

Entones, desde otra perspectiva, queda en el ánimo del ciudadano la preocupación de saber cómo es tan fácil la intervención telefónica, donde la privacidad se ha perdido, es decir, ahora todo aquello que en una plática interpersonal queda expuesto ante quienes operan las tecnologías de los medios de comunicación, luego entonces, se acabaron los derechos individuales y la intimidad de las conversaciones, aunque se usen palabras clave, todo tendrá una facilidad para distinguir lo que verdaderamente se quiere decir, como les ocurrió al presidente de un partido y a un exgobernador de Chiapas.

Con todo esto, es posible que las estrategias a seguir en el camino a las elecciones, de cualquier índole, serán las descalificaciones, los insultos, las agresiones, para inhibir las intenciones del voto, así como el desalentar la participación de las personas, quedando atrás el robo de urnas, el carrusel, el voto doble, en fin; lo importante para los contendientes es ganar, pues “el fin justifica los medios”.

Finalmente, con todo lo que mediáticamente se ha conseguido, también se ha despertado la morbosidad popular por observar la pobreza legislativa, permeada de todo menos de voluntad para conciliar, de proponer iniciativas que le aporten a la gente, cuando menos, la esperanza de un cambio para mejorar la calidad y el nivel de vida, a los que se tienen el derecho, que se preocupen porque los presupuestos se apliquen donde se debe, que los recursos no se escatimen, ni en la salud ni en la educación, pilares fundamentales para el desarrollo armonioso de cualquier sociedad; que trabajen verdaderamente para justificar las cantidades millonarias que cobran por año; eso sería fundamental, dicho de otra manera, que los legisladores se pongan a trabajar y terminen con los enfrentamientos y los pleitos.


Si existe algún conflicto entre el mundo natural y moral, entre la realidad y la conciencia, la conciencia es la que debe llevar la razón.

Henry F. Amiel

Casi siempre hay buenos pretextos para distraer la conciencia pública, pretendiendo ocultar realidades del acontecer cotidiano, más aún cuando existen intereses particulares para hacerlo, convirtiendo estas actitudes y acciones en un estilo de comportamiento usado bajo el supuesto de recibir la aprobación de quienes atestiguan este fenómeno, ejemplo, lo que ocurre en el Congreso, especialmente en la Cámara de Diputados; como en el caso, del pasado reciente, de una legisladora en contra de uno de sus iguales, mediante el uso de un adjetivo “descalificativo” por usar un sobrenombre, muy popular en su momento, de acuerdo a su apariencia, así se hizo evidente al comparar a este personaje con “Changoleón”, repitiendo varias veces el “agravio”.

El emotivo uso de la tribuna para injuriar al diputado Noroña, así se entendió lo dicho por Lilly Téllez, acusándolo de clasista y racista, evidenció, contradictoriamente, al referirse comparativa y despectivamente a un popular personaje aparecido en las calles de la Ciudad de México; desde luego, comentarios que le han valido el ser llamada “lady insultos”, desde luego que sus exclamaciones también recibieron el aval del diputado Mario Zamora, quien con una muestra de fortaleza y valor, retó a golpes al vilipendiado diputado, dejando claramente expuesto que es mejor la violencia que dedicarse a generar iniciativas para el beneficio de la colectividad.

Este pleito, como otros ocurridos en el pasado reciente y otros no tantos, posibilitan la oportunidad de encontrar algunas de las intenciones “ocultas” cuyo propósito es la descalificación entre la clase política y los partidos a los que pertenecen, sobre todo ahora que se llevarán al cabo elecciones en seis estados del país; obviamente entonces, esta sería una de las primeras estrategias para conseguir la aprobación de los electores mediante los pleitos mediáticos entre los oponentes.

Otra de las tantas estrategias usadas por los contendientes han sido las acusaciones a través del uso de grabaciones telefónicas, donde los conversadores pertenecen, al ser parte de una elite, a un partido político, cuya imagen se encuentra, de por sí, ya muy deteriorada; abonando con este tipo de publicaciones a la negación de participación ciudadana en los tiempos electorales.

De alguna manera, los conflictos generados en aras de conseguir posesionarse del poder y la autoridad en los gobiernos han convertido la aparente democracia en un pleito callejero, donde el ganador resulta ser el más fuerte o aquellos que le echan montón al adversario, sin importar las formas, patada o trompón, telefonazos o insultos y descalificaciones, donde no existe el árbitro para mediar y determinar quién es el ganador, ya sea porque quedó de pie o por el retiro del contrincante; sirva esta metáfora para ilustrar la base de las próximas elecciones y el preludio para el inicio del cambio en el año 2024.

Desde luego, más allá de los enfrentamientos, le queda al pueblo de los comunes una diversidad de interpretaciones sobre los métodos usados en una lucha por conseguir los intereses particulares, traducidos en la obtención del poder; como quiera que sea, se puede suponer, los resultados que se obtengan en los seis estados donde se llevarán a cabo elecciones servirán como el termómetro, aunque todo puede cambiar, para medir la participación y decisión de los ciudadanos en el futuro.

Entones, desde otra perspectiva, queda en el ánimo del ciudadano la preocupación de saber cómo es tan fácil la intervención telefónica, donde la privacidad se ha perdido, es decir, ahora todo aquello que en una plática interpersonal queda expuesto ante quienes operan las tecnologías de los medios de comunicación, luego entonces, se acabaron los derechos individuales y la intimidad de las conversaciones, aunque se usen palabras clave, todo tendrá una facilidad para distinguir lo que verdaderamente se quiere decir, como les ocurrió al presidente de un partido y a un exgobernador de Chiapas.

Con todo esto, es posible que las estrategias a seguir en el camino a las elecciones, de cualquier índole, serán las descalificaciones, los insultos, las agresiones, para inhibir las intenciones del voto, así como el desalentar la participación de las personas, quedando atrás el robo de urnas, el carrusel, el voto doble, en fin; lo importante para los contendientes es ganar, pues “el fin justifica los medios”.

Finalmente, con todo lo que mediáticamente se ha conseguido, también se ha despertado la morbosidad popular por observar la pobreza legislativa, permeada de todo menos de voluntad para conciliar, de proponer iniciativas que le aporten a la gente, cuando menos, la esperanza de un cambio para mejorar la calidad y el nivel de vida, a los que se tienen el derecho, que se preocupen porque los presupuestos se apliquen donde se debe, que los recursos no se escatimen, ni en la salud ni en la educación, pilares fundamentales para el desarrollo armonioso de cualquier sociedad; que trabajen verdaderamente para justificar las cantidades millonarias que cobran por año; eso sería fundamental, dicho de otra manera, que los legisladores se pongan a trabajar y terminen con los enfrentamientos y los pleitos.