/ viernes 5 de noviembre de 2021

Anatomía de lo Social | Presencialidad

Desde diferentes perspectivas puede apreciarse el regreso de millones de estudiantes a las escuelas, en independencia a las declaratorias vertidas por las autoridades de gobierno, dejándolos a consideración particular la decisión para hacerlo o no; de cualquier manera, de acuerdo a lo esperado por muchos, haber retornado a las aulas provocó que el sistema educativo se convirtiera en el eje rector para mover todas esas áreas que le circundan, en especial aquellas cuya importancia se refiere a la economía.

Innegable entonces que estas acciones tendrán la obligación de enfrentar los rezagos educativos provocados por la pandemia, pues no se podrá negar que ese será el factor obligado para hacer una reestructuración en los planes y los programas educativos, cuyo objetivo no solo sean los tiempos perdidos, sino el aprendizaje de los alumnos; por supuesto, deberá existir la necesidad de propiciar tiempos adicionales para la estancia en los salones de clase.

Aunque esto supone la posibilidad de encontrar resistencias, es cuando deberá existir la obligatoriedad de estudiar, no visto solo como el requisito de estar en un salón, por el contrario, sino la recuperación de aquellos conocimientos que no se lograron a través de la tecnología; para ello, la disponibilidad de todos los actores en estos procesos educativos debe ser bajo los criterios de compromiso y responsabilidad total.

Emotivo fue el retorno, aunque sin lograr el cien por ciento de asistencia, quienes llegaron a las instituciones educativas evidenciaban el interés por el regreso, cumpliendo con las medidas sanitarias para ello, cuando menos eso es lo que se percibió a la entrada de algunas escuelas, la aplicación de gel antibacterial, la toma de temperatura, el uso del cubre bocas, el tapete sanitizante, en fin, con todos los cuidados extremos para prevenir cualquier situación atentatoria contra la salud.

También se pudieron observar cómo se disfrutaba el saludo entre condiscípulos con los maestros y maestras, inclusive entre algunos padres de familia, cuya coincidencia por llevar a sus hijos a la entrada del colegio había fomentado una relación de afectos; obvio, al interior, la algarabía no era menor, todo mundo se saludaba después de haber dejado de hacerlo durante mucho tiempo.

Estas vivencias, así se estima, ocurrieron en muchos lugares, todo indicaba que, cuando menos por el momento, se dejaba atrás una página negra escrita por la malignidad de un perverso virus, ojalá, también se pudo escuchar, que no se presente ningún rebrote, y que esto del regreso a las clases solo sea breve y riesgoso.

De lo que posiblemente también se retome, serán las formas tradicionales que se ocupan para tener presente la pertenencia a una institución educativa, es decir, la obligatoriedad de portar un uniforme, así como la adquisición de los útiles escolares; en conciencia, ojalá se permita un espacio de tiempo para su adquisición, pues las precarias condiciones económicas así lo exigen.

Más allá de las estadísticas y de las instrucciones para regresar a clases, ojalá se hayan tomado las medidas pertinentes para que los estudiantes tengan la seguridad de que se encuentran en un lugar confortable y seguro; pues no es solo la disposición verbal, pues se tendrán que disponer recursos para facilitar el acceso y permanencia de quienes forman parte, en adicional, a la escuela, es decir, personal docente, administrativo y de imagen.

Ante la emoción del retorno, como se ha mencionado, la presencialidad, no puede entenderse a la simpleza de estar, sino al aprovechamiento de los tiempos; que se renueve la conciencia colectiva, para enfrentar, todo aquello que ha dejado esta ausencia infinita de las escuelas, que convirtió a los padres en maestros, al autodidactismo en una fórmula imperfecta para estudiar, a los profesores en solo manipuladores de la tecnología, porque muchos no estaban preparados para manejar una computadora, mucho menos para enseñar a través de ella, el retraso para aquellos cuyas limitaciones económicas les impidió cumplir con las expectativas construidas desde un escritorio, entre otras tantas cosas.

Finalmente, para quienes están convencidos de que la mejor forma de enseñar y de aprender, siempre será con el contacto directo entre profesores y estudiantes, entendiéndose que se facilita la retroalimentación, se logra la convivencia entre iguales, se propicia el intercambio de las ideas; se aumenta el aprovechamiento y rendimiento escolar, se podrán reducir el abandono y el ausentismo; y se logrará como consecuencia el fin de la educación, formar hombres y mujeres libres de pensamiento, en aras de ser buenos ciudadanos; aunque pueden existir otros aspectos, los mencionados, deberán lograrse con la ya mencionada presencialidad.

Desde diferentes perspectivas puede apreciarse el regreso de millones de estudiantes a las escuelas, en independencia a las declaratorias vertidas por las autoridades de gobierno, dejándolos a consideración particular la decisión para hacerlo o no; de cualquier manera, de acuerdo a lo esperado por muchos, haber retornado a las aulas provocó que el sistema educativo se convirtiera en el eje rector para mover todas esas áreas que le circundan, en especial aquellas cuya importancia se refiere a la economía.

Innegable entonces que estas acciones tendrán la obligación de enfrentar los rezagos educativos provocados por la pandemia, pues no se podrá negar que ese será el factor obligado para hacer una reestructuración en los planes y los programas educativos, cuyo objetivo no solo sean los tiempos perdidos, sino el aprendizaje de los alumnos; por supuesto, deberá existir la necesidad de propiciar tiempos adicionales para la estancia en los salones de clase.

Aunque esto supone la posibilidad de encontrar resistencias, es cuando deberá existir la obligatoriedad de estudiar, no visto solo como el requisito de estar en un salón, por el contrario, sino la recuperación de aquellos conocimientos que no se lograron a través de la tecnología; para ello, la disponibilidad de todos los actores en estos procesos educativos debe ser bajo los criterios de compromiso y responsabilidad total.

Emotivo fue el retorno, aunque sin lograr el cien por ciento de asistencia, quienes llegaron a las instituciones educativas evidenciaban el interés por el regreso, cumpliendo con las medidas sanitarias para ello, cuando menos eso es lo que se percibió a la entrada de algunas escuelas, la aplicación de gel antibacterial, la toma de temperatura, el uso del cubre bocas, el tapete sanitizante, en fin, con todos los cuidados extremos para prevenir cualquier situación atentatoria contra la salud.

También se pudieron observar cómo se disfrutaba el saludo entre condiscípulos con los maestros y maestras, inclusive entre algunos padres de familia, cuya coincidencia por llevar a sus hijos a la entrada del colegio había fomentado una relación de afectos; obvio, al interior, la algarabía no era menor, todo mundo se saludaba después de haber dejado de hacerlo durante mucho tiempo.

Estas vivencias, así se estima, ocurrieron en muchos lugares, todo indicaba que, cuando menos por el momento, se dejaba atrás una página negra escrita por la malignidad de un perverso virus, ojalá, también se pudo escuchar, que no se presente ningún rebrote, y que esto del regreso a las clases solo sea breve y riesgoso.

De lo que posiblemente también se retome, serán las formas tradicionales que se ocupan para tener presente la pertenencia a una institución educativa, es decir, la obligatoriedad de portar un uniforme, así como la adquisición de los útiles escolares; en conciencia, ojalá se permita un espacio de tiempo para su adquisición, pues las precarias condiciones económicas así lo exigen.

Más allá de las estadísticas y de las instrucciones para regresar a clases, ojalá se hayan tomado las medidas pertinentes para que los estudiantes tengan la seguridad de que se encuentran en un lugar confortable y seguro; pues no es solo la disposición verbal, pues se tendrán que disponer recursos para facilitar el acceso y permanencia de quienes forman parte, en adicional, a la escuela, es decir, personal docente, administrativo y de imagen.

Ante la emoción del retorno, como se ha mencionado, la presencialidad, no puede entenderse a la simpleza de estar, sino al aprovechamiento de los tiempos; que se renueve la conciencia colectiva, para enfrentar, todo aquello que ha dejado esta ausencia infinita de las escuelas, que convirtió a los padres en maestros, al autodidactismo en una fórmula imperfecta para estudiar, a los profesores en solo manipuladores de la tecnología, porque muchos no estaban preparados para manejar una computadora, mucho menos para enseñar a través de ella, el retraso para aquellos cuyas limitaciones económicas les impidió cumplir con las expectativas construidas desde un escritorio, entre otras tantas cosas.

Finalmente, para quienes están convencidos de que la mejor forma de enseñar y de aprender, siempre será con el contacto directo entre profesores y estudiantes, entendiéndose que se facilita la retroalimentación, se logra la convivencia entre iguales, se propicia el intercambio de las ideas; se aumenta el aprovechamiento y rendimiento escolar, se podrán reducir el abandono y el ausentismo; y se logrará como consecuencia el fin de la educación, formar hombres y mujeres libres de pensamiento, en aras de ser buenos ciudadanos; aunque pueden existir otros aspectos, los mencionados, deberán lograrse con la ya mencionada presencialidad.