/ viernes 24 de julio de 2020

Anatomía de lo Social | Vida

No hay cosa que los humanos traten de conservar tanto, ni que administren tan mal, como su propia vida.

Cicerón

Por donde quiera se le pueda ver, la vida de las personas ha sufrido, en estos tiempos de pandemia, una de las más graves crisis de las que se pueda tener memoria, no solo por sus causas, sino por todas sus consecuencias; afectándose todas las actividades que se desarrollaban en apariencia tranquilas. Hoy, la economía ha sumido en la miseria a millones de personas, subsistiendo, por la generosidad de los iguales, familias solidarias con sus integrantes, buscando las mejores formas para mantenerse en condiciones, aunque muy precarias, esforzándose para salir adelante.

Con esta base, puede entenderse que la economía define la situación del país y, por ende, la de sus habitantes; ni siquiera puede responsabilizarse únicamente al sistema de Gobierno, pues sus programas asistenciales apenas son un paliativo menor en la atención a los problemas reales que se presentan todos los días. Por eso, esta vez la dirección de las responsabilidades en la aplicación de las medidas sanitarias, salpican a cientos de personas cuya ignorancia rebasa la estupidez de la conciencia.

Solo basta mirar alrededor para dar testimonio de que muy poca gente está dispuesta a cuidar su vida y la de los demás, usan, como debe de ser, el cubrebocas, otros se atreven a usar máscaras transparentes, que hacen un doble filtro para contrarrestar cualquier riesgo, sin embargo, en contrasentido, hay quienes hasta presumen en las calles por caminar sin la menor medida de seguridad, exponiendo, no solo su integridad personal, sino además la de quienes tienen la desgracia de cruzarse en su camino.

Por eso, hoy arengo a quienes sí queremos a nuestra familia a exigir a quienes no cumplan con las medidas de seguridad, a denunciar ante las autoridades a expendedores de alimentos que hagan caso omiso de atención a los requisitos necesarios y obligatorios para cuidar a la gente. También en el transporte público y colectivo debe exigirse a los usuarios a cumplir con esta obligación moral del cuidado generalizado.

Cuando hay gente inescrupulosa, debe haber personas que hagan lo contrario, por eso, si alguien va a comprar a un lugar donde los empleados y cocineros no cumplen con las normas establecidas, no consuman, de lo contrario, se pueden convertir en posibles personas contagiadas, de preferencia comer en casa, quizá dentro de algún tiempo todo podrá volver a la normalidad anterior.

En este mismo sentido, si se necesita abordar un trasporte colectivo y el operador no lleva protección, deberá exigírsele, así como a los usuarios que estén en el mismo supuesto, desde luego, aquí es donde las autoridades de la Guardia Nacional y todas sus derivaciones, deben de estar al cuidado de la ciudadanía y no solo hacer base en algunos lugares donde no se sabe que es lo que vigilan; la seguridad también tiene que ver con el cuidado a la salud.

Más allá de obligaciones y deberes institucionales, del compromiso y la elogiable labor de los médicos, enfermeras y todo el personal involucrado para cuidar personas con problemas producidos por la perversidad de un virus; de la ciencia y los científicos que luchan cada día por encontrar la fórmula correcta para encontrar la vacuna contra el virus. Viene el contrasentido, la equivocada interpretación que se le ha dado al cambio de colores de un semáforo diseñado solo para justificar las acciones, supuestamente reclamadas al Gobierno, pero que encierran una verdad escalofriante.

Esto se puede asegurar fácilmente, el cambio, por decreto, de un color rojo a naranja no determina que los contagios se encuentren detenidos, por el contrario, ante la ligereza de muchas personas por querer divertirse, pasearse y andar por la calle sin ningún sentido, solo es la mejor forma de mantener la evolución de los contagios; por eso, las palabras convertidas en reclamo; ojalá la gente inconsciente defienda la vida de sus hijos, sin exponerlos, no hay necesidad y sí mucho peligro; dejen de exhibirse como si fueran super-humanos que creen que no les pasará nada, cuando la realidad puede ser otra; en fin, por favor respetemos a los demás y respetemos, por consecuencia natural, nuestra propia seguridad y nuestra vida.

No hay cosa que los humanos traten de conservar tanto, ni que administren tan mal, como su propia vida.

Cicerón

Por donde quiera se le pueda ver, la vida de las personas ha sufrido, en estos tiempos de pandemia, una de las más graves crisis de las que se pueda tener memoria, no solo por sus causas, sino por todas sus consecuencias; afectándose todas las actividades que se desarrollaban en apariencia tranquilas. Hoy, la economía ha sumido en la miseria a millones de personas, subsistiendo, por la generosidad de los iguales, familias solidarias con sus integrantes, buscando las mejores formas para mantenerse en condiciones, aunque muy precarias, esforzándose para salir adelante.

Con esta base, puede entenderse que la economía define la situación del país y, por ende, la de sus habitantes; ni siquiera puede responsabilizarse únicamente al sistema de Gobierno, pues sus programas asistenciales apenas son un paliativo menor en la atención a los problemas reales que se presentan todos los días. Por eso, esta vez la dirección de las responsabilidades en la aplicación de las medidas sanitarias, salpican a cientos de personas cuya ignorancia rebasa la estupidez de la conciencia.

Solo basta mirar alrededor para dar testimonio de que muy poca gente está dispuesta a cuidar su vida y la de los demás, usan, como debe de ser, el cubrebocas, otros se atreven a usar máscaras transparentes, que hacen un doble filtro para contrarrestar cualquier riesgo, sin embargo, en contrasentido, hay quienes hasta presumen en las calles por caminar sin la menor medida de seguridad, exponiendo, no solo su integridad personal, sino además la de quienes tienen la desgracia de cruzarse en su camino.

Por eso, hoy arengo a quienes sí queremos a nuestra familia a exigir a quienes no cumplan con las medidas de seguridad, a denunciar ante las autoridades a expendedores de alimentos que hagan caso omiso de atención a los requisitos necesarios y obligatorios para cuidar a la gente. También en el transporte público y colectivo debe exigirse a los usuarios a cumplir con esta obligación moral del cuidado generalizado.

Cuando hay gente inescrupulosa, debe haber personas que hagan lo contrario, por eso, si alguien va a comprar a un lugar donde los empleados y cocineros no cumplen con las normas establecidas, no consuman, de lo contrario, se pueden convertir en posibles personas contagiadas, de preferencia comer en casa, quizá dentro de algún tiempo todo podrá volver a la normalidad anterior.

En este mismo sentido, si se necesita abordar un trasporte colectivo y el operador no lleva protección, deberá exigírsele, así como a los usuarios que estén en el mismo supuesto, desde luego, aquí es donde las autoridades de la Guardia Nacional y todas sus derivaciones, deben de estar al cuidado de la ciudadanía y no solo hacer base en algunos lugares donde no se sabe que es lo que vigilan; la seguridad también tiene que ver con el cuidado a la salud.

Más allá de obligaciones y deberes institucionales, del compromiso y la elogiable labor de los médicos, enfermeras y todo el personal involucrado para cuidar personas con problemas producidos por la perversidad de un virus; de la ciencia y los científicos que luchan cada día por encontrar la fórmula correcta para encontrar la vacuna contra el virus. Viene el contrasentido, la equivocada interpretación que se le ha dado al cambio de colores de un semáforo diseñado solo para justificar las acciones, supuestamente reclamadas al Gobierno, pero que encierran una verdad escalofriante.

Esto se puede asegurar fácilmente, el cambio, por decreto, de un color rojo a naranja no determina que los contagios se encuentren detenidos, por el contrario, ante la ligereza de muchas personas por querer divertirse, pasearse y andar por la calle sin ningún sentido, solo es la mejor forma de mantener la evolución de los contagios; por eso, las palabras convertidas en reclamo; ojalá la gente inconsciente defienda la vida de sus hijos, sin exponerlos, no hay necesidad y sí mucho peligro; dejen de exhibirse como si fueran super-humanos que creen que no les pasará nada, cuando la realidad puede ser otra; en fin, por favor respetemos a los demás y respetemos, por consecuencia natural, nuestra propia seguridad y nuestra vida.