/ viernes 31 de diciembre de 2021

¡Año nuevo…!

Estamos a horas de iniciar un nuevo periplo temporal. El tiempo es un fantasma creado para medir la vida personal y las historias colectivas. Porque en las bastedades siderales el tiempo es absolutamente inexistente. Vamos al año 2022. Estos veinte siglos, el género humano creyó que la inmunidad de la naturaleza planetaria sería eterna. Ahora estamos exterminando las posibilidades de nuestra propia felicidad.

La destrucción del medio ambiente del orbe quizás nos orille a que en el futuro tengamos que relatar la historia con una mascarilla eterna en el rostro, vistiendo trajes sanitarios, encapsulados de por vida y como ancla de tiempo digamos: “Antes del Covid-19 y Después de…”. Pero bueno, esta es época para desearnos “Feliz año nuevo”. Y desde luego que tenemos derecho a la felicidad, pero debemos preguntarnos como individuos que tanto hacemos para merecerla, sí aportamos cada quien o solo esperamos que papa gobierno y los demás la hagan. Porque creo que venimos a la vida para buscar ser felices, y para serlo deberemos vencer una serie de malformaciones culturales.

La ONU nos advierte que “esta pandemia no es la última”. ¡Por supuesto que no! los científicos desde hace mucho lo advirtieron. Por el deterioro ambiental el planeta y sus componentes están a tono para diseminar rápido en el orbe enfermedades contagiosas. todo brote es candidato a pandemia. Por lo que conminó a los países a mejorar la vigilancia, los sistemas de salud, la detección temprana y la respuesta rápida, aparte de la investigación científica inmunizante.

La solidaridad mundial para frenar propagaciones. Pero estoy cierto que en el ámbito de las acciones individuales es más lo que podemos hacer. Solo mencionaré algunas: el consumo excesivo de carbohidratos, azucares, enlatados de colores sabores y conservadores químicos, grasas de origen animal y bebidas gaseosas. Procurar huertos caseros para el cultivo de verduras que, junto con frutas, cereales, consumamos de forma preferente. Abandonar la compulsión por el exceso de carne animal. La cultura del deporte cotidiano que propicie el óptimo metabolismo, adelgace a los “panzones”.

Aprende a respirar con técnicas que favorezcan el suministro de oxigeno a nuestro sistema circulatorio vía pulmones. Asolearnos para brindarle a nuestra piel la posibilidad de absorción de vitamina D. Consumir agua pura en abundancia. En fin, propiciar todo aquello que mantenga alto nuestro sistema inmune y nos proteja de las enfermedades. No usar detergentes químicos ni arrojarlos a las corrientes freáticas. No bolsas plásticas que inundan océanos y ríos

No arrojar basura desde el auto, no desechar cubrebocas en la calle, no escupir en público y cubrir nuestra tos y estornudos. usemos vehículos eléctricos no contaminantes. Formas ecológicas para desechar residuos del hogar. Los drenajes llevan miasmas, que ennegrecen los océanos. La cultura de huertos traseros. No a la comida industrializada, ni galletas y golosinas. Mas áreas verdes para circular y caminar, abandonemos al automóvil. La obra máxima del gobierno anterior fue un complejo de puentes y vías rápidas en el corazón del estado, paraíso para el automóvil y para la contaminación hacia los cielos.

Que bien comamos, bien respiremos, ejercitemos el organismo. Si queremos la verdadera felicidad, no basta con desearla, hay que construirla y mientras más la pidamos, más debemos procurarla a toda prisa porque el tiempo no espera. Demos pasos ciertos, valederos hacia la verdadera felicidad y no hagamos votos de un “feliz año nuevo” por el que nada hacemos para que llegue. ¡Somos los artífices de nuestra propia felicidad, no seamos contemplativos!

Este seria el aporte individual, pero falta el social y el del estado. En la siguiente entrega buscaré brevemente proponerla. Si como individuos aportamos, seguramente el porvenir resultara mas halagüeño. Pero si no, hasta demagógico resulta desearnos ¡feliz año nuevo!

Si queremos la verdadera felicidad, no basta con desearla, hay que construirla y mientras más la pidamos, más debemos procurarla a toda prisa porque el tiempo no espera. Demos pasos ciertos, valederos hacia la verdadera felicidad y no hagamos votos de un “feliz año nuevo” por el que nada hacemos para que llegue. ¡Somos los artífices de nuestra propia felicidad, no seamos contemplativos!


Estamos a horas de iniciar un nuevo periplo temporal. El tiempo es un fantasma creado para medir la vida personal y las historias colectivas. Porque en las bastedades siderales el tiempo es absolutamente inexistente. Vamos al año 2022. Estos veinte siglos, el género humano creyó que la inmunidad de la naturaleza planetaria sería eterna. Ahora estamos exterminando las posibilidades de nuestra propia felicidad.

La destrucción del medio ambiente del orbe quizás nos orille a que en el futuro tengamos que relatar la historia con una mascarilla eterna en el rostro, vistiendo trajes sanitarios, encapsulados de por vida y como ancla de tiempo digamos: “Antes del Covid-19 y Después de…”. Pero bueno, esta es época para desearnos “Feliz año nuevo”. Y desde luego que tenemos derecho a la felicidad, pero debemos preguntarnos como individuos que tanto hacemos para merecerla, sí aportamos cada quien o solo esperamos que papa gobierno y los demás la hagan. Porque creo que venimos a la vida para buscar ser felices, y para serlo deberemos vencer una serie de malformaciones culturales.

La ONU nos advierte que “esta pandemia no es la última”. ¡Por supuesto que no! los científicos desde hace mucho lo advirtieron. Por el deterioro ambiental el planeta y sus componentes están a tono para diseminar rápido en el orbe enfermedades contagiosas. todo brote es candidato a pandemia. Por lo que conminó a los países a mejorar la vigilancia, los sistemas de salud, la detección temprana y la respuesta rápida, aparte de la investigación científica inmunizante.

La solidaridad mundial para frenar propagaciones. Pero estoy cierto que en el ámbito de las acciones individuales es más lo que podemos hacer. Solo mencionaré algunas: el consumo excesivo de carbohidratos, azucares, enlatados de colores sabores y conservadores químicos, grasas de origen animal y bebidas gaseosas. Procurar huertos caseros para el cultivo de verduras que, junto con frutas, cereales, consumamos de forma preferente. Abandonar la compulsión por el exceso de carne animal. La cultura del deporte cotidiano que propicie el óptimo metabolismo, adelgace a los “panzones”.

Aprende a respirar con técnicas que favorezcan el suministro de oxigeno a nuestro sistema circulatorio vía pulmones. Asolearnos para brindarle a nuestra piel la posibilidad de absorción de vitamina D. Consumir agua pura en abundancia. En fin, propiciar todo aquello que mantenga alto nuestro sistema inmune y nos proteja de las enfermedades. No usar detergentes químicos ni arrojarlos a las corrientes freáticas. No bolsas plásticas que inundan océanos y ríos

No arrojar basura desde el auto, no desechar cubrebocas en la calle, no escupir en público y cubrir nuestra tos y estornudos. usemos vehículos eléctricos no contaminantes. Formas ecológicas para desechar residuos del hogar. Los drenajes llevan miasmas, que ennegrecen los océanos. La cultura de huertos traseros. No a la comida industrializada, ni galletas y golosinas. Mas áreas verdes para circular y caminar, abandonemos al automóvil. La obra máxima del gobierno anterior fue un complejo de puentes y vías rápidas en el corazón del estado, paraíso para el automóvil y para la contaminación hacia los cielos.

Que bien comamos, bien respiremos, ejercitemos el organismo. Si queremos la verdadera felicidad, no basta con desearla, hay que construirla y mientras más la pidamos, más debemos procurarla a toda prisa porque el tiempo no espera. Demos pasos ciertos, valederos hacia la verdadera felicidad y no hagamos votos de un “feliz año nuevo” por el que nada hacemos para que llegue. ¡Somos los artífices de nuestra propia felicidad, no seamos contemplativos!

Este seria el aporte individual, pero falta el social y el del estado. En la siguiente entrega buscaré brevemente proponerla. Si como individuos aportamos, seguramente el porvenir resultara mas halagüeño. Pero si no, hasta demagógico resulta desearnos ¡feliz año nuevo!

Si queremos la verdadera felicidad, no basta con desearla, hay que construirla y mientras más la pidamos, más debemos procurarla a toda prisa porque el tiempo no espera. Demos pasos ciertos, valederos hacia la verdadera felicidad y no hagamos votos de un “feliz año nuevo” por el que nada hacemos para que llegue. ¡Somos los artífices de nuestra propia felicidad, no seamos contemplativos!