/ miércoles 26 de junio de 2019

ANTÍPODAS

Intercambios necesarios

Emigrar es la búsqueda de supervivencia, aun por encima de tus arraigos.

Alba Codutti

  • La fuerza migrante más importante en la actividad económica de los Estados Unidos la representan nuestros compatriotas.

Durante muchas décadas la migración mexicana hacia los Estados Unidos se convirtió en un motor de la propia economía norteamericana. Según datos del US Bureau of Labor Statistics, poco más de 15 millones de mexicanos trabajan de aquel lado de la frontera; en 9 de los 15 sectores de la economía estadounidense más del 10 % de los trabajadores son de origen mexicano; del total de empleos del sector de la construcción, un 18 % son mexicanos; en agricultura y pesca hay más de 360 mil connacionales; en el cultivo de frutas y verduras 20 % de manos son mexicanas; en la rama de matanza y procesamiento de animales el 22 % son paisanos nuestros; en el ramo de servicios, restaurantes y hoteles el número alcanza casi el 30 %

Como se puede observar, la mayoría de los trabajos que hacen los mexicanos allá, requieren de un despliegue físico importante, esto se debe a que los propios norteamericanos no quieren hacer esos trabajos rudos, han existido intentos de los gobiernos locales de Estados Unidos para sustituir la mano de obra mexicana, pero los resultados han sido de sendos fracasos, por ejemplo en Carolina del Norte se abrieron convocatorias para esas tareas, solo 7 personas se presentaron para atender cerca de seis mil vacantes, el Gobernador determinó enviar a presos de penitenciarías locales, la mayoría renunció en la primera hora de trabajo.

La fuerza migrante más importante en la actividad económica de los Estados Unidos la representan nuestros compatriotas quienes, al no encontrar oportunidades de desarrollo en México, por décadas han migrado para alcanzar el sueño americano, y se han convertido con el tiempo en una fuerza motora que representa poco más del 10 % de la economía estadounidense. Existen estudios que afirman que si los Estados Unidos expulsaran de su territorio a toda la fuerza laboral mexicana, el impacto en su economía sería de más de mil 500 millones de dólares anuales y su economía retrocedería a niveles de 2008.

Pero como es obvio, las relaciones entre países no son unilaterales, sino bidireccionales. México también obtiene beneficios de esa fuerza nacional del otro lado del Río Bravo. Las remesas que llegan a nuestro país desde Estados Unidos alcanzaron en 2018 los 30 mil millones de dólares según un reporte del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos. Esta cantidad aporta mucho a la propia economía mexicana, ya que 1.7 millones de familias reciben dinero proveniente del otro lado de la frontera, el 45 % de las personas que envían dólares a México lo hace con una periodicidad de un mes, el 20.6 % los envía quincenalmente y el 8.7 % lo hace de forma semanal. Este flujo de efectivo contribuye al desarrollo de las localidades, a mejorar la vivienda de millones de familias y activa ciclos económicos al alentar el consumo de las regiones.

Si a todo esto le agregamos que las relaciones comerciales formales entre ambas naciones, desde la firma del TLC ascienden a 500 billones de dólares entre ambos, esto nos hace suponer que la intentona por generar alguna ruptura de los ciclos entre ambos, por cualquiera de los dos países, traería enormes costos para las economías, provocando crisis financieras profundas.

Es obvio pensar, entonces, que el intercambio no solo es económico, también es social, cultural, costumbrista entre ambos países. Hay una relación simbiótica entre ambas naciones, que ha generado procesos sociales de transculturación en ambos sentidos.

Por ejemplo, para el caso de nuestro estado, de acuerdo con datos del Banco de México, en 2018 las remesas alcanzaron casi 280 millones de dólares, los municipios que más captaron recursos procedentes de EE.UU. fueron Apizaco, Tlaxcala, Chiautempan, Zacatelco, Huamantla, Calpulalpan, Nanacamilpa, Nativitas, San Pablo del Monte y Teolocholco.

Se puede observar entonces que los intercambios económicos entre ambas naciones son necesarios, obligados diría yo. Es casi imposible intentar borrarlos, extirparlos por decreto. Lo que nuestro país debe avanzar e insistir, es en que los norteamericanos impulsen una reforma migratoria sería, real, responsable, que entre otras cosas permitiera la entrada flexible de trabajadores según las condiciones del mercado, lo cual ayudaría a controlar los flujos y darles orden, al mismo tiempo, de que daría garantías de respeto a sus derechos a nuestros compatriotas.


Intercambios necesarios

Emigrar es la búsqueda de supervivencia, aun por encima de tus arraigos.

Alba Codutti

  • La fuerza migrante más importante en la actividad económica de los Estados Unidos la representan nuestros compatriotas.

Durante muchas décadas la migración mexicana hacia los Estados Unidos se convirtió en un motor de la propia economía norteamericana. Según datos del US Bureau of Labor Statistics, poco más de 15 millones de mexicanos trabajan de aquel lado de la frontera; en 9 de los 15 sectores de la economía estadounidense más del 10 % de los trabajadores son de origen mexicano; del total de empleos del sector de la construcción, un 18 % son mexicanos; en agricultura y pesca hay más de 360 mil connacionales; en el cultivo de frutas y verduras 20 % de manos son mexicanas; en la rama de matanza y procesamiento de animales el 22 % son paisanos nuestros; en el ramo de servicios, restaurantes y hoteles el número alcanza casi el 30 %

Como se puede observar, la mayoría de los trabajos que hacen los mexicanos allá, requieren de un despliegue físico importante, esto se debe a que los propios norteamericanos no quieren hacer esos trabajos rudos, han existido intentos de los gobiernos locales de Estados Unidos para sustituir la mano de obra mexicana, pero los resultados han sido de sendos fracasos, por ejemplo en Carolina del Norte se abrieron convocatorias para esas tareas, solo 7 personas se presentaron para atender cerca de seis mil vacantes, el Gobernador determinó enviar a presos de penitenciarías locales, la mayoría renunció en la primera hora de trabajo.

La fuerza migrante más importante en la actividad económica de los Estados Unidos la representan nuestros compatriotas quienes, al no encontrar oportunidades de desarrollo en México, por décadas han migrado para alcanzar el sueño americano, y se han convertido con el tiempo en una fuerza motora que representa poco más del 10 % de la economía estadounidense. Existen estudios que afirman que si los Estados Unidos expulsaran de su territorio a toda la fuerza laboral mexicana, el impacto en su economía sería de más de mil 500 millones de dólares anuales y su economía retrocedería a niveles de 2008.

Pero como es obvio, las relaciones entre países no son unilaterales, sino bidireccionales. México también obtiene beneficios de esa fuerza nacional del otro lado del Río Bravo. Las remesas que llegan a nuestro país desde Estados Unidos alcanzaron en 2018 los 30 mil millones de dólares según un reporte del Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos. Esta cantidad aporta mucho a la propia economía mexicana, ya que 1.7 millones de familias reciben dinero proveniente del otro lado de la frontera, el 45 % de las personas que envían dólares a México lo hace con una periodicidad de un mes, el 20.6 % los envía quincenalmente y el 8.7 % lo hace de forma semanal. Este flujo de efectivo contribuye al desarrollo de las localidades, a mejorar la vivienda de millones de familias y activa ciclos económicos al alentar el consumo de las regiones.

Si a todo esto le agregamos que las relaciones comerciales formales entre ambas naciones, desde la firma del TLC ascienden a 500 billones de dólares entre ambos, esto nos hace suponer que la intentona por generar alguna ruptura de los ciclos entre ambos, por cualquiera de los dos países, traería enormes costos para las economías, provocando crisis financieras profundas.

Es obvio pensar, entonces, que el intercambio no solo es económico, también es social, cultural, costumbrista entre ambos países. Hay una relación simbiótica entre ambas naciones, que ha generado procesos sociales de transculturación en ambos sentidos.

Por ejemplo, para el caso de nuestro estado, de acuerdo con datos del Banco de México, en 2018 las remesas alcanzaron casi 280 millones de dólares, los municipios que más captaron recursos procedentes de EE.UU. fueron Apizaco, Tlaxcala, Chiautempan, Zacatelco, Huamantla, Calpulalpan, Nanacamilpa, Nativitas, San Pablo del Monte y Teolocholco.

Se puede observar entonces que los intercambios económicos entre ambas naciones son necesarios, obligados diría yo. Es casi imposible intentar borrarlos, extirparlos por decreto. Lo que nuestro país debe avanzar e insistir, es en que los norteamericanos impulsen una reforma migratoria sería, real, responsable, que entre otras cosas permitiera la entrada flexible de trabajadores según las condiciones del mercado, lo cual ayudaría a controlar los flujos y darles orden, al mismo tiempo, de que daría garantías de respeto a sus derechos a nuestros compatriotas.


ÚLTIMASCOLUMNAS