/ miércoles 13 de noviembre de 2019

Antípodas | La seguridad, asignatura pendiente en Tlaxcala

Los partidos políticos deben servir de contrapeso al poder

Edmund Burke

A lo largo de los últimos meses, desde la dirección estatal del PRD, hemos levantado la voz enfáticamente sobre diversos temas de la vida diaria en la entidad, enarbolando temas de la agenda política del partido, pero más importante aún, aspectos de la cotidianidad que inquietan y preocupan legítimamente a las y los tlaxcaltecas.

Uno tiene que ver con los niveles de inseguridad pública que se viven en Tlaxcala, donde la recurrencia, prevalencia y aumento de la violencia ha generado al menos en términos de percepción de la opinión pública, un sentimiento de desazón y desasosiego frente a la delincuencia. Muertes violentas por homicidios dolosos, cuerpos embolsados, feminicidios, casos de extorsión y secuestro, robo de hidrocarburos, linchamientos, frecuentes robos de vehículos y autopartes, asaltos a mano armada, entre otros, no formaban parte de la realidad de las y los ciudadanos de la entidad, cuando se hablaba de hechos de esta naturaleza, generalmente los asociábamos a otras entidades del país, a latitudes lejanas. Sin embargo, desde 2015 a la fecha, de manera silenciosa, sigilosa, escurridiza frente a nuestros ojos, se han ido instalando como parte de las pinceladas que dibujan el día a día, donde los medios de comunicación dan cuenta permanentemente de acontecimientos delictivos cada vez más graves, que nos han hecho suponer o presumir la presencia de grupos de la delincuencia organizada.

Por lo anterior, hemos exigido al gobierno de Marco Mena y a los funcionarios encargados de este tema, que es imperioso un cambio de rumbo, un replanteamiento de la estrategia de seguridad pública en la entidad, para evitar a toda costa que la violencia se normalice en Tlaxcala o que las olas de inseguridad nos golpeen sin un plan serio, responsable de prevención. La respuesta de la autoridad ha sido la misma, silencio ominoso y respuestas tímidas, catalogando cada situación como hechos aislados, “atípicos”; es decir, minimizando, soslayando la gravedad de las cosas. Además, cuando algún funcionario estatal se refiere al tema, lo hace indirectamente, muestran dejos de soberbia y exceso de confianza, con explicaciones a medias e insuficientes, que parecieron más bien justificaciones para salir del paso, y sin asumir un compromiso verdadero con su tarea.

Solicitamos información al Consejo Estatal de Seguridad Pública, y su respuesta fue que “no cuentan con datos estadísticos de la incidencia delictiva en Tlaxcala”, debieran sentirse avergonzados por no tener construidos los indicadores que están obligados a integrar o por no hacer pública una información que debiera ser precisamente eso, pública. Hemos llegado al extremo que desde el PRD con información que recopilamos de fuentes periodísticas, estamos construyendo un indicador de incidencia delictiva en Tlaxcala, que daremos a conocer cada mes, ya que ellos no son capaces de proporcionarlo.

Pero la situación comienza a adquirir un tinte tal, que debiera alertar a nuestros gobernantes, toda vez que el fin de semana el Departamento de Estado de la Unión Americana emitió un semáforo de alerta a sus ciudadanos para extremar precauciones al momento de visitar distintos estados de nuestro país, y por primera vez, en alerta amarilla se incluye a Tlaxcala. ¿En serio no debiera ser esto un llamado de atención? ¿No debiera inquietar que las inversiones emigren o los turistas se alejen ante una lectura de un estado inseguro? ¿Acaso el miedo que se va generalizando en la población por percepciones reales de inseguridad no les provoca un grito a su ética pública para tomar cartas en el asunto de manera urgente?

Algunos comentarios que hemos recibido es que somos ingratos porque no reconocemos los avances y logros de este gobierno. Pero ¿Quién les dijo que un partido de oposición debe ser aplaudidor del gobernador? ¿Cuándo asumieron que la dirigencia del PRD debe celebrar los logros del gobierno priista? Nuestro papel es señalar, criticar, observar lo que no se está haciendo bien, poner el dedo en la llaga para que se asuman medidas correctivas, esa es una de las funciones de los partidos como una parte de una sociedad democrática. Y más allá, no podrán decir jamás que hemos actuado con irresponsabilidad, por el contrario públicamente y epistolarmente hemos tendido la mano, hemos expuesto propuestas, porque nos asumimos como una oposición democrática, responsable y vigilante, pero parece que la soberbia invade al inquilino de palacio y a sus acompañantes.

Los partidos políticos deben servir de contrapeso al poder

Edmund Burke

A lo largo de los últimos meses, desde la dirección estatal del PRD, hemos levantado la voz enfáticamente sobre diversos temas de la vida diaria en la entidad, enarbolando temas de la agenda política del partido, pero más importante aún, aspectos de la cotidianidad que inquietan y preocupan legítimamente a las y los tlaxcaltecas.

Uno tiene que ver con los niveles de inseguridad pública que se viven en Tlaxcala, donde la recurrencia, prevalencia y aumento de la violencia ha generado al menos en términos de percepción de la opinión pública, un sentimiento de desazón y desasosiego frente a la delincuencia. Muertes violentas por homicidios dolosos, cuerpos embolsados, feminicidios, casos de extorsión y secuestro, robo de hidrocarburos, linchamientos, frecuentes robos de vehículos y autopartes, asaltos a mano armada, entre otros, no formaban parte de la realidad de las y los ciudadanos de la entidad, cuando se hablaba de hechos de esta naturaleza, generalmente los asociábamos a otras entidades del país, a latitudes lejanas. Sin embargo, desde 2015 a la fecha, de manera silenciosa, sigilosa, escurridiza frente a nuestros ojos, se han ido instalando como parte de las pinceladas que dibujan el día a día, donde los medios de comunicación dan cuenta permanentemente de acontecimientos delictivos cada vez más graves, que nos han hecho suponer o presumir la presencia de grupos de la delincuencia organizada.

Por lo anterior, hemos exigido al gobierno de Marco Mena y a los funcionarios encargados de este tema, que es imperioso un cambio de rumbo, un replanteamiento de la estrategia de seguridad pública en la entidad, para evitar a toda costa que la violencia se normalice en Tlaxcala o que las olas de inseguridad nos golpeen sin un plan serio, responsable de prevención. La respuesta de la autoridad ha sido la misma, silencio ominoso y respuestas tímidas, catalogando cada situación como hechos aislados, “atípicos”; es decir, minimizando, soslayando la gravedad de las cosas. Además, cuando algún funcionario estatal se refiere al tema, lo hace indirectamente, muestran dejos de soberbia y exceso de confianza, con explicaciones a medias e insuficientes, que parecieron más bien justificaciones para salir del paso, y sin asumir un compromiso verdadero con su tarea.

Solicitamos información al Consejo Estatal de Seguridad Pública, y su respuesta fue que “no cuentan con datos estadísticos de la incidencia delictiva en Tlaxcala”, debieran sentirse avergonzados por no tener construidos los indicadores que están obligados a integrar o por no hacer pública una información que debiera ser precisamente eso, pública. Hemos llegado al extremo que desde el PRD con información que recopilamos de fuentes periodísticas, estamos construyendo un indicador de incidencia delictiva en Tlaxcala, que daremos a conocer cada mes, ya que ellos no son capaces de proporcionarlo.

Pero la situación comienza a adquirir un tinte tal, que debiera alertar a nuestros gobernantes, toda vez que el fin de semana el Departamento de Estado de la Unión Americana emitió un semáforo de alerta a sus ciudadanos para extremar precauciones al momento de visitar distintos estados de nuestro país, y por primera vez, en alerta amarilla se incluye a Tlaxcala. ¿En serio no debiera ser esto un llamado de atención? ¿No debiera inquietar que las inversiones emigren o los turistas se alejen ante una lectura de un estado inseguro? ¿Acaso el miedo que se va generalizando en la población por percepciones reales de inseguridad no les provoca un grito a su ética pública para tomar cartas en el asunto de manera urgente?

Algunos comentarios que hemos recibido es que somos ingratos porque no reconocemos los avances y logros de este gobierno. Pero ¿Quién les dijo que un partido de oposición debe ser aplaudidor del gobernador? ¿Cuándo asumieron que la dirigencia del PRD debe celebrar los logros del gobierno priista? Nuestro papel es señalar, criticar, observar lo que no se está haciendo bien, poner el dedo en la llaga para que se asuman medidas correctivas, esa es una de las funciones de los partidos como una parte de una sociedad democrática. Y más allá, no podrán decir jamás que hemos actuado con irresponsabilidad, por el contrario públicamente y epistolarmente hemos tendido la mano, hemos expuesto propuestas, porque nos asumimos como una oposición democrática, responsable y vigilante, pero parece que la soberbia invade al inquilino de palacio y a sus acompañantes.

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