/ lunes 20 de diciembre de 2021

Apapachos

El año que fenece, el de la post pandemia, fue depositario de esperanza como ninguno que recuerde. Hubo tanto dolor en 2020, tanta muerte y tanto sacrificio que el cambio de año inevitablemente nos provocó elevar oraciones por la recuperación de nuestra “normalidad”; las reuniones con amados, los besos, abrazos y fortalecimiento de los lazos de amistad nos eran tan necesarios para recuperar la felicidad como el agua a la vida misma.

Los seres humanos somos gregarios y los mexicanos, ¡gregarísimos! Cualquier razón o pretexto es bueno; se arma la carnita asada, compartimos el mole del día del santo o santa patronos, día de muertos en el panteón, celebramos cumpleaños, nos encantan el taco placero, las reuniones Godín, la comida de los domingos en casa de mamá, bautizos, bodas…en fin, que somos pachangueros y el confinamiento por la pandemia logró lo que huracanes y temblores no pudieron: separarnos.

El confinamiento, medida que originalmente se utilizó en todo el mundo para evitar en lo posible la propagación de contagios, trajo como efectos secundarios devastadores para las almas, estrés, ansiedad, crecimiento de la violencia doméstica y de embarazos infantiles y adolescentes. Así también creció la depresión y se agudizaron, en muchos casos por escasez de medicinas, las enfermedades mentales y síntomas de los trastornos de la personalidad. La partida de amigos, parientes y conocidos -familias completas muchas veces- convirtieron las redes sociales en saturados obituarios.

Se terminó el año de tortura que fue la pandemia aguda dejando como colofón un primer trimestre de 2021 con picos en número de decesos y personas hospitalizadas, pero también llegó con el año la esperanza de las vacunas. Al fin había cómo proteger nuestra vida y salud del bicho maldito. Cuando las redes se llenaron de bracitos recibiendo inyecciones de esperanza, también cambió un tanto el ánimo nacional.

Al grito de “abrimos o morimos”, los restauranteros tomaron medidas para dar confianza a la clientela de volver a convivir en lugares cerrados, por doquier se comenzó a vivir en la nueva normalidad de utilizar cubrebocas y recibir gel y toma de temperatura al entrar a cualquier sitio, los templos abrieron puertas a sus fieles, los enamorados celebraron su amor en bodas concurridas y…aprendimos a vivir con el bicho. El covid se ha vuelto ya parte de nuestras vidas, como lo son los abrazos, carcajadas, pachangas y…violencia.

Lo malo de que el pueblo de México posea capacidad de resiliencia y adaptación, es que también nos acostumbramos a vivir en esta sociedad; violenta como pocas en el mundo. Solo como referencia, analicemos las cifras récord oficiales de violencia contra las mujeres de este 2021: de enero a octubre se registraron 214,227 presuntos delitos de violencia familiar, 3,475 presuntos delitos de violencia de género en todas sus modalidades distintas a la violencia familiar; además, se contabilizaron 809 presuntos delitos de feminicidio y 2,326 mujeres víctimas de homicidio doloso. A todo lo anterior sumemos la cantidad de agravios que no se denuncian y entenderemos porqué dice el INEGI en la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (Enbiare) 2021 que la proporción de población con síntomas de depresión asciende a 15.4 por ciento de la población adulta, pero entre las mujeres alcanza 19.5 por ciento.

Total, que se va el 2021 dejando más pena que gloria en nuestra patria. Ya se nos está haciendo costumbre. Tal vez es que gobierno y sociedad estamos ya inmunes al dolor, especialmente el ajeno y el evitable, tal vez es que de tanta ilusión la realidad ya ni se siente, tal vez es que vivir esperanzados es la única forma de ir pateando el tiempo hacia adelante para no volvernos locos de tanto horror.

Apapachar, dice la Real Academia de la Lengua Española, significa “hacer caricias o mimos a una persona”; preciosa palabra que nuestros antepasados acuñaron y que con el tiempo evoca calidez y cariño, ese cariño que todas y todos necesitamos para seguir viviendo y que, entre el confinamiento, la crisis económica y la violencia, que tanto han dañado al alma, extrañamos cada día.

Que 2022 traiga para cada una y cada uno de todos nosotros brazos apapachando con abrazos estrujados y consuelo, bocas de amados y amigos apapachando con palabras y besos, ojos que con una mirada llenen de alivio y uniones cómplices, corazones que alberguen ilusiones y aliento de éxito y culminaciones de anhelos.

A través de estas líneas yo te apapacho lector, lectora queridos. Gracias por estar del otro lado de las líneas cada semana y gracias a mi director y compañeros de El Diario de los Tlaxcaltecas, mi querida casa El Sol de Tlaxcala. Nos vemos en 2022. Elevo oración para que lleguemos todas y todos, felices, saludables, en armonía, prósperos y muy apapachados.

El año que fenece, el de la post pandemia, fue depositario de esperanza como ninguno que recuerde. Hubo tanto dolor en 2020, tanta muerte y tanto sacrificio que el cambio de año inevitablemente nos provocó elevar oraciones por la recuperación de nuestra “normalidad”; las reuniones con amados, los besos, abrazos y fortalecimiento de los lazos de amistad nos eran tan necesarios para recuperar la felicidad como el agua a la vida misma.

Los seres humanos somos gregarios y los mexicanos, ¡gregarísimos! Cualquier razón o pretexto es bueno; se arma la carnita asada, compartimos el mole del día del santo o santa patronos, día de muertos en el panteón, celebramos cumpleaños, nos encantan el taco placero, las reuniones Godín, la comida de los domingos en casa de mamá, bautizos, bodas…en fin, que somos pachangueros y el confinamiento por la pandemia logró lo que huracanes y temblores no pudieron: separarnos.

El confinamiento, medida que originalmente se utilizó en todo el mundo para evitar en lo posible la propagación de contagios, trajo como efectos secundarios devastadores para las almas, estrés, ansiedad, crecimiento de la violencia doméstica y de embarazos infantiles y adolescentes. Así también creció la depresión y se agudizaron, en muchos casos por escasez de medicinas, las enfermedades mentales y síntomas de los trastornos de la personalidad. La partida de amigos, parientes y conocidos -familias completas muchas veces- convirtieron las redes sociales en saturados obituarios.

Se terminó el año de tortura que fue la pandemia aguda dejando como colofón un primer trimestre de 2021 con picos en número de decesos y personas hospitalizadas, pero también llegó con el año la esperanza de las vacunas. Al fin había cómo proteger nuestra vida y salud del bicho maldito. Cuando las redes se llenaron de bracitos recibiendo inyecciones de esperanza, también cambió un tanto el ánimo nacional.

Al grito de “abrimos o morimos”, los restauranteros tomaron medidas para dar confianza a la clientela de volver a convivir en lugares cerrados, por doquier se comenzó a vivir en la nueva normalidad de utilizar cubrebocas y recibir gel y toma de temperatura al entrar a cualquier sitio, los templos abrieron puertas a sus fieles, los enamorados celebraron su amor en bodas concurridas y…aprendimos a vivir con el bicho. El covid se ha vuelto ya parte de nuestras vidas, como lo son los abrazos, carcajadas, pachangas y…violencia.

Lo malo de que el pueblo de México posea capacidad de resiliencia y adaptación, es que también nos acostumbramos a vivir en esta sociedad; violenta como pocas en el mundo. Solo como referencia, analicemos las cifras récord oficiales de violencia contra las mujeres de este 2021: de enero a octubre se registraron 214,227 presuntos delitos de violencia familiar, 3,475 presuntos delitos de violencia de género en todas sus modalidades distintas a la violencia familiar; además, se contabilizaron 809 presuntos delitos de feminicidio y 2,326 mujeres víctimas de homicidio doloso. A todo lo anterior sumemos la cantidad de agravios que no se denuncian y entenderemos porqué dice el INEGI en la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado (Enbiare) 2021 que la proporción de población con síntomas de depresión asciende a 15.4 por ciento de la población adulta, pero entre las mujeres alcanza 19.5 por ciento.

Total, que se va el 2021 dejando más pena que gloria en nuestra patria. Ya se nos está haciendo costumbre. Tal vez es que gobierno y sociedad estamos ya inmunes al dolor, especialmente el ajeno y el evitable, tal vez es que de tanta ilusión la realidad ya ni se siente, tal vez es que vivir esperanzados es la única forma de ir pateando el tiempo hacia adelante para no volvernos locos de tanto horror.

Apapachar, dice la Real Academia de la Lengua Española, significa “hacer caricias o mimos a una persona”; preciosa palabra que nuestros antepasados acuñaron y que con el tiempo evoca calidez y cariño, ese cariño que todas y todos necesitamos para seguir viviendo y que, entre el confinamiento, la crisis económica y la violencia, que tanto han dañado al alma, extrañamos cada día.

Que 2022 traiga para cada una y cada uno de todos nosotros brazos apapachando con abrazos estrujados y consuelo, bocas de amados y amigos apapachando con palabras y besos, ojos que con una mirada llenen de alivio y uniones cómplices, corazones que alberguen ilusiones y aliento de éxito y culminaciones de anhelos.

A través de estas líneas yo te apapacho lector, lectora queridos. Gracias por estar del otro lado de las líneas cada semana y gracias a mi director y compañeros de El Diario de los Tlaxcaltecas, mi querida casa El Sol de Tlaxcala. Nos vemos en 2022. Elevo oración para que lleguemos todas y todos, felices, saludables, en armonía, prósperos y muy apapachados.