/ lunes 12 de julio de 2021

Tiempos de Democracia | Tratando de entender a AMLO

Alemán suplió la idea de la reelección con la “prórroga necesaria”; al final se desistió, aconsejado por sus allegados. López Obrador, sin más luces que las suyas propias, aguarda a la revocación del mandato para definir sus opciones

Ningún presidente de la República pasó tanto tiempo bajo los reflectores como López Obrador. No obstante tan prolongada sobre-exposición mediática y pese a que ya se cumplió un trienio de su histórico triunfo electoral, es hasta ahora que empezamos a disponer de datos de fuente confiable para bosquejar un primer retrato hablado que refleje con aceptable aproximación su perfil sicológico y su verdadera personalidad.

Cierto es que la agudeza del historiador Enrique Krauze detectó años atrás rasgos que invitaban a suponerlo poseído de una cierta inspiración mesiánica, más nunca como ahora nos había hecho saber el mismo mandatario que su pensamiento y su acción se guían por creencias de índole extra-lógica.

Entre sus convicciones religiosas y sus deberes cívicos

Hoy se puede decir que no son sólo meras suposiciones de sus críticos, sino evidencias derivadas de sus propias y más recientes declaraciones.

Que Andrés Manuel se haya confesado cristiano como tantos otros nada tiene de extraño en un país como México, mas serlo no justifica su forma vehemente, firme y convencida de inmiscuir su fe en la misión que como Primer Magistrado protestó cumplir en los términos de lo mandado por la Constitución.

Por lo demás, existen fundadas dudas de que la observancia rigurosa de sus principios religiosos -compasión, perdón, caridad, piedad, etc.- en que basa su estrategia contra el crimen organizado esté rindiendo el resultado que reiteradamente ofreció al pueblo en su campaña.

Siembra de largo aliento sin frutos tempranos

Nadie bien nacido puede hace mofa ni burlarse de sus buenos propósitos. Ojalá que con sólo “abrazos” fuera posible reducir a las bandas criminales en un plazo razonablemente corto; empero, la realidad -y los expertos también- se empeñan en contradecir su tesis.

Su retórica redentorista no ha tenido ningún efecto en la conducta de los delincuentes, como lo demuestran las cifras oficiales que conservan al homicidio doloso en el mismo altísimo nivel que tuvo al final de la gestión de Peña Nieto.

Como bien lo señala el propio presidente es cierto que no crecen; sin embargo, exhibir tan magro logro como indicio de que se está en la ruta correcta es una percepción que muy pocos especialistas en el tema comparten.

Enemigos diferentes

Tampoco creo que alguien dude que el pacifismo es una doctrina admirable. Su primero y más grande exponente fue Jesús de Nazaret, el Cristo, el ungido de Dios.

En tiempos más recientes se reconoce a Gandhi, el líder político y espiritual que logró para su natal India la independencia del Reino Unido con la simple arma de la desobediencia civil no violenta.

La del Mahatma, o la de Luther King en Estados Unidos frente al segregacionismo, o la de Nelson Mandela en Sudáfrica contra el apartheid fueron tres gestas heroicas a favor de la causa justa que abanderaban.

Aquellas cruzadas, empero, en nada se parecen a la lucha que libra López Obrador en México contra el hampa; son batallas de naturaleza completamente distinta.

Idealismo versus realismo

Las figuras de Gandhi, de Luther King y de Mandela forman parte de la galería de personajes cuyas ejemplares biografías inspiran vida y conducta de López Obrador.

Decía el Mahatma que “…el día que el poder del amor anule el amor al poder, el mundo conocerá la paz…”.

Y Mandela dedicó la mayor parte de su existencia a “…inculcar en la conciencia del pueblo el sentido de la solidaridad humana…”. Cervantes, más realista, escribió en su tratado sobre el sentido común que es el Quijote de la Mancha que “…las armas tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida…”.

Y aún añadió que “…la paz es el verdadero fin de la guerra…”. Valdría la pena tenerlo en cuenta.

Ejército contenido

No quiero, amable lector, enredarlo con más prédicas; vamos a los hechos concretos. La 4T construye 165 cuarteles para sumar 244 a fin de año, y 500 al término del sexenio, distribuidos por todo México. Hemos visto el armamento que exhiben 100 mil efectivos de la Guardia Nacional en sus vehículos artillados y entendemos que el esfuerzo está orientado a proteger a la población y a combatir las fuerzas del mal.

¿O acaso la idea es que la mera presencia de ese gran contingente armado disuada a la delincuencia? Al igual que el presidente no queremos matanzas, pero tampoco que pacientemente se aguarde que las políticas sociales y los mensajes piadosos convenzan a los delincuentes a abandonar sus criminales conductas.

Iluminismo de difícil comprensión

López Obrador argumenta tener una razón de fondo para, en materia de seguridad, actuar como lo hace. Una razón -se infiere- que no está al alcance de la humana comprensión.

Al aludir quince días atrás a un tema distinto como lo es el de su sucesión, amplió la lista original de elegibles, pero aclarando que el pueblo soberano -que además es sabio- es siempre quien determina lo conducente. Y luego se refirió -en términos igualmente abstrusos- a una volundad superior de la que depende su salud y su permamencia en el poder.

Aunque es complicado interpretar las expresiones del mandatario, siempre tocadas de un misticismo peculiar, no debe darse por cerrada la posibilidad de que esté pensando en prorrogar su mandato.

Encuestadores timoratos

A ese pueblo sabio que tiene “…en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno…” no hay empresa demoscópica que se atreva a formularle la siguiente pregunta: ¿Qué personaje preferiría ver despachando en Palacio Nacional el siguiente sexenio 2024-2030?:

  • 1) Claudia Scheinbaum,
  • 2) Marcelo Ebrard,
  • 3) López Obrador.

Me inclino a creer que ya conocen esa respuesta quienes tienen acceso a los sondeos que realiza la oficina de la presidencia,.

  • Por vacaciones de su autor, Tiempos de Democracia dejará de publicarse las siguientes cuatro semanas. Hasta entonces.

Alemán suplió la idea de la reelección con la “prórroga necesaria”; al final se desistió, aconsejado por sus allegados. López Obrador, sin más luces que las suyas propias, aguarda a la revocación del mandato para definir sus opciones

Ningún presidente de la República pasó tanto tiempo bajo los reflectores como López Obrador. No obstante tan prolongada sobre-exposición mediática y pese a que ya se cumplió un trienio de su histórico triunfo electoral, es hasta ahora que empezamos a disponer de datos de fuente confiable para bosquejar un primer retrato hablado que refleje con aceptable aproximación su perfil sicológico y su verdadera personalidad.

Cierto es que la agudeza del historiador Enrique Krauze detectó años atrás rasgos que invitaban a suponerlo poseído de una cierta inspiración mesiánica, más nunca como ahora nos había hecho saber el mismo mandatario que su pensamiento y su acción se guían por creencias de índole extra-lógica.

Entre sus convicciones religiosas y sus deberes cívicos

Hoy se puede decir que no son sólo meras suposiciones de sus críticos, sino evidencias derivadas de sus propias y más recientes declaraciones.

Que Andrés Manuel se haya confesado cristiano como tantos otros nada tiene de extraño en un país como México, mas serlo no justifica su forma vehemente, firme y convencida de inmiscuir su fe en la misión que como Primer Magistrado protestó cumplir en los términos de lo mandado por la Constitución.

Por lo demás, existen fundadas dudas de que la observancia rigurosa de sus principios religiosos -compasión, perdón, caridad, piedad, etc.- en que basa su estrategia contra el crimen organizado esté rindiendo el resultado que reiteradamente ofreció al pueblo en su campaña.

Siembra de largo aliento sin frutos tempranos

Nadie bien nacido puede hace mofa ni burlarse de sus buenos propósitos. Ojalá que con sólo “abrazos” fuera posible reducir a las bandas criminales en un plazo razonablemente corto; empero, la realidad -y los expertos también- se empeñan en contradecir su tesis.

Su retórica redentorista no ha tenido ningún efecto en la conducta de los delincuentes, como lo demuestran las cifras oficiales que conservan al homicidio doloso en el mismo altísimo nivel que tuvo al final de la gestión de Peña Nieto.

Como bien lo señala el propio presidente es cierto que no crecen; sin embargo, exhibir tan magro logro como indicio de que se está en la ruta correcta es una percepción que muy pocos especialistas en el tema comparten.

Enemigos diferentes

Tampoco creo que alguien dude que el pacifismo es una doctrina admirable. Su primero y más grande exponente fue Jesús de Nazaret, el Cristo, el ungido de Dios.

En tiempos más recientes se reconoce a Gandhi, el líder político y espiritual que logró para su natal India la independencia del Reino Unido con la simple arma de la desobediencia civil no violenta.

La del Mahatma, o la de Luther King en Estados Unidos frente al segregacionismo, o la de Nelson Mandela en Sudáfrica contra el apartheid fueron tres gestas heroicas a favor de la causa justa que abanderaban.

Aquellas cruzadas, empero, en nada se parecen a la lucha que libra López Obrador en México contra el hampa; son batallas de naturaleza completamente distinta.

Idealismo versus realismo

Las figuras de Gandhi, de Luther King y de Mandela forman parte de la galería de personajes cuyas ejemplares biografías inspiran vida y conducta de López Obrador.

Decía el Mahatma que “…el día que el poder del amor anule el amor al poder, el mundo conocerá la paz…”.

Y Mandela dedicó la mayor parte de su existencia a “…inculcar en la conciencia del pueblo el sentido de la solidaridad humana…”. Cervantes, más realista, escribió en su tratado sobre el sentido común que es el Quijote de la Mancha que “…las armas tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida…”.

Y aún añadió que “…la paz es el verdadero fin de la guerra…”. Valdría la pena tenerlo en cuenta.

Ejército contenido

No quiero, amable lector, enredarlo con más prédicas; vamos a los hechos concretos. La 4T construye 165 cuarteles para sumar 244 a fin de año, y 500 al término del sexenio, distribuidos por todo México. Hemos visto el armamento que exhiben 100 mil efectivos de la Guardia Nacional en sus vehículos artillados y entendemos que el esfuerzo está orientado a proteger a la población y a combatir las fuerzas del mal.

¿O acaso la idea es que la mera presencia de ese gran contingente armado disuada a la delincuencia? Al igual que el presidente no queremos matanzas, pero tampoco que pacientemente se aguarde que las políticas sociales y los mensajes piadosos convenzan a los delincuentes a abandonar sus criminales conductas.

Iluminismo de difícil comprensión

López Obrador argumenta tener una razón de fondo para, en materia de seguridad, actuar como lo hace. Una razón -se infiere- que no está al alcance de la humana comprensión.

Al aludir quince días atrás a un tema distinto como lo es el de su sucesión, amplió la lista original de elegibles, pero aclarando que el pueblo soberano -que además es sabio- es siempre quien determina lo conducente. Y luego se refirió -en términos igualmente abstrusos- a una volundad superior de la que depende su salud y su permamencia en el poder.

Aunque es complicado interpretar las expresiones del mandatario, siempre tocadas de un misticismo peculiar, no debe darse por cerrada la posibilidad de que esté pensando en prorrogar su mandato.

Encuestadores timoratos

A ese pueblo sabio que tiene “…en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno…” no hay empresa demoscópica que se atreva a formularle la siguiente pregunta: ¿Qué personaje preferiría ver despachando en Palacio Nacional el siguiente sexenio 2024-2030?:

  • 1) Claudia Scheinbaum,
  • 2) Marcelo Ebrard,
  • 3) López Obrador.

Me inclino a creer que ya conocen esa respuesta quienes tienen acceso a los sondeos que realiza la oficina de la presidencia,.

  • Por vacaciones de su autor, Tiempos de Democracia dejará de publicarse las siguientes cuatro semanas. Hasta entonces.