/ miércoles 26 de junio de 2019

CARAS Y MÁSCARAS

Europa y Mesoamérica en el Siglo XVI

Al finalizar el siglo XV en Europa la declinación del feudalismo y el crecimiento de las ciudades constituyeron fenómenos concomitantes: languidecía el período medieval al tiempo que se daba un gran desarrollo urbano. La economía feudal dio paso a los inicios del sistema capitalista.

La burguesía, clase social que crecía con las ciudades, aprovechó ampliamente el incremento de la actividad industrial y el desarrollo comercial del Mediterráneo, movimientos que generaron la necesidad de buscar nuevas tierras donde conseguir las materias primas requeridas para la fabricación de los productos y, paralelamente, nuevos mercados donde venderlos.

Durante esta época, sin embargo, el comercio mediterráneo estaba bloqueado por los turcos, lo que obligó a comerciantes y navegantes a buscar rutas marítimas alternas para llegar al continente asiático y llevar a Europa occidental, entre otras mercancías, las especias de Oriente, que hasta ese momento llegaban por tierra, en caravanas que tenían que cruzar los territorios de los países árabes y turcos, y cuyo comercio en Europa era prácticamente un monopolio de los mercaderes italianos, particularmente venecianos y genoveses. Tal exigencia del comercio, lo mismo que los progresos logrados en las técnicas de la navegación marítima, mucho tuvieron que ver con el inicio de la era de las exploraciones de ultramar.

Los resultados de las hazañas marinas de esa época fueron asombrosos, el siglo XVI vio nacer en Europa a dos grandes potencias mundiales: España y Portugal que, como efecto de sus exploraciones y conquistas, hacia el oeste la primera con el descubrimiento de América y hacia el este la segunda rodeando África, lograron extenderse por vía náutica y repartirse el mundo mediante el Tratado de Tordesillas (acuerdo promovido por el papa Alejandro VI entre el rey Fernando II de Aragón y la reina Isabel I de Castilla, por una parte, y el rey Juan II de Portugal, por otra, en virtud del cual se estableció una línea de demarcación que corría de uno a otro polo y dividía al mundo entre España y Portugal quedando Brasil bajo su dominio).

A final de siglo XVI, con la unión de ambas coronas, se constituyó el Imperio Español, uno de los mayores de la Historia y el primero con territorios en todos los continentes. “En mi imperio nunca se pone el sol”, presumía Felipe II.

Siguiendo las rutas de los exploradores y conquistadores por todo el mundo, en el ámbito económico aumentó el comercio y se creó un poderoso sistema bancario para financiar el crecimiento de las estructuras gubernamentales y la multiplicación de los emprendimientos comerciales. La burguesía inicial cada vez más cobró importancia y paulatinamente adquirió mayor poder económico y político.

Para la Europa el siglo XVI, si bien fue un siglo prolijo en logros artísticos y científicos que merecidamente la caracterizaron como cuna del Renacimiento, también constituyó escenario de numerosos conflictos bélicos entre las potencias, principalmente por temas religiosos. La división cristiana entre católicos y reformistas desató violentos enfrentamientos: Lutero cuestionó la autoridad del papa y de la iglesia católica y en Inglaterra Enrique VIII creó la iglesia anglicana. Estos hechos provocaron la reacción católica mediante la Contrarreforma cuyos objetivos fueron renovar la Iglesia y evitar el avance de las doctrinas protestantes

Las regiones que más hombres aportaron al Nuevo Mundo durante el siglo XVI fueron Andalucía, Castilla y Extremadura. Muchos campesinos, labradores, villanos (habitantes de las villas), artesanos y, en menor medida, nobles empobrecidos (hidalgos)buscaron superar su condición y acceder a privilegios que en Europa estaban reservados a la nobleza.

Por otra parte, Rossend Rovira Morgado, Doctorando en el Departamento de Historia de América de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo “Mesoamérica: Concepto y realidad de un espacio cultural”, expresa que el antropólogo Paul Kirchhoff (1943-1967) fue el primer investigador que acuñó el término de Mesoamérica y bajo esta denominación reconoció a una extensa área geográfica limitada al norte por las fronteras naturales de los ríos Pánuco y Sinaloa en México y al sur por una difusa línea fronteriza entre Guatemala y El Salvador.

“Desde el momento en que se consolida la agricultura como medio de subsistencia fundamental (2500 a. C.) en esta zona hasta la llegada de los primeros europeos en 1512-1519 –argumenta Rovira-, las diferentes culturas que se desarrollaron en tal espacio compartieron diversas características comunes: un excelente manejo de los recursos agrícolas (principalmente, del cultivo del maíz) mediante diversas técnicas intensivas que posibilitaron la aparición de un excedente producto, el uso de un instrumental agrario común, la importancia de las diferentes formas procesadas de maíz en la dieta prehispánica, vida sedentaria, patrón de asentamiento en vastos centros urbanos, alta especialización artesanal, importancia del mercado y del comercio local y a larga distancia, la edificación de grandes complejos rituales en los cuales las pirámides escalonadas sobresalen, una compleja cosmovisión e ideología –importancia del sacrificio humano y del llamado juego de pelota- y ciertos logros intelectuales, de los cuales la escritura, la astronomía y el calendario son los más importantes.”

En Mesoamérica existieron más de una decena de culturas: olmecas, mayas, mexicas/aztecas, toltecas, teotihuacanos, zapotecas, purépechas, huastecas, tlaxcaltecas, totonacas y chichimecas.

El impacto que el descubrimiento y la conquista de América significó para el mundo fue muy grande. Las principales consecuencias fueron demográficas, económicas y culturales.

Demográficas: emigración europea hacia las colonias americanas, mestizaje étnico, tráfico de esclavos e intercambio de epidemias que diezmó la población indígena.

Económicas: desplazamiento de la actividad económica del Mediterráneo hacia el Atlántico, hallazgo de numerosos yacimientos de metales preciosos y tendencia al atesoramiento de oro e intercambio de productos agrícolas, Mesoamérica recibió trigo, café, caña de azúcar y olivo y Europa maíz, cacao, papa y tomate.

Culturales: los pueblos europeos trajeron a América su forma de pensar, valores, idioma, religión, arte y sentido del derecho.

Europa y Mesoamérica en el Siglo XVI

Al finalizar el siglo XV en Europa la declinación del feudalismo y el crecimiento de las ciudades constituyeron fenómenos concomitantes: languidecía el período medieval al tiempo que se daba un gran desarrollo urbano. La economía feudal dio paso a los inicios del sistema capitalista.

La burguesía, clase social que crecía con las ciudades, aprovechó ampliamente el incremento de la actividad industrial y el desarrollo comercial del Mediterráneo, movimientos que generaron la necesidad de buscar nuevas tierras donde conseguir las materias primas requeridas para la fabricación de los productos y, paralelamente, nuevos mercados donde venderlos.

Durante esta época, sin embargo, el comercio mediterráneo estaba bloqueado por los turcos, lo que obligó a comerciantes y navegantes a buscar rutas marítimas alternas para llegar al continente asiático y llevar a Europa occidental, entre otras mercancías, las especias de Oriente, que hasta ese momento llegaban por tierra, en caravanas que tenían que cruzar los territorios de los países árabes y turcos, y cuyo comercio en Europa era prácticamente un monopolio de los mercaderes italianos, particularmente venecianos y genoveses. Tal exigencia del comercio, lo mismo que los progresos logrados en las técnicas de la navegación marítima, mucho tuvieron que ver con el inicio de la era de las exploraciones de ultramar.

Los resultados de las hazañas marinas de esa época fueron asombrosos, el siglo XVI vio nacer en Europa a dos grandes potencias mundiales: España y Portugal que, como efecto de sus exploraciones y conquistas, hacia el oeste la primera con el descubrimiento de América y hacia el este la segunda rodeando África, lograron extenderse por vía náutica y repartirse el mundo mediante el Tratado de Tordesillas (acuerdo promovido por el papa Alejandro VI entre el rey Fernando II de Aragón y la reina Isabel I de Castilla, por una parte, y el rey Juan II de Portugal, por otra, en virtud del cual se estableció una línea de demarcación que corría de uno a otro polo y dividía al mundo entre España y Portugal quedando Brasil bajo su dominio).

A final de siglo XVI, con la unión de ambas coronas, se constituyó el Imperio Español, uno de los mayores de la Historia y el primero con territorios en todos los continentes. “En mi imperio nunca se pone el sol”, presumía Felipe II.

Siguiendo las rutas de los exploradores y conquistadores por todo el mundo, en el ámbito económico aumentó el comercio y se creó un poderoso sistema bancario para financiar el crecimiento de las estructuras gubernamentales y la multiplicación de los emprendimientos comerciales. La burguesía inicial cada vez más cobró importancia y paulatinamente adquirió mayor poder económico y político.

Para la Europa el siglo XVI, si bien fue un siglo prolijo en logros artísticos y científicos que merecidamente la caracterizaron como cuna del Renacimiento, también constituyó escenario de numerosos conflictos bélicos entre las potencias, principalmente por temas religiosos. La división cristiana entre católicos y reformistas desató violentos enfrentamientos: Lutero cuestionó la autoridad del papa y de la iglesia católica y en Inglaterra Enrique VIII creó la iglesia anglicana. Estos hechos provocaron la reacción católica mediante la Contrarreforma cuyos objetivos fueron renovar la Iglesia y evitar el avance de las doctrinas protestantes

Las regiones que más hombres aportaron al Nuevo Mundo durante el siglo XVI fueron Andalucía, Castilla y Extremadura. Muchos campesinos, labradores, villanos (habitantes de las villas), artesanos y, en menor medida, nobles empobrecidos (hidalgos)buscaron superar su condición y acceder a privilegios que en Europa estaban reservados a la nobleza.

Por otra parte, Rossend Rovira Morgado, Doctorando en el Departamento de Historia de América de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo “Mesoamérica: Concepto y realidad de un espacio cultural”, expresa que el antropólogo Paul Kirchhoff (1943-1967) fue el primer investigador que acuñó el término de Mesoamérica y bajo esta denominación reconoció a una extensa área geográfica limitada al norte por las fronteras naturales de los ríos Pánuco y Sinaloa en México y al sur por una difusa línea fronteriza entre Guatemala y El Salvador.

“Desde el momento en que se consolida la agricultura como medio de subsistencia fundamental (2500 a. C.) en esta zona hasta la llegada de los primeros europeos en 1512-1519 –argumenta Rovira-, las diferentes culturas que se desarrollaron en tal espacio compartieron diversas características comunes: un excelente manejo de los recursos agrícolas (principalmente, del cultivo del maíz) mediante diversas técnicas intensivas que posibilitaron la aparición de un excedente producto, el uso de un instrumental agrario común, la importancia de las diferentes formas procesadas de maíz en la dieta prehispánica, vida sedentaria, patrón de asentamiento en vastos centros urbanos, alta especialización artesanal, importancia del mercado y del comercio local y a larga distancia, la edificación de grandes complejos rituales en los cuales las pirámides escalonadas sobresalen, una compleja cosmovisión e ideología –importancia del sacrificio humano y del llamado juego de pelota- y ciertos logros intelectuales, de los cuales la escritura, la astronomía y el calendario son los más importantes.”

En Mesoamérica existieron más de una decena de culturas: olmecas, mayas, mexicas/aztecas, toltecas, teotihuacanos, zapotecas, purépechas, huastecas, tlaxcaltecas, totonacas y chichimecas.

El impacto que el descubrimiento y la conquista de América significó para el mundo fue muy grande. Las principales consecuencias fueron demográficas, económicas y culturales.

Demográficas: emigración europea hacia las colonias americanas, mestizaje étnico, tráfico de esclavos e intercambio de epidemias que diezmó la población indígena.

Económicas: desplazamiento de la actividad económica del Mediterráneo hacia el Atlántico, hallazgo de numerosos yacimientos de metales preciosos y tendencia al atesoramiento de oro e intercambio de productos agrícolas, Mesoamérica recibió trigo, café, caña de azúcar y olivo y Europa maíz, cacao, papa y tomate.

Culturales: los pueblos europeos trajeron a América su forma de pensar, valores, idioma, religión, arte y sentido del derecho.