/ miércoles 6 de mayo de 2020

Caras y Máscaras | La denigrada economía informal

Ante los efectos de la pandemia del Covid-19 en la economía, las empresas grandes y pequeñas, transnacionales y locales, realizan gestiones y acciones para reducir al mínimo sus pérdidas por el confinamiento. Tales medidas son de muy diverso carácter: desde la obtención de posibles créditos para seguir operando, hasta el despido de personal por enfrentar horizontes extremadamente adversos.

Pero, a pesar de los daños que sufra el sector formal de la economía, una gran cantidad de sus integrantes, más temprano que tarde, se incorporará a una nueva normalidad, en la que productores y consumidores, oferentes y demandantes, alcanzarán equilibrios mutuamente convenientes.

No ocurrirá lo mismo con el sector informal de la economía, donde los evidentes estragos resultantes de la contingencia son dramáticamente incalculables en el ámbito social, dado que su debilidad es patente, no sólo por lo precario de su capital y organización, incluyendo la reducida preparación de su personal, sino porque constituye un sector en el que más defectos que aspectos positivos se le encuentran y destacan.

La expresión economía informal generalmente se asocia a connotaciones negativas como ilegalidad, evasión de impuestos, competencia desleal, trabajadores desprotegidos, baja productividad y trabajo subterráneo

En las referencias a la economía informal generalmente predominan las visiones subjetivas que la menosprecian y la agravian -considerándola un atasco, una distorsión, un inconveniente-, más que acentuar los enfoques objetivos que la definen como un medio de subsistencia para la población de escasos recursos, un asidero para la sobrevivencia de los pobres, un refugio para los desempleados (el ejército industrial de reserva) e incluso como un área mitigadora de la delincuencia.

La economía informal es un fenómeno mundial, existe lo mismo en los países pobres que en los ricos. Estudios sobre el tema han encontrado que en países desarrollados el sector informal representa entre el 10 y el 20 por ciento de la producción total, en tanto que en países en desarrollo representa más de un tercio de tal variable.

En 2018 un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indicó que 2 mil millones de personas, más del 61 por ciento de la población mundial empleada, se gana la vida en la economía informal y el 93 por ciento de esta se encuentra en países en desarrollo. Las personas que viven en zonas rurales tienen dos veces más probabilidades de emplearse en la informalidad que las personas de zonas urbanas. La agricultura es el sector con el nivel más alto de empleo informal. Aunque no todos los trabajadores informales son pobres, la pobreza es tanto causa como consecuencia de la informalidad. La mayoría de trabajadores informales carece de protección social, derechos laborales y condiciones de empleo decorosas. El nivel de educación es un factor clave que afecta el nivel de informalidad. La transición a la economía formal es la condición para lograr un trabajo decoroso para todos.

En México durante el 2018 la economía informal generó el 22.5 por ciento de la producción total nacional y el 56.7 por ciento del total de empleos. En contraposición, el 77.5 por ciento del PIB lo generó el sector formal con el 43.3 por ciento de la población ocupada formal, o sea que, por cada 100 pesos generados de PIB del país, 78 pesos provinieron de los ocupados formales, mientras que 22 pesos correspondieron a los informales. En términos absolutos el valor de lo producido fue de 5 mil 310 millones de pesos y 31.2 millones de trabajadores, de estos 60 por ciento fueron hombres y 40 por ciento mujeres. El comercio minorista, la construcción, las industrias manufactureras y el sector agropecuario fueron las principales esferas de producción bajo esquemas de informalidad.

En Tlaxcala la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) reveló que, en el cuarto trimestre de 2019, todas las modalidades de empleo informal involucraron a 428 mil personas, lo que representó una Tasa de Informalidad Laboral 1 (TIL1) de 71.3 por ciento con respecto al total de la población ocupada (600 mil 972 personas), que incluye –además de quienes laboran en micronegocios no registrados o sector informal– a los ocupados por cuenta propia en la agricultura de subsistencia, así como a trabajadores que laboran sin la protección de la seguridad social y cuyos servicios son utilizados por unidades económicas registradas.

Paralelamente, la Tasa de Ocupación en el Sector Informal (TOSI1) fue de 41.6 por ciento, lo que equivale a poco más de 250 mil personas ocupadas en dicho sector, esta tasa representa a la población ocupada que trabaja para una unidad económica que opera a partir de los recursos del hogar, pero sin constituirse como empresa, de modo que la actividad no tiene una situación identificable e independiente de ese hogar. Tlaxcala tuvo la tasa más alta del país en este rubro.

Ante los efectos de la pandemia del Covid-19 en la economía, las empresas grandes y pequeñas, transnacionales y locales, realizan gestiones y acciones para reducir al mínimo sus pérdidas por el confinamiento. Tales medidas son de muy diverso carácter: desde la obtención de posibles créditos para seguir operando, hasta el despido de personal por enfrentar horizontes extremadamente adversos.

Pero, a pesar de los daños que sufra el sector formal de la economía, una gran cantidad de sus integrantes, más temprano que tarde, se incorporará a una nueva normalidad, en la que productores y consumidores, oferentes y demandantes, alcanzarán equilibrios mutuamente convenientes.

No ocurrirá lo mismo con el sector informal de la economía, donde los evidentes estragos resultantes de la contingencia son dramáticamente incalculables en el ámbito social, dado que su debilidad es patente, no sólo por lo precario de su capital y organización, incluyendo la reducida preparación de su personal, sino porque constituye un sector en el que más defectos que aspectos positivos se le encuentran y destacan.

La expresión economía informal generalmente se asocia a connotaciones negativas como ilegalidad, evasión de impuestos, competencia desleal, trabajadores desprotegidos, baja productividad y trabajo subterráneo

En las referencias a la economía informal generalmente predominan las visiones subjetivas que la menosprecian y la agravian -considerándola un atasco, una distorsión, un inconveniente-, más que acentuar los enfoques objetivos que la definen como un medio de subsistencia para la población de escasos recursos, un asidero para la sobrevivencia de los pobres, un refugio para los desempleados (el ejército industrial de reserva) e incluso como un área mitigadora de la delincuencia.

La economía informal es un fenómeno mundial, existe lo mismo en los países pobres que en los ricos. Estudios sobre el tema han encontrado que en países desarrollados el sector informal representa entre el 10 y el 20 por ciento de la producción total, en tanto que en países en desarrollo representa más de un tercio de tal variable.

En 2018 un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indicó que 2 mil millones de personas, más del 61 por ciento de la población mundial empleada, se gana la vida en la economía informal y el 93 por ciento de esta se encuentra en países en desarrollo. Las personas que viven en zonas rurales tienen dos veces más probabilidades de emplearse en la informalidad que las personas de zonas urbanas. La agricultura es el sector con el nivel más alto de empleo informal. Aunque no todos los trabajadores informales son pobres, la pobreza es tanto causa como consecuencia de la informalidad. La mayoría de trabajadores informales carece de protección social, derechos laborales y condiciones de empleo decorosas. El nivel de educación es un factor clave que afecta el nivel de informalidad. La transición a la economía formal es la condición para lograr un trabajo decoroso para todos.

En México durante el 2018 la economía informal generó el 22.5 por ciento de la producción total nacional y el 56.7 por ciento del total de empleos. En contraposición, el 77.5 por ciento del PIB lo generó el sector formal con el 43.3 por ciento de la población ocupada formal, o sea que, por cada 100 pesos generados de PIB del país, 78 pesos provinieron de los ocupados formales, mientras que 22 pesos correspondieron a los informales. En términos absolutos el valor de lo producido fue de 5 mil 310 millones de pesos y 31.2 millones de trabajadores, de estos 60 por ciento fueron hombres y 40 por ciento mujeres. El comercio minorista, la construcción, las industrias manufactureras y el sector agropecuario fueron las principales esferas de producción bajo esquemas de informalidad.

En Tlaxcala la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) reveló que, en el cuarto trimestre de 2019, todas las modalidades de empleo informal involucraron a 428 mil personas, lo que representó una Tasa de Informalidad Laboral 1 (TIL1) de 71.3 por ciento con respecto al total de la población ocupada (600 mil 972 personas), que incluye –además de quienes laboran en micronegocios no registrados o sector informal– a los ocupados por cuenta propia en la agricultura de subsistencia, así como a trabajadores que laboran sin la protección de la seguridad social y cuyos servicios son utilizados por unidades económicas registradas.

Paralelamente, la Tasa de Ocupación en el Sector Informal (TOSI1) fue de 41.6 por ciento, lo que equivale a poco más de 250 mil personas ocupadas en dicho sector, esta tasa representa a la población ocupada que trabaja para una unidad económica que opera a partir de los recursos del hogar, pero sin constituirse como empresa, de modo que la actividad no tiene una situación identificable e independiente de ese hogar. Tlaxcala tuvo la tasa más alta del país en este rubro.