/ viernes 12 de agosto de 2022

“¡Chu cu, chu cu, chu cu…!”

La maraña de vías férreas de México, en su enjambre principal, es del centro del país hacia el norte, sobre todo. La idea inicial fue conectar con los principales sistemas ferroviarios de EE. UU. Estableciendo un sistema de comunicación que conectara a los centros de producción y acopio del país con los mercados de la nación vecina. Este esquema se reprodujo en toda Latinoamérica.

En “Cien años de soledad”, “El Gabo” describe un ferrocarril bananero que desplaza como lo estoy diciendo ahora, y cuando ya no es útil lo abandonan. La historia de los ferrocarriles en México, hoy en manos extranjeras gracias a Zedillo, se explica por la ambición de explotar los minerales como la plata, el oro, y los productos del campo. Es cierto, Mérida, Tabasco, Campeche, Veracruz, Oaxaca, quedaron conectados a esa red. Hay incluso un tendido férreo que llega hasta Tapachula, pero la principal telaraña de vías férreas corre del centro hacia el norte.

Pero ¿Qué significaron en su momento para nuestro país los ferrocarriles? ¡Nada menos que el desarrollo regional! ¡Las vías de comunicación son desarrollo! En el discurso inaugural de gobierno de Sánchez Piedras, frente a Echeverría en una sesión maratónica, donde el estrenado gobernador le planteó la necesidad de la carretera que hoy conocemos como “la vía corta”, el secretario de la materia de esa época, atajó la petición argumentando que esa programación no se justificaba, porque Tlaxcala y Puebla estaban conectados por dos carreteras aparte de la férrea, pero la réplica de don Emilio fue, que no se justificaba en términos de comunicación, pero sí en cuanto al desarrollo de la región y eso, resultó absolutamente cierto porque desde Tlaltelulco hasta San Pablo del Monte viven ahora un desarrollo inusitado. Por eso reafirmo que, ¡Las vías de comunicación son desarrollo!

El México que gobernó el funesto Juárez, bajo el cual nacieron los ferrocarriles, era en su momento poco menos que conglomerados humanos sin la idea de pertenencia a una nación. Grupos dispersos con sus autogobiernos, con una extraordinaria riqueza natural, pero sin comunicaciones. Época, en que para gobernar al país y mantener su unidad, había que valerse de los todopoderosos caciques, que eran los que realmente controlaban. Como ahora sigue siendo en algunas regiones de Oaxaca, Guerrero y Chiapas. Con Porfirio Díaz se produjo la expansión ferrocarrilera y su desarrollo innegable; solo que ese gobierno se olvidó de incluir a las mayorías y la respuesta social de rebeldía no se hizo esperar.

En los mismos ferrocarriles viajó la Revolución armada que terminó por triunfar. De cualquier manera, el desarrollo fue la consecuencia. Para muestra basta recordar la batalla de Aguascalientes; Villa trasladó a sus tan temidas tropas, en tantos trenes desplegados desde “el norte de Fresnillo a la Calera”. Los federales se “azoraron” cuando vieron que con su llegada cubrían más de diez kilómetros de vías. En ellos, sus tropas, las de Chao, Maclovio Herrera, Urbina, Natera, los hermanos Arrieta, movieron alrededor de diecinueve mil quinientos hombres para la batalla definitiva que significó el triunfo de la Revolución Mexicana.

Ahora se trata de desarrollar al sureste de nuestro país. Amplia región postergada. El tren maya significa esa posibilidad. Es cierto que habrá que desmontar selvas porque no puede volar, pero igual, en la época de Porfirio Díaz hubo que desmontar bosques, selvas, tender puentes, devastar cerros y montañas. Pero a los lugares donde el ferrocarril llegó, unió a la nación y llevó la posibilidad del progreso. Ahora, que a los dineros públicos se les quiere dar un sentido social en favor de los “olvidados”, aparecen las barreras de los intereses creados, de los grupos de poder nacionales y extranjeros. De los políticos en la derrota. De quienes ya no pueden robar a placer. De quienes se creían dueños de México. Más los agregados gratuitos. Todos están recurriendo a todo tipo de artimañas y regando dinero para impedir que ese proyecto concluya. Igual que sucedió en el Aeropuerto Felipe Ángeles. Igual que los que están en “mora legislativa” y no quieren desquitar su sueldo. Esas ambiciones siguen tendiendo trampas para impedirlo. Pero por suerte, el camino se está desbrozando y parece ser que ahora si todo marchará viento en popa.


La maraña de vías férreas de México, en su enjambre principal, es del centro del país hacia el norte, sobre todo. La idea inicial fue conectar con los principales sistemas ferroviarios de EE. UU. Estableciendo un sistema de comunicación que conectara a los centros de producción y acopio del país con los mercados de la nación vecina. Este esquema se reprodujo en toda Latinoamérica.

En “Cien años de soledad”, “El Gabo” describe un ferrocarril bananero que desplaza como lo estoy diciendo ahora, y cuando ya no es útil lo abandonan. La historia de los ferrocarriles en México, hoy en manos extranjeras gracias a Zedillo, se explica por la ambición de explotar los minerales como la plata, el oro, y los productos del campo. Es cierto, Mérida, Tabasco, Campeche, Veracruz, Oaxaca, quedaron conectados a esa red. Hay incluso un tendido férreo que llega hasta Tapachula, pero la principal telaraña de vías férreas corre del centro hacia el norte.

Pero ¿Qué significaron en su momento para nuestro país los ferrocarriles? ¡Nada menos que el desarrollo regional! ¡Las vías de comunicación son desarrollo! En el discurso inaugural de gobierno de Sánchez Piedras, frente a Echeverría en una sesión maratónica, donde el estrenado gobernador le planteó la necesidad de la carretera que hoy conocemos como “la vía corta”, el secretario de la materia de esa época, atajó la petición argumentando que esa programación no se justificaba, porque Tlaxcala y Puebla estaban conectados por dos carreteras aparte de la férrea, pero la réplica de don Emilio fue, que no se justificaba en términos de comunicación, pero sí en cuanto al desarrollo de la región y eso, resultó absolutamente cierto porque desde Tlaltelulco hasta San Pablo del Monte viven ahora un desarrollo inusitado. Por eso reafirmo que, ¡Las vías de comunicación son desarrollo!

El México que gobernó el funesto Juárez, bajo el cual nacieron los ferrocarriles, era en su momento poco menos que conglomerados humanos sin la idea de pertenencia a una nación. Grupos dispersos con sus autogobiernos, con una extraordinaria riqueza natural, pero sin comunicaciones. Época, en que para gobernar al país y mantener su unidad, había que valerse de los todopoderosos caciques, que eran los que realmente controlaban. Como ahora sigue siendo en algunas regiones de Oaxaca, Guerrero y Chiapas. Con Porfirio Díaz se produjo la expansión ferrocarrilera y su desarrollo innegable; solo que ese gobierno se olvidó de incluir a las mayorías y la respuesta social de rebeldía no se hizo esperar.

En los mismos ferrocarriles viajó la Revolución armada que terminó por triunfar. De cualquier manera, el desarrollo fue la consecuencia. Para muestra basta recordar la batalla de Aguascalientes; Villa trasladó a sus tan temidas tropas, en tantos trenes desplegados desde “el norte de Fresnillo a la Calera”. Los federales se “azoraron” cuando vieron que con su llegada cubrían más de diez kilómetros de vías. En ellos, sus tropas, las de Chao, Maclovio Herrera, Urbina, Natera, los hermanos Arrieta, movieron alrededor de diecinueve mil quinientos hombres para la batalla definitiva que significó el triunfo de la Revolución Mexicana.

Ahora se trata de desarrollar al sureste de nuestro país. Amplia región postergada. El tren maya significa esa posibilidad. Es cierto que habrá que desmontar selvas porque no puede volar, pero igual, en la época de Porfirio Díaz hubo que desmontar bosques, selvas, tender puentes, devastar cerros y montañas. Pero a los lugares donde el ferrocarril llegó, unió a la nación y llevó la posibilidad del progreso. Ahora, que a los dineros públicos se les quiere dar un sentido social en favor de los “olvidados”, aparecen las barreras de los intereses creados, de los grupos de poder nacionales y extranjeros. De los políticos en la derrota. De quienes ya no pueden robar a placer. De quienes se creían dueños de México. Más los agregados gratuitos. Todos están recurriendo a todo tipo de artimañas y regando dinero para impedir que ese proyecto concluya. Igual que sucedió en el Aeropuerto Felipe Ángeles. Igual que los que están en “mora legislativa” y no quieren desquitar su sueldo. Esas ambiciones siguen tendiendo trampas para impedirlo. Pero por suerte, el camino se está desbrozando y parece ser que ahora si todo marchará viento en popa.