/ martes 26 de julio de 2022

Combate a la corrupción, tarea de todos

Durante mi trayectoria como legisladora, he trabajado con determinación en contra de la corrupción, convencida de que eliminar ese mal que aqueja al país, será un primer gran paso para construir una Nación más fuerte y próspera.

Contrario a lo que se anunciaba que ocurría con el gobierno de la llamada Cuarta Transformación, la corrupción jamás se barrió “de arriba hacia abajo como en las escaleras”, sino que se utilizó un auténtico ventilador que propagó la corrupción de tal manera, que llegó hasta el primer círculo del Presidente de México.

En datos, Transparencia Mexicana señaló en enero pasado que nuestro país no ha tenido avances en la reducción de los índices de percepción de corrupción, siendo hoy una de las Naciones peor evaluadas por la OCDE.

Permítame hacer esta analogía: para que las plantas florezcan se requiere de riego, abono y del sol para dotarlas de nutrientes. En México la corrupción ha encontrado por décadas esas condiciones ideales, para que no solo se mantenga, sino que siga creciendo día con día; en otras palabras, los funcionarios corruptos son el riego, los ciudadanos que fomentan la corrupción son el abono y la impunidad el abundante sol que impulsa la corrupción.

Para entender la magnitud del problema, debemos comprender que la corrupción es un fenómeno que trastoca diversas esferas de la sociedad, la economía y el poder. Los ciudadanos llegan también a ser cómplices, cada vez que deciden ir por el camino incorrecto cuando se infringe una norma.

Por ende, resulta pertinente que asumamos la responsabilidad que tenemos en el combate a la corrupción desde todos los niveles, pues la integridad de un país no es construida desde el gobierno, sino desde la sociedad misma que se asume como población con derechos, libertades y obligaciones.

Los escándalos por desvíos multimillonarios de recursos públicos se quedan solamente en eso, y son muchas de las veces utilizados como simples monedas de cambio de carácter político, lejos del Estado de Derecho y la justicia que debería imperar en este país, pero ¿Qué podemos esperar si el primer mandatario, que juró ante los mexicanos respetar la Ley, pronuncia “no me vengan con el cuento de que la Ley es la Ley”, o bien la justicia ciega ante los claros actos de corrupción de su familia, funcionarios de primer nivel y la influencia del poder económico que en este gobierno está definitivamente vinculado al poder político.

El uso de las instituciones de procuración de justicia y del propio Poder Judicial, se han visto manchados en su autonomía y funcionalidad, solo por cumplir los caprichos presidenciales, e incluso los problemas personales del Fiscal General de la Nación, mientras esto siga ocurriendo, la corrupción solo se seguirá arraigando en detrimento del desarrollo de México.

Por lo anterior, acepté con un enorme compromiso la Presidencia de la Organización Mundial de Parlamentarios contra la Corrupción (GOPAC), capítulo México, para seguir trabajando con determinación desde el Senado de la República, en el combate de este fenómeno que limita avanzar como país.

Agradezco el favor de su lectura.

Transparencia Mexicana señaló en enero pasado que nuestro país no ha tenido avances en la reducción de los índices de percepción de corrupción, siendo hoy una de las Naciones peor evaluadas por la OCDE.


Durante mi trayectoria como legisladora, he trabajado con determinación en contra de la corrupción, convencida de que eliminar ese mal que aqueja al país, será un primer gran paso para construir una Nación más fuerte y próspera.

Contrario a lo que se anunciaba que ocurría con el gobierno de la llamada Cuarta Transformación, la corrupción jamás se barrió “de arriba hacia abajo como en las escaleras”, sino que se utilizó un auténtico ventilador que propagó la corrupción de tal manera, que llegó hasta el primer círculo del Presidente de México.

En datos, Transparencia Mexicana señaló en enero pasado que nuestro país no ha tenido avances en la reducción de los índices de percepción de corrupción, siendo hoy una de las Naciones peor evaluadas por la OCDE.

Permítame hacer esta analogía: para que las plantas florezcan se requiere de riego, abono y del sol para dotarlas de nutrientes. En México la corrupción ha encontrado por décadas esas condiciones ideales, para que no solo se mantenga, sino que siga creciendo día con día; en otras palabras, los funcionarios corruptos son el riego, los ciudadanos que fomentan la corrupción son el abono y la impunidad el abundante sol que impulsa la corrupción.

Para entender la magnitud del problema, debemos comprender que la corrupción es un fenómeno que trastoca diversas esferas de la sociedad, la economía y el poder. Los ciudadanos llegan también a ser cómplices, cada vez que deciden ir por el camino incorrecto cuando se infringe una norma.

Por ende, resulta pertinente que asumamos la responsabilidad que tenemos en el combate a la corrupción desde todos los niveles, pues la integridad de un país no es construida desde el gobierno, sino desde la sociedad misma que se asume como población con derechos, libertades y obligaciones.

Los escándalos por desvíos multimillonarios de recursos públicos se quedan solamente en eso, y son muchas de las veces utilizados como simples monedas de cambio de carácter político, lejos del Estado de Derecho y la justicia que debería imperar en este país, pero ¿Qué podemos esperar si el primer mandatario, que juró ante los mexicanos respetar la Ley, pronuncia “no me vengan con el cuento de que la Ley es la Ley”, o bien la justicia ciega ante los claros actos de corrupción de su familia, funcionarios de primer nivel y la influencia del poder económico que en este gobierno está definitivamente vinculado al poder político.

El uso de las instituciones de procuración de justicia y del propio Poder Judicial, se han visto manchados en su autonomía y funcionalidad, solo por cumplir los caprichos presidenciales, e incluso los problemas personales del Fiscal General de la Nación, mientras esto siga ocurriendo, la corrupción solo se seguirá arraigando en detrimento del desarrollo de México.

Por lo anterior, acepté con un enorme compromiso la Presidencia de la Organización Mundial de Parlamentarios contra la Corrupción (GOPAC), capítulo México, para seguir trabajando con determinación desde el Senado de la República, en el combate de este fenómeno que limita avanzar como país.

Agradezco el favor de su lectura.

Transparencia Mexicana señaló en enero pasado que nuestro país no ha tenido avances en la reducción de los índices de percepción de corrupción, siendo hoy una de las Naciones peor evaluadas por la OCDE.