/ martes 7 de abril de 2020

¡Denuncia!

La violencia contra las mujeres es el único delito en el que la víctima es a quien tanto delincuente como sociedad apuntan con dedo flamígero como la provocadora de los ataques. El problema es que ella misma, a veces, se autoinculpa, cree sinceramente que ha hecho algo para merecer el maltrato y que si modifica su conducta, podría evitar seguir siendo maltratada.

Así sucede en las violencias más evidentes, la física y la sexual, esas que dejan daños visibles; las de los moretones, estrangulamientos y atentados de feminicidio, pero también aplica a las invisibles, la psicológica y emocional. Inclusive ya muertas, el asesino y muchas personas la siguen culpando: que debió dejarle antes, que siempre fue libertina, que no era buena ama de casa…en fin, cualquier cantidad de tonterías y falsedades.

  • Por muchos años la cultura machista se fue nutriendo y arraigando de las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres, convirtiéndose en creencias de presunta superioridad masculina con atribuciones de control y poder sobre la mujer que después hasta derivaron en muestras cotidianas de confirmación de hombría: si la mujer no está al nivel de lo esperado por el hombre, éste la violenta para moldear su conducta, para que alcance el ideal imaginario de lo que la sociedad entiende como "una buena mujer".

A los hombres, se les enseña de niños que será su responsabilidad ser "cabeza de familia", proveedor, defensor del honor familiar, protector, fuerte, valiente y frío emocionalmente (los hombres no lloran, vieja el último, pareces niña). Siempre la connotación de mujer o niña entendida como lo cobarde, lo débil, lo indeseado.

A las mujeres, desde niñas, nos enseñan a vivir para reproducirnos, cuidar y ser responsables absolutas de las labores del hogar; se espera que seamos dulces, acomedidas, obedientes y abnegadas, dependientes económica, física y emocionalmente del hombre.

Cuando las cosas no son así, cuando el hombre percibe que los roles no están siendo como él cree que es correcto y si además él carece de habilidades cognitivas, emocionales y conductuales para autocontenerse, vendrá la violencia. Mientras ella es sometida, él se reafirma hombre; él percibe que la violencia entonces, le da ganancias. Repetirá la conducta con mayor alcance cada vez. La violencia es un proceso, un círculo en el que crece la tensión, explota la agresión, hay arrepentimiento del agresor, promete no volverlo a hacer…lo repetirá. No hay duda.

Tú, mujer, no eres culpable de la violencia ni la puedes detener. La única manera de detener la violencia es denunciando. No esperes a que sea demasiado tarde. Si tú o alguien que conoces sufre violencia, salva vidas, ¡denuncia ya!

La violencia contra las mujeres es el único delito en el que la víctima es a quien tanto delincuente como sociedad apuntan con dedo flamígero como la provocadora de los ataques. El problema es que ella misma, a veces, se autoinculpa, cree sinceramente que ha hecho algo para merecer el maltrato y que si modifica su conducta, podría evitar seguir siendo maltratada.

Así sucede en las violencias más evidentes, la física y la sexual, esas que dejan daños visibles; las de los moretones, estrangulamientos y atentados de feminicidio, pero también aplica a las invisibles, la psicológica y emocional. Inclusive ya muertas, el asesino y muchas personas la siguen culpando: que debió dejarle antes, que siempre fue libertina, que no era buena ama de casa…en fin, cualquier cantidad de tonterías y falsedades.

  • Por muchos años la cultura machista se fue nutriendo y arraigando de las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres, convirtiéndose en creencias de presunta superioridad masculina con atribuciones de control y poder sobre la mujer que después hasta derivaron en muestras cotidianas de confirmación de hombría: si la mujer no está al nivel de lo esperado por el hombre, éste la violenta para moldear su conducta, para que alcance el ideal imaginario de lo que la sociedad entiende como "una buena mujer".

A los hombres, se les enseña de niños que será su responsabilidad ser "cabeza de familia", proveedor, defensor del honor familiar, protector, fuerte, valiente y frío emocionalmente (los hombres no lloran, vieja el último, pareces niña). Siempre la connotación de mujer o niña entendida como lo cobarde, lo débil, lo indeseado.

A las mujeres, desde niñas, nos enseñan a vivir para reproducirnos, cuidar y ser responsables absolutas de las labores del hogar; se espera que seamos dulces, acomedidas, obedientes y abnegadas, dependientes económica, física y emocionalmente del hombre.

Cuando las cosas no son así, cuando el hombre percibe que los roles no están siendo como él cree que es correcto y si además él carece de habilidades cognitivas, emocionales y conductuales para autocontenerse, vendrá la violencia. Mientras ella es sometida, él se reafirma hombre; él percibe que la violencia entonces, le da ganancias. Repetirá la conducta con mayor alcance cada vez. La violencia es un proceso, un círculo en el que crece la tensión, explota la agresión, hay arrepentimiento del agresor, promete no volverlo a hacer…lo repetirá. No hay duda.

Tú, mujer, no eres culpable de la violencia ni la puedes detener. La única manera de detener la violencia es denunciando. No esperes a que sea demasiado tarde. Si tú o alguien que conoces sufre violencia, salva vidas, ¡denuncia ya!