/ viernes 8 de mayo de 2020

Desastres acompañan a epidemia

La Historia Universal hace referencia de enfermedades que han asolado a la humanidad, la misma Biblia anota presencia de pestes en las que sucumbieron algunos pueblos, en años recientes les fue agregada apellido (de un color y forma), por el aspecto que presentaban las costras de las llagas provocadas por el mortífero infraorganismo y así se conoció al que mató a millones en Asia y Europa: “peste negra”. Los científicos de esa época trataron de identificar el causante del mal letal, esfuerzo imposible de porque la ciencia de la investigación no estaba desarrollada, tampoco contaba con medios científicos para la indagatoria de laboratorio con que ahora se cuentan para escudriñar el microcosmos biológico.

En el caso de la epidemia llamada “gripe española”, la que asoló a la población mexicana, contagio traído por españoles que hizo acto de presencia en el año de 1918, enfermedad conocida como “española”, pero el foco de infección original según los registros clínicos dicho microbio contagioso fue llevado del vecino país a Europa y es ahí donde se propagó y traída por viajeros provenientes de España, contagiando al pueblo mexicano causando estragos entre su población. Los reportes verbales de los abuelos tlaxcaltecas (de Panotla y otros pueblos), fueron transmitidos con la crudeza amarga de la experiencia que dejó dicha epidemia al describir que el vómito y diarrea constantes conducían a una muerte segura en poco tiempo, de la boca de una abuela que escapó de la terrible enfermedad expresó que: “iban a sepultar hoy a sus difuntos, al otro día los sepultaban a ellos, sin el cajón acostumbrado, sino envueltos en el petate o cobija donde morían o enredados en”, “no eran asistidos en su agonía por algún sacerdote católico, pues habían abandonado el sacerdocio”, para muchas familias los estragos de la “gripe” dejaron muchos niños huérfanos, sin protección de algún familiar”. En páginas de este diario se dio a conocer de un poblado (ahora despoblado), donde desaparecieron todos sus habitantes y solo escaparon dos del cólera, en 1833. Ahora solo quedan muros testigo del citado conglomerado social exterminado en el Municipio de Panotla.

Como se sabe: los obsequios de España a México no han sido agradables, primero la “viruela negra”, que mató a tlaxcaltecas, tenochcas (1519), y otras etnias americanas, después el cólera (1833), y luego la epidemia de 1918. Todos males exterminadores. De la actual pandemia, no se sabe de dónde vino ni quien la trajo. Lo que urge es: saber que los científicos encuentren como combatir ese peligroso microorganismo letal.

Pero… las epidemias traen detrás de sus estragos dolorosos de muerte, el hambre; que también genera mortandad. Hoy muchos pobladores que dejarán de percibir (por cualquier motivo ajeno a su voluntad), sueldos por desempleo, comprenderán la lección no aplicada por los ancianos agricultores cuando expresaban que es la tierra la que da de comer. ¿Por qué lo decimos? Es que uno de los desastres que acompañan a epidemias, es la falta de empleo por tanto; no habrá economía para sostener a la familia. También traerá la ausencia de consumo de alimentos, porque no habrá consumidores a falta de poder económico. Al no haber consumidores cesará la producción y se duplicara la necesidad subsistir con alimentos que estarán agotados. Este fenómeno económico generado por la pandemia formará un círculo vicioso que será difícil de superarlo. Así que: el virus asesino trae alteraciones de carácter laboral y por lo tanto económico. Problema agudo que padecerá la inmensa población mexicana.

No siempre la modernidad trae felicidad a los pueblos. Sin desearlo, lo que viene después del virus, es hambre y el espejismo ha conducido a grandes estratos del pueblo a vivir sobre pisos de asfalto y cemento, ello por haber decidido indebidamente: los pueblos de Tlaxcala le han apostado por la vida engañosa de ciudades y abandonado la madre tierra, esa la que produce alimentos y no cáncer de cemento. Ejemplos: los tenemos a la vista, como las pequeñas áreas productoras de maíz, frijol y alfalfa de San Juan Totolac, las tierras de cultivo del pueblo de Panotla, hoy convertidas en caseríos. Y así, desafortunadamente otros pueblos tlaxcaltecas y de toda la república.

Hoy, el pueblo mexicano tiene el amparo del gobierno federal que, mediante los medios correspondientes ha hecho llegar la forma de defender la integridad humana frente a la amenaza del enemigo invisible. Los medios de defensa son del conocimiento popular, corresponde aplicarlos para defender de la peste a hijos y abuelos.

La Historia Universal hace referencia de enfermedades que han asolado a la humanidad, la misma Biblia anota presencia de pestes en las que sucumbieron algunos pueblos, en años recientes les fue agregada apellido (de un color y forma), por el aspecto que presentaban las costras de las llagas provocadas por el mortífero infraorganismo y así se conoció al que mató a millones en Asia y Europa: “peste negra”. Los científicos de esa época trataron de identificar el causante del mal letal, esfuerzo imposible de porque la ciencia de la investigación no estaba desarrollada, tampoco contaba con medios científicos para la indagatoria de laboratorio con que ahora se cuentan para escudriñar el microcosmos biológico.

En el caso de la epidemia llamada “gripe española”, la que asoló a la población mexicana, contagio traído por españoles que hizo acto de presencia en el año de 1918, enfermedad conocida como “española”, pero el foco de infección original según los registros clínicos dicho microbio contagioso fue llevado del vecino país a Europa y es ahí donde se propagó y traída por viajeros provenientes de España, contagiando al pueblo mexicano causando estragos entre su población. Los reportes verbales de los abuelos tlaxcaltecas (de Panotla y otros pueblos), fueron transmitidos con la crudeza amarga de la experiencia que dejó dicha epidemia al describir que el vómito y diarrea constantes conducían a una muerte segura en poco tiempo, de la boca de una abuela que escapó de la terrible enfermedad expresó que: “iban a sepultar hoy a sus difuntos, al otro día los sepultaban a ellos, sin el cajón acostumbrado, sino envueltos en el petate o cobija donde morían o enredados en”, “no eran asistidos en su agonía por algún sacerdote católico, pues habían abandonado el sacerdocio”, para muchas familias los estragos de la “gripe” dejaron muchos niños huérfanos, sin protección de algún familiar”. En páginas de este diario se dio a conocer de un poblado (ahora despoblado), donde desaparecieron todos sus habitantes y solo escaparon dos del cólera, en 1833. Ahora solo quedan muros testigo del citado conglomerado social exterminado en el Municipio de Panotla.

Como se sabe: los obsequios de España a México no han sido agradables, primero la “viruela negra”, que mató a tlaxcaltecas, tenochcas (1519), y otras etnias americanas, después el cólera (1833), y luego la epidemia de 1918. Todos males exterminadores. De la actual pandemia, no se sabe de dónde vino ni quien la trajo. Lo que urge es: saber que los científicos encuentren como combatir ese peligroso microorganismo letal.

Pero… las epidemias traen detrás de sus estragos dolorosos de muerte, el hambre; que también genera mortandad. Hoy muchos pobladores que dejarán de percibir (por cualquier motivo ajeno a su voluntad), sueldos por desempleo, comprenderán la lección no aplicada por los ancianos agricultores cuando expresaban que es la tierra la que da de comer. ¿Por qué lo decimos? Es que uno de los desastres que acompañan a epidemias, es la falta de empleo por tanto; no habrá economía para sostener a la familia. También traerá la ausencia de consumo de alimentos, porque no habrá consumidores a falta de poder económico. Al no haber consumidores cesará la producción y se duplicara la necesidad subsistir con alimentos que estarán agotados. Este fenómeno económico generado por la pandemia formará un círculo vicioso que será difícil de superarlo. Así que: el virus asesino trae alteraciones de carácter laboral y por lo tanto económico. Problema agudo que padecerá la inmensa población mexicana.

No siempre la modernidad trae felicidad a los pueblos. Sin desearlo, lo que viene después del virus, es hambre y el espejismo ha conducido a grandes estratos del pueblo a vivir sobre pisos de asfalto y cemento, ello por haber decidido indebidamente: los pueblos de Tlaxcala le han apostado por la vida engañosa de ciudades y abandonado la madre tierra, esa la que produce alimentos y no cáncer de cemento. Ejemplos: los tenemos a la vista, como las pequeñas áreas productoras de maíz, frijol y alfalfa de San Juan Totolac, las tierras de cultivo del pueblo de Panotla, hoy convertidas en caseríos. Y así, desafortunadamente otros pueblos tlaxcaltecas y de toda la república.

Hoy, el pueblo mexicano tiene el amparo del gobierno federal que, mediante los medios correspondientes ha hecho llegar la forma de defender la integridad humana frente a la amenaza del enemigo invisible. Los medios de defensa son del conocimiento popular, corresponde aplicarlos para defender de la peste a hijos y abuelos.