/ viernes 11 de mayo de 2018

Día de la Madre

Sí, DÍA DE LA MADRE, con mayúsculas por todo lo que encierra el valor de una madre. En México como en otros 13 países en el mundo festejan a las madres el día 10 de mayo. La costumbre lejana que nació en Grecia en honor a Rhea, madre de los dioses Poseidón, Zeus y Hades, que durante tres días a partir del día 15 de marzo presentaban ofrendas a la madre de esos dioses. Esa costumbre pasó a Roma festejando a su propia diosa. Ahí los primeros cristianos poco a poco inclinaron la festividad hacia la diosa madre: María madre de Jesús.

Acá en México fue Rafael Alducín, periodista poblano, quien instauró el 10 de mayo como día para celebrar a la madre, definiéndola como: “prolongación de su propia vida, no hay manera de poder aquilatar con certeza la profundidad y alcance de amor materno”, ello acaeció en el año de 1922. El presidente Ávila Camacho, en 1932, colocó la primera piedra del “Monumento a la Madre” en la Ciudad de México, en donde se encuentra inscrito en una piedra el mensaje: “A la que nos amó antes de conocernos”.

Otros países europeos explotaron esta festividad para estimular a las mujeres a tener varios hijos, mientras más tuviesen eran admiradas por el Estado, debido a que muchos jóvenes eran empleados como soldados para “defender a la patria” contra otras naciones. Cuando en realidad no era así, eran los intereses personales de la clase gobernante y sus amigos potentados a los que verdaderamente defendían con su vida. En otros casos, los primeros países industriales necesitaban mucha mano de obra barata, y por ello requerían ejércitos de obreros, por no decir esclavos, para los explotadores de la fuerza de trabajo por capitalistas en el poder.

Actualmente se sabe que países llamados nórdicos (Europa) premian a madres por tener hijos, pues su población se encuentra carente de juventud. Ahora con mayoría de población poco más allá de la adultez y muy cerca de la senectud.

Acá en México, como se nos hace saber, el Día de la Madre nació con reconocimiento de todos los derechos de la mujer, el más importante: ser madre. En la vida cotidiana de México (y otros países) existe en una mujer: un hombre, un padre, una mujer y una gran madre, ello debe pronunciarse con respeto y admiración.

Tanto en las madres como en los niños está la salvación del mundo. Es cierto porque los niños, si son cultivados con amor y en el respeto basado en valores, el futuro será amigable, lleno de comprensión y tolerancia. ¿Y… quién es la que imbuye en esos cerebros infantiles los valores que significan los “Diez mandamientos”? La madre. Por ello en ellas descansa la enorme responsabilidad de la paz del mundo. Ellas son las consejeras para el futuro que aporte frutos para sus hijos y el ámbito donde moren.

La naturaleza ha otorgado a la mujer la consigna: “aprovecha y celebra tu existencia”, por ello debe hacerse madre, debe obedecer la orden de conservar y prolongar la vida, ella no da la vida, la vida ya se encuentra desde la creación de la humanidad, ella (la mujer) es solamente el canal de la vida, la que cumple biológicamente; además de esa tarea, soporta circunstancias adversas de la vida cotidiana, a las que da solución para poder criar a los hijos desde el punto de vista material y espiritual.

El 10 de mayo nació en nuestro país para festejar a la madre viuda, soltera, casada, trabajadora, pobre, rica, sin educación pública o con alta preparación profesional. Se instituyó el “Día de la Madre”, sin el afán de comercializarlo como a la fecha lo hacen los mercaderes que han convertido un noble sentimiento en un negocio redituable.

No permitamos que el espíritu amoroso y de reconocimiento a nuestras madres y sus grandes virtudes y penas se olviden. Es saludable que permanezca lo expresado por el bohemio de la “melena alborotada” en aquél fin de año: “Brindo por la mujer, pero por una,/ por la que me brindó sus embelesos/ y me envolvió en sus besos:/ por la mujer que me arrulló en la cuna./ Por la mujer que me enseñó de niño/ lo que vale el cariño/ exquisito profundo y verdadero;/ por la mujer que me arrulló en sus brazos/ y que me dio en pedazos,/ uno por uno el corazón entero.

Sí, DÍA DE LA MADRE, con mayúsculas por todo lo que encierra el valor de una madre. En México como en otros 13 países en el mundo festejan a las madres el día 10 de mayo. La costumbre lejana que nació en Grecia en honor a Rhea, madre de los dioses Poseidón, Zeus y Hades, que durante tres días a partir del día 15 de marzo presentaban ofrendas a la madre de esos dioses. Esa costumbre pasó a Roma festejando a su propia diosa. Ahí los primeros cristianos poco a poco inclinaron la festividad hacia la diosa madre: María madre de Jesús.

Acá en México fue Rafael Alducín, periodista poblano, quien instauró el 10 de mayo como día para celebrar a la madre, definiéndola como: “prolongación de su propia vida, no hay manera de poder aquilatar con certeza la profundidad y alcance de amor materno”, ello acaeció en el año de 1922. El presidente Ávila Camacho, en 1932, colocó la primera piedra del “Monumento a la Madre” en la Ciudad de México, en donde se encuentra inscrito en una piedra el mensaje: “A la que nos amó antes de conocernos”.

Otros países europeos explotaron esta festividad para estimular a las mujeres a tener varios hijos, mientras más tuviesen eran admiradas por el Estado, debido a que muchos jóvenes eran empleados como soldados para “defender a la patria” contra otras naciones. Cuando en realidad no era así, eran los intereses personales de la clase gobernante y sus amigos potentados a los que verdaderamente defendían con su vida. En otros casos, los primeros países industriales necesitaban mucha mano de obra barata, y por ello requerían ejércitos de obreros, por no decir esclavos, para los explotadores de la fuerza de trabajo por capitalistas en el poder.

Actualmente se sabe que países llamados nórdicos (Europa) premian a madres por tener hijos, pues su población se encuentra carente de juventud. Ahora con mayoría de población poco más allá de la adultez y muy cerca de la senectud.

Acá en México, como se nos hace saber, el Día de la Madre nació con reconocimiento de todos los derechos de la mujer, el más importante: ser madre. En la vida cotidiana de México (y otros países) existe en una mujer: un hombre, un padre, una mujer y una gran madre, ello debe pronunciarse con respeto y admiración.

Tanto en las madres como en los niños está la salvación del mundo. Es cierto porque los niños, si son cultivados con amor y en el respeto basado en valores, el futuro será amigable, lleno de comprensión y tolerancia. ¿Y… quién es la que imbuye en esos cerebros infantiles los valores que significan los “Diez mandamientos”? La madre. Por ello en ellas descansa la enorme responsabilidad de la paz del mundo. Ellas son las consejeras para el futuro que aporte frutos para sus hijos y el ámbito donde moren.

La naturaleza ha otorgado a la mujer la consigna: “aprovecha y celebra tu existencia”, por ello debe hacerse madre, debe obedecer la orden de conservar y prolongar la vida, ella no da la vida, la vida ya se encuentra desde la creación de la humanidad, ella (la mujer) es solamente el canal de la vida, la que cumple biológicamente; además de esa tarea, soporta circunstancias adversas de la vida cotidiana, a las que da solución para poder criar a los hijos desde el punto de vista material y espiritual.

El 10 de mayo nació en nuestro país para festejar a la madre viuda, soltera, casada, trabajadora, pobre, rica, sin educación pública o con alta preparación profesional. Se instituyó el “Día de la Madre”, sin el afán de comercializarlo como a la fecha lo hacen los mercaderes que han convertido un noble sentimiento en un negocio redituable.

No permitamos que el espíritu amoroso y de reconocimiento a nuestras madres y sus grandes virtudes y penas se olviden. Es saludable que permanezca lo expresado por el bohemio de la “melena alborotada” en aquél fin de año: “Brindo por la mujer, pero por una,/ por la que me brindó sus embelesos/ y me envolvió en sus besos:/ por la mujer que me arrulló en la cuna./ Por la mujer que me enseñó de niño/ lo que vale el cariño/ exquisito profundo y verdadero;/ por la mujer que me arrulló en sus brazos/ y que me dio en pedazos,/ uno por uno el corazón entero.