/ martes 16 de noviembre de 2021

El bloqueo al INE

Previo a la aparición del Instituto Nacional Electoral, antes IFE, las elecciones eran organizadas por la Secretaría de Gobernación, que hacía las veces de brazo operador para el partido en el gobierno, que mantuvo una hegemonía por más de setenta años.

La transición hacia un México democrático no hubiera sido posible sin la participación ciudadana y la construcción de una institución autónoma y absolutamente independiente del gobierno en turno.

El año 2000 representó un parteaguas para nuestra naciente democracia, el primer gobierno de alternancia fue posible, gracias a que la autoridad electoral impidió continuar con las viejas prácticas que no permitían una competencia equitativa, ni un proceso electoral certero.

Y es que para entonces, apenas hacía una década de uno de los pasajes más vergonzosos para nuestra democracia; la famosa caída del sistema en la que el titular de la Secretaría de Gobernación anunciaba la imposibilidad de dar datos de la elección, argumentando que las condiciones climatológicas impedían hacerlo.

A 32 años de aquel suceso y cuando creíamos que las viejas prácticas eran tema del pasado, la bancada de Morena, a petición del inquilino de Palacio Nacional, disminuyó el presupuesto asignado para el Instituto Nacional Electoral, poniendo en riesgo el ejercicio de revocación de mandato impulsado por el mismo grupo que votó en contra de una asignación coherente.

Este acto no se trata más que de seguir la narrativa presidencial, para descalificar a un instituto ciudadano autónomo, y convertirlo una vez más en brazo operador del gobierno federal.

Mientras Morena construye los actos de su puesta en escena, detrás existe un orquestador perverso que le apuesta a que el INE se equivoque, para enlodar a la institución ante la opinión pública, y justificar su discurso reiterativo de "mandar al diablo a las instituciones".

No es un hecho menor recortar una cuarta parte del presupuesto solicitado por el Instituto Nacional Electoral, y menos cuando estamos a punto de vivir un proceso inédito de revocación de mandato. Claramente le apuestan a que el ejercicio falle, para así nutrir su discurso de descalificación a la autoridad electoral, cuando son los diputados de Morena y sus aliados, quienes están poniendo en riesgo el ejercicio propuesto por el propio presidente de México.

Desde aquí, expreso mi absoluto respaldo a la autoridad electoral y reitero mi compromiso con la institución, que ha sido garante de procesos libres, democráticos y autónomos de la presión ejercida desde las más altas esferas del poder.

Agradezco el favor de su lectura.

Previo a la aparición del Instituto Nacional Electoral, antes IFE, las elecciones eran organizadas por la Secretaría de Gobernación, que hacía las veces de brazo operador para el partido en el gobierno, que mantuvo una hegemonía por más de setenta años.

La transición hacia un México democrático no hubiera sido posible sin la participación ciudadana y la construcción de una institución autónoma y absolutamente independiente del gobierno en turno.

El año 2000 representó un parteaguas para nuestra naciente democracia, el primer gobierno de alternancia fue posible, gracias a que la autoridad electoral impidió continuar con las viejas prácticas que no permitían una competencia equitativa, ni un proceso electoral certero.

Y es que para entonces, apenas hacía una década de uno de los pasajes más vergonzosos para nuestra democracia; la famosa caída del sistema en la que el titular de la Secretaría de Gobernación anunciaba la imposibilidad de dar datos de la elección, argumentando que las condiciones climatológicas impedían hacerlo.

A 32 años de aquel suceso y cuando creíamos que las viejas prácticas eran tema del pasado, la bancada de Morena, a petición del inquilino de Palacio Nacional, disminuyó el presupuesto asignado para el Instituto Nacional Electoral, poniendo en riesgo el ejercicio de revocación de mandato impulsado por el mismo grupo que votó en contra de una asignación coherente.

Este acto no se trata más que de seguir la narrativa presidencial, para descalificar a un instituto ciudadano autónomo, y convertirlo una vez más en brazo operador del gobierno federal.

Mientras Morena construye los actos de su puesta en escena, detrás existe un orquestador perverso que le apuesta a que el INE se equivoque, para enlodar a la institución ante la opinión pública, y justificar su discurso reiterativo de "mandar al diablo a las instituciones".

No es un hecho menor recortar una cuarta parte del presupuesto solicitado por el Instituto Nacional Electoral, y menos cuando estamos a punto de vivir un proceso inédito de revocación de mandato. Claramente le apuestan a que el ejercicio falle, para así nutrir su discurso de descalificación a la autoridad electoral, cuando son los diputados de Morena y sus aliados, quienes están poniendo en riesgo el ejercicio propuesto por el propio presidente de México.

Desde aquí, expreso mi absoluto respaldo a la autoridad electoral y reitero mi compromiso con la institución, que ha sido garante de procesos libres, democráticos y autónomos de la presión ejercida desde las más altas esferas del poder.

Agradezco el favor de su lectura.