/ martes 20 de marzo de 2018

El cristal con que se mira

Llámese como se llame

A los mexicanos nos gusta el pasado. Amamos y añoramos los “viejos tiempos”, clasificamos los recuerdos y nos quedamos solo con los buenos, con los que nos hacen sonreír, con los que nos refieren a un tiempo en que, juventud de por medio, nos sentíamos indestructibles y dueños del mundo. Clasificamos los recuerdos para poder vivir con y en ellos. Los malos recuerdos los archivamos en la carpeta de “indeseados” y los mandamos al olvido.

El pasado tiene sus cosas muy buenas, pero hay otras verdaderamente aterradoras. Los que nacimos en los 60’s, 70’s y 80’s tuvimos en la juventud un país siempre en crisis económica. Vivimos esa “dictadura perfecta” que Vargas Llosa bautizó para describir al priato. No había opción. Era PRI o PRI. Vivimos desde un PRI tirado a la izquierda que nacionalizaba y quebraba cuanta industria próspera existía, hasta el capitalista a ultranza que privatizaba lo nacionalizado. El hilo que une a esos extremos, siempre fue la corrupción que creció bajo el amparo del pacto de impunidad de la familia que integraba el partidazo (AMLO incluido).

En 2012, se le dio al producto de mercadotecnia “nuevo PRI” la oportunidad de redimirse bajo el argumento de su experiencia para gobernar y su candidato de cara lavada. ¡Uff! Lo único que vivimos fue el regreso al PRI de los 90’s. La corrupción volvió con toda fuerza y el pacto de impunidad volvió a comprar plumas, prensa, opositores e impartidores de justicia.

Ahora, el voto anti PRI tiene a su candidato en lejano tercer lugar pero, con una sociedad poniendo arriba en las encuestas a MORENA (otro nombre para el mismo PRI), opción aún peor que el gobierno actual, porque si éste regresó a las prácticas de los 90’s el de “ya saben quien” pretende regresarlo ¡a los 70’s!, a los estatizadores, a quienes utilizaron el poder para destruir la prosperidad, para como aves de rapiña despojar a México de la esperanza de desarrollo y condenaron a nuestra patria a mantenerse en la pobreza y la ignorancia. Esa gente, en su desesperación, pide cambio sea cual sea, sin darse cuenta que retroceder también es cambiar.

No nos engañemos. Los populistas no cambian sino solo se muestran en su forma de gobernar. Chávez, Maduro, Trump... todos autoritarios, facciosos y pésimos gobernantes. AMLO pertenece a tan “distinguido” clan.

Ese hombre ha sido, es y seguirá siendo un peligro para México. Ese candidato está prometiendo lo que tiene en su mente: que la CNTE vuelva a la toma de calles si sus caprichos políticos y chantajes por prebendas ilegales no son atendidos, los mineros vuelvan a ser estafados, la riqueza petrolera vuelva a ser dilapidada y explotada por unos cuantos y el subdesarrollo se haga más profundo. ¿Modernidad? ¿Tecnología? Ni una sola vez ha mencionado esas palabras en su propuesta.

La única opción de justicia, progreso y futuro se llama Ricardo Anaya. No compremos la guerra sucia y falsa de quienes hoy en la desesperación de su tercer lugar se funden con su propio origen. La amnistía prometida por AMLO es para los corruptos del sistema actual. El pacto de impunidad les es asegurado con él. Al final, tirado a la izquierda o a la derecha, en las mañas, corrupción e impunidad, PRI es y seguirá siendo PRI, llámese como se llame.

Llámese como se llame

A los mexicanos nos gusta el pasado. Amamos y añoramos los “viejos tiempos”, clasificamos los recuerdos y nos quedamos solo con los buenos, con los que nos hacen sonreír, con los que nos refieren a un tiempo en que, juventud de por medio, nos sentíamos indestructibles y dueños del mundo. Clasificamos los recuerdos para poder vivir con y en ellos. Los malos recuerdos los archivamos en la carpeta de “indeseados” y los mandamos al olvido.

El pasado tiene sus cosas muy buenas, pero hay otras verdaderamente aterradoras. Los que nacimos en los 60’s, 70’s y 80’s tuvimos en la juventud un país siempre en crisis económica. Vivimos esa “dictadura perfecta” que Vargas Llosa bautizó para describir al priato. No había opción. Era PRI o PRI. Vivimos desde un PRI tirado a la izquierda que nacionalizaba y quebraba cuanta industria próspera existía, hasta el capitalista a ultranza que privatizaba lo nacionalizado. El hilo que une a esos extremos, siempre fue la corrupción que creció bajo el amparo del pacto de impunidad de la familia que integraba el partidazo (AMLO incluido).

En 2012, se le dio al producto de mercadotecnia “nuevo PRI” la oportunidad de redimirse bajo el argumento de su experiencia para gobernar y su candidato de cara lavada. ¡Uff! Lo único que vivimos fue el regreso al PRI de los 90’s. La corrupción volvió con toda fuerza y el pacto de impunidad volvió a comprar plumas, prensa, opositores e impartidores de justicia.

Ahora, el voto anti PRI tiene a su candidato en lejano tercer lugar pero, con una sociedad poniendo arriba en las encuestas a MORENA (otro nombre para el mismo PRI), opción aún peor que el gobierno actual, porque si éste regresó a las prácticas de los 90’s el de “ya saben quien” pretende regresarlo ¡a los 70’s!, a los estatizadores, a quienes utilizaron el poder para destruir la prosperidad, para como aves de rapiña despojar a México de la esperanza de desarrollo y condenaron a nuestra patria a mantenerse en la pobreza y la ignorancia. Esa gente, en su desesperación, pide cambio sea cual sea, sin darse cuenta que retroceder también es cambiar.

No nos engañemos. Los populistas no cambian sino solo se muestran en su forma de gobernar. Chávez, Maduro, Trump... todos autoritarios, facciosos y pésimos gobernantes. AMLO pertenece a tan “distinguido” clan.

Ese hombre ha sido, es y seguirá siendo un peligro para México. Ese candidato está prometiendo lo que tiene en su mente: que la CNTE vuelva a la toma de calles si sus caprichos políticos y chantajes por prebendas ilegales no son atendidos, los mineros vuelvan a ser estafados, la riqueza petrolera vuelva a ser dilapidada y explotada por unos cuantos y el subdesarrollo se haga más profundo. ¿Modernidad? ¿Tecnología? Ni una sola vez ha mencionado esas palabras en su propuesta.

La única opción de justicia, progreso y futuro se llama Ricardo Anaya. No compremos la guerra sucia y falsa de quienes hoy en la desesperación de su tercer lugar se funden con su propio origen. La amnistía prometida por AMLO es para los corruptos del sistema actual. El pacto de impunidad les es asegurado con él. Al final, tirado a la izquierda o a la derecha, en las mañas, corrupción e impunidad, PRI es y seguirá siendo PRI, llámese como se llame.