/ martes 17 de abril de 2018

El cristal con que se mira

Niños criando niños

Pocas cosas nos atemorizan y mantienen sin sueño más a los padres que un embarazo adolescente. Las que superan este temor, son aun más trágicas: accidentes y enfermedades de transmisión sexual entre ellas. El temor es fundado. Los adolescentes entre 10 y 19 años están en alto riesgo de pasar por esta “dramática” experiencia, así calificada no por ésta tu escribana, sino por la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, del gobierno federal en la que participan 13 (sí, leíste bien: ¡13! dependencias federales y se sustenta en conjunto con otras muchas organizaciones civiles, médicas y académicas). Aun así y derivado de que la cifra sigue en ascenso, en este 2018 el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM califica a México como un país con “epidemia de embarazos adolescentes”.


De acuerdo al documento arriba citado, al 2009 había en México 22.4 millones de adolescentes entre 10 y 19 años (a mi juicio de los 10 a los 12 aun son niños pero así la estadística oficial). De 2006 a 2012, la tasa de adolescentes que declara haber iniciado su vida sexual pasó de 15 % a 23 % a una edad promedio de 15.8 años y en esa primera vez, solo el 37.6 % utilizaron anticoncepción. ¿Por qué? el 49 % respondió que “no esperaba tener relaciones”. También hay otros elementos como el uso de alcohol o drogas. En Estados Unidos se ha reportado que hasta el 75 % de estos embarazos se da en el contexto de uso de alcohol y/o drogas, amén de que estas relaciones en su mayoría son de alto riesgo porque se dan sin protección anticonceptiva.


La feminización de la pobreza también es influenciada por este grave fenómeno en México. El embarazo adolescente es síntoma o producto de la precariedad e inequidad socioeconómica del país. A menor estudio y menores oportunidades laborales, mayor la tasa de nacimientos en adolescentes.


La inequidad de género en cuanto al juicio social también juega en contra de las mujeres. Mientras a los varones se les permite, premia y ensalza que sean muy “machos” y tengan múltiples parejas sexuales, la maternidad en nuestra patria prácticamente se “santifica” y las pequeñas que están teniendo hijos en lugar de educación, diversión, madurez y crecimiento profesional pronto pasan de ser señaladas como “malas mujeres” por el embarazo, a ser parte del grupo de las madres sumisas que todo lo dan y se sacrifican por sus hijos, rol que nos encanta entronizar.


Un tema por demás difícil de exponer, por la gravedad, la ignominia y las repercusiones para nuestra hipócrita sociedad, es si la mujer adolescente quería en realidad tener relaciones sexuales. De acuerdo a la estadística, la edad de los padres en 6 de cada 10 embarazos en mujeres adolescentes es de 20 años o más; solo el 10 % del total tiene menos de 18 años, lo que nos debe cuestionar si no estamos ante delitos como estupro, pederastia, incesto o violación.


Lo cierto es que mientras no se vincule legalmente a los varones a cubrir sus obligaciones básicas de paternidad, como la identidad y manutención del menor de manera ágil y sencilla, las víctimas no solo son las y los adolescentes con la vida truncada, sino especialmente quienes van naciendo con las desventajas de condición económica, social, educativa y de formación que profundizan cada día la pobreza y desigualdad en nuestra patria. ¡Ojo! No solo es responsabilidad del gobierno. ¿Tienes hijos adolescentes? Ahí está tu reto.

Niños criando niños

Pocas cosas nos atemorizan y mantienen sin sueño más a los padres que un embarazo adolescente. Las que superan este temor, son aun más trágicas: accidentes y enfermedades de transmisión sexual entre ellas. El temor es fundado. Los adolescentes entre 10 y 19 años están en alto riesgo de pasar por esta “dramática” experiencia, así calificada no por ésta tu escribana, sino por la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo en Adolescentes, del gobierno federal en la que participan 13 (sí, leíste bien: ¡13! dependencias federales y se sustenta en conjunto con otras muchas organizaciones civiles, médicas y académicas). Aun así y derivado de que la cifra sigue en ascenso, en este 2018 el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM califica a México como un país con “epidemia de embarazos adolescentes”.


De acuerdo al documento arriba citado, al 2009 había en México 22.4 millones de adolescentes entre 10 y 19 años (a mi juicio de los 10 a los 12 aun son niños pero así la estadística oficial). De 2006 a 2012, la tasa de adolescentes que declara haber iniciado su vida sexual pasó de 15 % a 23 % a una edad promedio de 15.8 años y en esa primera vez, solo el 37.6 % utilizaron anticoncepción. ¿Por qué? el 49 % respondió que “no esperaba tener relaciones”. También hay otros elementos como el uso de alcohol o drogas. En Estados Unidos se ha reportado que hasta el 75 % de estos embarazos se da en el contexto de uso de alcohol y/o drogas, amén de que estas relaciones en su mayoría son de alto riesgo porque se dan sin protección anticonceptiva.


La feminización de la pobreza también es influenciada por este grave fenómeno en México. El embarazo adolescente es síntoma o producto de la precariedad e inequidad socioeconómica del país. A menor estudio y menores oportunidades laborales, mayor la tasa de nacimientos en adolescentes.


La inequidad de género en cuanto al juicio social también juega en contra de las mujeres. Mientras a los varones se les permite, premia y ensalza que sean muy “machos” y tengan múltiples parejas sexuales, la maternidad en nuestra patria prácticamente se “santifica” y las pequeñas que están teniendo hijos en lugar de educación, diversión, madurez y crecimiento profesional pronto pasan de ser señaladas como “malas mujeres” por el embarazo, a ser parte del grupo de las madres sumisas que todo lo dan y se sacrifican por sus hijos, rol que nos encanta entronizar.


Un tema por demás difícil de exponer, por la gravedad, la ignominia y las repercusiones para nuestra hipócrita sociedad, es si la mujer adolescente quería en realidad tener relaciones sexuales. De acuerdo a la estadística, la edad de los padres en 6 de cada 10 embarazos en mujeres adolescentes es de 20 años o más; solo el 10 % del total tiene menos de 18 años, lo que nos debe cuestionar si no estamos ante delitos como estupro, pederastia, incesto o violación.


Lo cierto es que mientras no se vincule legalmente a los varones a cubrir sus obligaciones básicas de paternidad, como la identidad y manutención del menor de manera ágil y sencilla, las víctimas no solo son las y los adolescentes con la vida truncada, sino especialmente quienes van naciendo con las desventajas de condición económica, social, educativa y de formación que profundizan cada día la pobreza y desigualdad en nuestra patria. ¡Ojo! No solo es responsabilidad del gobierno. ¿Tienes hijos adolescentes? Ahí está tu reto.