/ martes 12 de junio de 2018

El cristal con que se mira

Pobre México

13 de diciembre 2013; la selección alemana anunció que su sede de entrenamiento y campamento base sería Campo Bahía, un complejo de 15,000 metros cuadrados a donde llegaron a concentrarse ocho días antes de su primer partido. Invictos en el torneo y con la copa mundial Brasil 2014 en las manos, entregaron los seleccionados las instalaciones a la comunidad, en un gesto de gratitud y humildad.


Copa Confederaciones 2017; de los 23 jugadores, solo tres fueron parte del equipo campeón del mundo 2014 y había siete debutantes. Ganaron el torneo. A Rusia 2018, solo llegan ocho que levantaron la copa 2014 y, por cierto, no van los héroes Götze, que anotó para el campeonato en tiempo extra, ni Schürrle, goleador de 7-1 contra Brasil.

En 1999, con la tradicional mentalidad ganadora intacta pero un estilo de juego previsible y fracasado, los alemanes apostaron a una nueva y muy estricta hoja de requisitos para aceptar no solo jugadores a nivel profesional ¡sino entrenadores también! 15 años después fueron campeones del mundo. Quienes hayan sido capitanes de la selección tienen un título parecido a capitán honorario. No necesitan íconos en los torneos, ni romanticismo; entienden que el éxito se compone de, además de espíritu triunfador, técnica, preparación, profesionalismo, disciplina y renovación constante.

Con desilusión, impotencia y hasta enojo veo a una selección mexicana llena de “estrellas” que en su soberbia deciden “como cualquier ser humano” (dijo el “Chicharito”) festejar un cumpleaños ¡una semana antes de enfrentar al equipo campeón del mundo! ¡No! No son cualquiera. ¡Llevan la representación de su patria! Lo correcto después del ignominioso incidente hubiese sido cancelar la participación en el Mundial de todos aquellos que asistieron a la fiesta famosa y sustituirlos por jugadores que se hayan significado por su seriedad y profesionalismo… total, para lo que va, lo que menos importa ya es el resultado.


Sin consecuencias, la impunidad, el desorden y la mediocridad imperan, ya sea en futbol, política, empresa, trabajo, delincuencia, crianza de hijos… en fin, en la vida misma. Así nuestra patria. Pobre México.

Pobre México

13 de diciembre 2013; la selección alemana anunció que su sede de entrenamiento y campamento base sería Campo Bahía, un complejo de 15,000 metros cuadrados a donde llegaron a concentrarse ocho días antes de su primer partido. Invictos en el torneo y con la copa mundial Brasil 2014 en las manos, entregaron los seleccionados las instalaciones a la comunidad, en un gesto de gratitud y humildad.


Copa Confederaciones 2017; de los 23 jugadores, solo tres fueron parte del equipo campeón del mundo 2014 y había siete debutantes. Ganaron el torneo. A Rusia 2018, solo llegan ocho que levantaron la copa 2014 y, por cierto, no van los héroes Götze, que anotó para el campeonato en tiempo extra, ni Schürrle, goleador de 7-1 contra Brasil.

En 1999, con la tradicional mentalidad ganadora intacta pero un estilo de juego previsible y fracasado, los alemanes apostaron a una nueva y muy estricta hoja de requisitos para aceptar no solo jugadores a nivel profesional ¡sino entrenadores también! 15 años después fueron campeones del mundo. Quienes hayan sido capitanes de la selección tienen un título parecido a capitán honorario. No necesitan íconos en los torneos, ni romanticismo; entienden que el éxito se compone de, además de espíritu triunfador, técnica, preparación, profesionalismo, disciplina y renovación constante.

Con desilusión, impotencia y hasta enojo veo a una selección mexicana llena de “estrellas” que en su soberbia deciden “como cualquier ser humano” (dijo el “Chicharito”) festejar un cumpleaños ¡una semana antes de enfrentar al equipo campeón del mundo! ¡No! No son cualquiera. ¡Llevan la representación de su patria! Lo correcto después del ignominioso incidente hubiese sido cancelar la participación en el Mundial de todos aquellos que asistieron a la fiesta famosa y sustituirlos por jugadores que se hayan significado por su seriedad y profesionalismo… total, para lo que va, lo que menos importa ya es el resultado.


Sin consecuencias, la impunidad, el desorden y la mediocridad imperan, ya sea en futbol, política, empresa, trabajo, delincuencia, crianza de hijos… en fin, en la vida misma. Así nuestra patria. Pobre México.