/ martes 11 de septiembre de 2018

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA

¡Mexicanas!

He contado en varias ocasiones que la razón fundamental por la que entré a la política fue el deseo de ser parte del cambio que se vislumbraba allá en los 90’s en México. Siempre quise decirles a mis hijas que cuando México estaba cambiando, yo había sido parte de dicho cambio. En el año 2000 le pedí a papá que viera por mis hijas porque si perdíamos la elección presidencial a punta de votos, acataríamos el resultado, pero si el gobierno pretendía junto con el partido en ese entonces oficial robar la elección, iríamos a resistencia civil y yo quería y estaría allí; un poco como las adelitas de la revolución –me imaginaba- a un lado de grandes hombres luchando por una causa común: justicia y prosperidad en un marco democrático para México.

Nunca me gustó tener a alguien, ni siquiera mis padres, que me obligaran a acatar instrucciones sin una razón al menos medianamente entendible para mi respectiva edad. No me gustan ni acepto imposiciones, porque cuando una causa me apasiona, sin duda la hago mía y me entrego a ella con plena convicción y libertad. El valor de la libertad, que de acuerdo a mi modesto pensar es lo que nos hace a imagen y semejanza de nuestro poder superior, ha sido mi fiel compañero a lo largo de más de cinco décadas. Soy de esa generación de mujeres mexicanas a quienes nuestros padres educaban para casarse y que nos mantuviera nuestro esposo mientras nosotras nos hacíamos muy amas de nuestra casa. Las decisiones tomadas me llevaron por otro camino. Soy una mujer de esas que aprendimos a trabajar y sacar adelante solas a nuestros hijos, aun cuando las empresas tenían en sus políticas no contratarnos si estábamos casadas o éramos madres (Banco Internacional, 1993, ¡no se olvida!), o a tener que renunciar si se nos ocurría tener la osadía de casarnos. Así era en los 90’s. Aprendimos a vivir el divorcio y nuestra soltería. Soy parte de las que nos abrimos paso e hicimos surco a base de mucho trabajo, aprovechar las oportunidades y enfrentar el temor a la soledad, al rechazo o a la crítica viperina solo por el hecho de ser mujeres y no tener a un lado a un hombre que nos protegiera o impulsara.

Soy de la generación, sin embargo, que por ignorancia nos preocupaba que un hijo pudiera ser homosexual o que una hija “saliera embarazada” sin casarse; de las que tuvimos que aprender que la diversidad sexual es un derecho y no un estigma, que no se dice “me embaracé” sino como dicen hoy los jóvenes “nos embarazamos”, que la plenitud no depende de con quien vivas sino de cómo vivas contigo misma y que gozar la vida no es pecado del que debamos sentirnos culpables sino la maravillosa oportunidad de ser felices mientras habitemos este plano, trascendiendo por nuestros actos para la evolución de la sociedad.

Tuve el privilegio de votar por la paridad cuando Tlaxcala me dio el honor de ser su representante en la cámara de diputados. Hoy, veo con una sonrisa el pasado que orgullosamente compartimos tantas que hemos sufrido discriminación, exclusión social, vituperios y humillaciones pero también aliento y fuerza para seguir construyendo un mejor futuro. Sigue existiendo no obstante los avances, falta de reconocimiento pleno a nuestra igualdad como seres humanos con los varones. A la luz de los años comprendo que la lucha no solo era de adelitas sino también de generalas, y siguen los varones (y algunas mujeres, también hay que decirlo), por desconocimiento e invisibilización de la necesidad de compartir deberes y derechos, poniendo techos de cristal, como por ejemplo el que no exista una sola mujer coordinadora de fracción parlamentaria ya en Senado o en diputados, a pesar que por primera vez en la historia hay paridad en su integración.

Falta mucho trecho por caminar aun, pero hoy hay muchas y muy diversas trincheras desde las cuales dar pasos para el logro de la igualdad. De la aspiración de servirle a la patria abrevamos ilusión por seguir siendo partícipes en la forja de la nación. ¡Que vivan las mujeres y que vivan los hombres que queremos un México en paz, con progreso y justicia para todas y todos! ¡VIVA MÉXICO! ¡VIVA MÉXICO! ¡VIVA MÉXICO!

¡Mexicanas!

He contado en varias ocasiones que la razón fundamental por la que entré a la política fue el deseo de ser parte del cambio que se vislumbraba allá en los 90’s en México. Siempre quise decirles a mis hijas que cuando México estaba cambiando, yo había sido parte de dicho cambio. En el año 2000 le pedí a papá que viera por mis hijas porque si perdíamos la elección presidencial a punta de votos, acataríamos el resultado, pero si el gobierno pretendía junto con el partido en ese entonces oficial robar la elección, iríamos a resistencia civil y yo quería y estaría allí; un poco como las adelitas de la revolución –me imaginaba- a un lado de grandes hombres luchando por una causa común: justicia y prosperidad en un marco democrático para México.

Nunca me gustó tener a alguien, ni siquiera mis padres, que me obligaran a acatar instrucciones sin una razón al menos medianamente entendible para mi respectiva edad. No me gustan ni acepto imposiciones, porque cuando una causa me apasiona, sin duda la hago mía y me entrego a ella con plena convicción y libertad. El valor de la libertad, que de acuerdo a mi modesto pensar es lo que nos hace a imagen y semejanza de nuestro poder superior, ha sido mi fiel compañero a lo largo de más de cinco décadas. Soy de esa generación de mujeres mexicanas a quienes nuestros padres educaban para casarse y que nos mantuviera nuestro esposo mientras nosotras nos hacíamos muy amas de nuestra casa. Las decisiones tomadas me llevaron por otro camino. Soy una mujer de esas que aprendimos a trabajar y sacar adelante solas a nuestros hijos, aun cuando las empresas tenían en sus políticas no contratarnos si estábamos casadas o éramos madres (Banco Internacional, 1993, ¡no se olvida!), o a tener que renunciar si se nos ocurría tener la osadía de casarnos. Así era en los 90’s. Aprendimos a vivir el divorcio y nuestra soltería. Soy parte de las que nos abrimos paso e hicimos surco a base de mucho trabajo, aprovechar las oportunidades y enfrentar el temor a la soledad, al rechazo o a la crítica viperina solo por el hecho de ser mujeres y no tener a un lado a un hombre que nos protegiera o impulsara.

Soy de la generación, sin embargo, que por ignorancia nos preocupaba que un hijo pudiera ser homosexual o que una hija “saliera embarazada” sin casarse; de las que tuvimos que aprender que la diversidad sexual es un derecho y no un estigma, que no se dice “me embaracé” sino como dicen hoy los jóvenes “nos embarazamos”, que la plenitud no depende de con quien vivas sino de cómo vivas contigo misma y que gozar la vida no es pecado del que debamos sentirnos culpables sino la maravillosa oportunidad de ser felices mientras habitemos este plano, trascendiendo por nuestros actos para la evolución de la sociedad.

Tuve el privilegio de votar por la paridad cuando Tlaxcala me dio el honor de ser su representante en la cámara de diputados. Hoy, veo con una sonrisa el pasado que orgullosamente compartimos tantas que hemos sufrido discriminación, exclusión social, vituperios y humillaciones pero también aliento y fuerza para seguir construyendo un mejor futuro. Sigue existiendo no obstante los avances, falta de reconocimiento pleno a nuestra igualdad como seres humanos con los varones. A la luz de los años comprendo que la lucha no solo era de adelitas sino también de generalas, y siguen los varones (y algunas mujeres, también hay que decirlo), por desconocimiento e invisibilización de la necesidad de compartir deberes y derechos, poniendo techos de cristal, como por ejemplo el que no exista una sola mujer coordinadora de fracción parlamentaria ya en Senado o en diputados, a pesar que por primera vez en la historia hay paridad en su integración.

Falta mucho trecho por caminar aun, pero hoy hay muchas y muy diversas trincheras desde las cuales dar pasos para el logro de la igualdad. De la aspiración de servirle a la patria abrevamos ilusión por seguir siendo partícipes en la forja de la nación. ¡Que vivan las mujeres y que vivan los hombres que queremos un México en paz, con progreso y justicia para todas y todos! ¡VIVA MÉXICO! ¡VIVA MÉXICO! ¡VIVA MÉXICO!