/ martes 9 de abril de 2019

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA

Me Too

  • Difícilmente un varón es llamado “guapo”, “nene”, “muñeco” o similares en su trabajo por sus jefas.

Armando Vega Gil se suicidó. Dijo en su carta póstuma que sintió que su vida se detuvo al haber sido acusado anónimamente en la plataforma MeToo México de acoso a una menor de 13 años. Vi también un video que califica de “feminazis” a las mujeres que falsamente acusan y dañan en su prestigio y honor a los señalados.

No retomé ese tema la semana pasada porque quise pensar y repensar. La vida me ha enseñado que cuando hay tanto encono y tanta divergencia de opinión, el tema no tiene respuestas con verdades absolutas. Quien me conoce sabe que no soy radical en, salvo en la defensa de mis valores y principios, los cuales, por cierto, siempre han sido y son asidero moral en momentos difíciles. No podría juzgar a nadie tampoco, ¡faltaba más!, ¿quién soy yo para alzarme con voz autorizada sobre nada? Pero compartiré mi pensar y sentir sobre el movimiento Me Too y sus consecuencias.

En general esta generación, quienes tenemos entre 40 y 60 años, vivimos la ruptura de paradigmas y legislación totalmente discriminatoria hacia las mujeres. Salimos al campo laboral, político y en general social a cambiar el mundo y lo hemos logrado. Por ello, hemos sido tildadas de “putas”, “machinas”, “histéricas”, “huevudas” y otros cariños, ahora todos los adjetivos caben en “feminazis”.

A ningún hombre le deseo sea hecho a un lado, juzgado, violentado, señalado y mucho menos asesinado, por el solo hecho de serlo. Difícilmente un varón es llamado “guapo”, “nene”, “muñeco” o similares en su trabajo por sus jefas. Difícilmente les dicen que por estar casados y tener hijos ganarán menos o se irán a la fila de las contrataciones o que por ser hombres deben tener relaciones sexuales con quien toma las decisiones de promociones laborales. A un hombre no se le exige que la casa esté impecable, los abuelos atendidos y los hijos ejemplares, un hombre puede experimentar hasta encontrar a su pareja ideal sin por ello ser un “mal hombre”, en fin, tienen menos obstáculos para ser libres y elegir cómo vivir, sin miedo y sin la loza de ser violentado emocional, psicológica y hasta físicamente solo por atreverse a SER.

MeToo no es perfecto, por supuesto. Se pueden estar cometiendo injusticias y habrá que subsanarlas, pero MeToo, abrió la caja de la realidad: la opresión de un género sobre el otro solo por ejercicio de poder. Las vidas de millones de mujeres detenidas por el daño permanente de ese poder.

La nueva masculinidad está en la regla de oro: No hagas al otro lo que no te gustaría para ti. Si el anonimato no es el camino, vivir con miedo es absolutamente peor. Igualdad de derechos y obligaciones, seguridad, respeto y justicia pedimos. Nada más, pero tampoco nada menos.

Me Too

  • Difícilmente un varón es llamado “guapo”, “nene”, “muñeco” o similares en su trabajo por sus jefas.

Armando Vega Gil se suicidó. Dijo en su carta póstuma que sintió que su vida se detuvo al haber sido acusado anónimamente en la plataforma MeToo México de acoso a una menor de 13 años. Vi también un video que califica de “feminazis” a las mujeres que falsamente acusan y dañan en su prestigio y honor a los señalados.

No retomé ese tema la semana pasada porque quise pensar y repensar. La vida me ha enseñado que cuando hay tanto encono y tanta divergencia de opinión, el tema no tiene respuestas con verdades absolutas. Quien me conoce sabe que no soy radical en, salvo en la defensa de mis valores y principios, los cuales, por cierto, siempre han sido y son asidero moral en momentos difíciles. No podría juzgar a nadie tampoco, ¡faltaba más!, ¿quién soy yo para alzarme con voz autorizada sobre nada? Pero compartiré mi pensar y sentir sobre el movimiento Me Too y sus consecuencias.

En general esta generación, quienes tenemos entre 40 y 60 años, vivimos la ruptura de paradigmas y legislación totalmente discriminatoria hacia las mujeres. Salimos al campo laboral, político y en general social a cambiar el mundo y lo hemos logrado. Por ello, hemos sido tildadas de “putas”, “machinas”, “histéricas”, “huevudas” y otros cariños, ahora todos los adjetivos caben en “feminazis”.

A ningún hombre le deseo sea hecho a un lado, juzgado, violentado, señalado y mucho menos asesinado, por el solo hecho de serlo. Difícilmente un varón es llamado “guapo”, “nene”, “muñeco” o similares en su trabajo por sus jefas. Difícilmente les dicen que por estar casados y tener hijos ganarán menos o se irán a la fila de las contrataciones o que por ser hombres deben tener relaciones sexuales con quien toma las decisiones de promociones laborales. A un hombre no se le exige que la casa esté impecable, los abuelos atendidos y los hijos ejemplares, un hombre puede experimentar hasta encontrar a su pareja ideal sin por ello ser un “mal hombre”, en fin, tienen menos obstáculos para ser libres y elegir cómo vivir, sin miedo y sin la loza de ser violentado emocional, psicológica y hasta físicamente solo por atreverse a SER.

MeToo no es perfecto, por supuesto. Se pueden estar cometiendo injusticias y habrá que subsanarlas, pero MeToo, abrió la caja de la realidad: la opresión de un género sobre el otro solo por ejercicio de poder. Las vidas de millones de mujeres detenidas por el daño permanente de ese poder.

La nueva masculinidad está en la regla de oro: No hagas al otro lo que no te gustaría para ti. Si el anonimato no es el camino, vivir con miedo es absolutamente peor. Igualdad de derechos y obligaciones, seguridad, respeto y justicia pedimos. Nada más, pero tampoco nada menos.