/ martes 16 de enero de 2018

El cristal con que se mira

¡Es increíble!

¡Es increíble! Así me dijo un buen amigo hace unos días. Él, hombre de mundo, ha decidido visitar los pueblos mágicos de México y, entre los primeros, estuvo el fin de semana en Huamantla y Tlaxco. Aquí la transcripción de su impresión (Huamantla aparte):

“Está tan mal la cosa del turismo diseñado y organizado en tu bonito estado que Tlaxco ni siquiera aparece en trip advisor. Es increíble que tengan ese nivel de descuido en la cosas del turismo en el estado. No hay una oficina de turismo, me terminó ayudando un policía, de las cuatro cosas que en teoría hay que visitar tres estaban cerradas, solo pude visitar la iglesia, sí traen un problema, es una pena que descuiden tanto estas oportunidades”.

Después de su experiencia, escribió a la Secretaría de Turismo estatal, donde le contestaron: “Buenos días, gracias por sus comentarios; se los haremos llegar a las personas indicadas para que tomen cartas en el asunto. Buena semana”.

Es el turismo bien organizado, dándole la seriedad y trato que como industria requiere, una de las indiscutibles salidas a la condición de desempleo, atraso e invisibilidad que Tlaxcala sufre ante el desarrollo de entidades parecidas a la nuestra en tamaño y población, como Aguascalientes con su industria automotriz, textil y su feria nacional de San Marcos; y Colima, con Manzanillo como punta de lanza de ingresos en el estado, por citar dos solamente.

En Tlaxcala tenemos el clima ideal para que canadienses y norteamericanos jubilados pasen el invierno, la primera pila bautismal de América, los murales de Palacio de Gobierno, las luciérnagas de Nanacamilpa, las alfombras y títeres de Huamantla, tres niños santos que aún no tienen santuario aunque S.S. el Papa Francisco ya los canonizó y hubo tiempo de más para construirlo, Cacaxtla y Xochitécatl, Ocotlán con su barroco precioso, el empedrado de San Francisco que bien podría ser escenario de los entremeses Cervantinos en un festival cultural, y con el mercado taurino más grande de México a solo dos horas de distancia, tres plazas de toros desaprovechadas; una de ellas, la Ranchero Aguilar, la más bonita de México, sin duda, y así podríamos seguir.

Por hablar del uso de la plaza de toros, en San Miguel de Allende, la ciudad más bonita del mundo para visitar, así catalogada por la revista Travel and Leisure, la plaza de toros se renta para celebraciones como bodas y significa un ingreso y derrama económica adicional a su uso estricto como coso de la fiesta más bonita del mundo.

Así las cosas; en Tlaxcala estamos sentados en oro molido en cuanto a oportunidades de empleo y riqueza para nuestro pueblo. Como en muchas otras cosas, ya nomás falta saber... ¿o querer hacerlo?

¡Es increíble!

¡Es increíble! Así me dijo un buen amigo hace unos días. Él, hombre de mundo, ha decidido visitar los pueblos mágicos de México y, entre los primeros, estuvo el fin de semana en Huamantla y Tlaxco. Aquí la transcripción de su impresión (Huamantla aparte):

“Está tan mal la cosa del turismo diseñado y organizado en tu bonito estado que Tlaxco ni siquiera aparece en trip advisor. Es increíble que tengan ese nivel de descuido en la cosas del turismo en el estado. No hay una oficina de turismo, me terminó ayudando un policía, de las cuatro cosas que en teoría hay que visitar tres estaban cerradas, solo pude visitar la iglesia, sí traen un problema, es una pena que descuiden tanto estas oportunidades”.

Después de su experiencia, escribió a la Secretaría de Turismo estatal, donde le contestaron: “Buenos días, gracias por sus comentarios; se los haremos llegar a las personas indicadas para que tomen cartas en el asunto. Buena semana”.

Es el turismo bien organizado, dándole la seriedad y trato que como industria requiere, una de las indiscutibles salidas a la condición de desempleo, atraso e invisibilidad que Tlaxcala sufre ante el desarrollo de entidades parecidas a la nuestra en tamaño y población, como Aguascalientes con su industria automotriz, textil y su feria nacional de San Marcos; y Colima, con Manzanillo como punta de lanza de ingresos en el estado, por citar dos solamente.

En Tlaxcala tenemos el clima ideal para que canadienses y norteamericanos jubilados pasen el invierno, la primera pila bautismal de América, los murales de Palacio de Gobierno, las luciérnagas de Nanacamilpa, las alfombras y títeres de Huamantla, tres niños santos que aún no tienen santuario aunque S.S. el Papa Francisco ya los canonizó y hubo tiempo de más para construirlo, Cacaxtla y Xochitécatl, Ocotlán con su barroco precioso, el empedrado de San Francisco que bien podría ser escenario de los entremeses Cervantinos en un festival cultural, y con el mercado taurino más grande de México a solo dos horas de distancia, tres plazas de toros desaprovechadas; una de ellas, la Ranchero Aguilar, la más bonita de México, sin duda, y así podríamos seguir.

Por hablar del uso de la plaza de toros, en San Miguel de Allende, la ciudad más bonita del mundo para visitar, así catalogada por la revista Travel and Leisure, la plaza de toros se renta para celebraciones como bodas y significa un ingreso y derrama económica adicional a su uso estricto como coso de la fiesta más bonita del mundo.

Así las cosas; en Tlaxcala estamos sentados en oro molido en cuanto a oportunidades de empleo y riqueza para nuestro pueblo. Como en muchas otras cosas, ya nomás falta saber... ¿o querer hacerlo?