/ martes 13 de febrero de 2018

EL CRISTAL CON QUE SE MIRA

Redentor entre nosotros

Hace unos días Omar Cervantes Rodríguez presentó en la Ciudad de México el libro de su autoría “La Alegría de Vivir”. Conocí a Omar al comienzo de nuestra carrera profesional hace más de 30 años en el Tecnológico de Monterrey. Siempre líder, siempre estudiante destacado, siempre inteligente y buen amigo. ¡Ah! Siempre el rey de la fiesta también. Ese reinado pasaría facturas altas y dolorosas en muy poco tiempo.

Ya como profesional, ha sido de los más destacados alumnos de la generación. Brillante profesional de la comunicación, columnista de grupo Milenio y destacado exponente del fisiculturismo.

Lo más grande de Omar, sin embargo, es que habiendo vivido los últimos 20 años en recuperación cada 24 horas, sublima su destino ayudando a quienes aún están en esas sombras a partir de su decidida vocación a hacer visible que el alcoholismo, como cualquier otra adicción, es una ENFERMEDAD, no es falta de fuerza de voluntad, no es un vicio, no es una conducta que se deba estigmatizar -como no se estigmatiza a quien sufre de diabetes o cáncer- sino una enfermedad que nace en las emociones y se convierte en circuitos que el cerebro convierte en fuente de hormonas de la felicidad. Un adicto, entonces, debe entenderse como un enfermo y así tratarse.

De la mano de Omar y otros profesionales, he aprendido sobre personalidad adictiva y las secuelas que sobre las personas deja a sí mismo, familia, pareja y amigos quien ni siquiera sabe que tiene esta tremenda enfermedad que cobra vidas todos los días y nos deja con un sabor de pérdida cada vez que un ser humano entrega su ser completo a las sustancias o a otras conductas como la adicción a la comida, el ejercicio, el sexo o la relaciones sentimentales tóxicas.

Recibí de Omar la invitación muy honrosa para escribir el prólogo de “La Alegría de Vivir” y, debo reconocer, fue muy difícil hacerlo. El resultado, sin embargo, creo que coincide con los legos, pero especialmente con quienes hemos estado expuestos a la conducta adictiva y vemos con impotencia sus consecuencias sin atención, como si las adicciones no socavaran el tejido social, como si los adictos no fuesen cada uno parte de nuestro México.

Hace falta información, visibilidad, hacer del problema de las adicciones uno que el Estado Mexicano convierta en prioridad. Con la legalización de la marihuana y la tasa de adictos creciendo cada año como dice el INEGI, debería venir también una atención preventiva mucho mayor en cobertura y calidad que la actual y así también los esquemas de recuperación.

Los niños tristes, sin amor propio, con autoestima dañada, son víctimas sencillas de nuestra hipócrita sociedad que desde jóvenes impulsa a beber alcohol y castiga a quienes no lo hacen para después, cuando ya son adictos, abandonarlos a su suerte que, sin tratamiento y recuperación, siempre terminan en hospital, cárcel o tumba.

Gracias por tu misión de amor y recuperación, querido Omar. Gracias por levantar la voz y poner en tu día a día esperanza para los desesperados, por ser palabra de Dios en Acción diaria, por ser redentor a la mano para quien sufre, por transmutar tu dolor en vida para quien casi está en brazos de la muerte. Gracias por tu luminoso ser. Gracias por tu amistad. ¡Enhorabuena!

Redentor entre nosotros

Hace unos días Omar Cervantes Rodríguez presentó en la Ciudad de México el libro de su autoría “La Alegría de Vivir”. Conocí a Omar al comienzo de nuestra carrera profesional hace más de 30 años en el Tecnológico de Monterrey. Siempre líder, siempre estudiante destacado, siempre inteligente y buen amigo. ¡Ah! Siempre el rey de la fiesta también. Ese reinado pasaría facturas altas y dolorosas en muy poco tiempo.

Ya como profesional, ha sido de los más destacados alumnos de la generación. Brillante profesional de la comunicación, columnista de grupo Milenio y destacado exponente del fisiculturismo.

Lo más grande de Omar, sin embargo, es que habiendo vivido los últimos 20 años en recuperación cada 24 horas, sublima su destino ayudando a quienes aún están en esas sombras a partir de su decidida vocación a hacer visible que el alcoholismo, como cualquier otra adicción, es una ENFERMEDAD, no es falta de fuerza de voluntad, no es un vicio, no es una conducta que se deba estigmatizar -como no se estigmatiza a quien sufre de diabetes o cáncer- sino una enfermedad que nace en las emociones y se convierte en circuitos que el cerebro convierte en fuente de hormonas de la felicidad. Un adicto, entonces, debe entenderse como un enfermo y así tratarse.

De la mano de Omar y otros profesionales, he aprendido sobre personalidad adictiva y las secuelas que sobre las personas deja a sí mismo, familia, pareja y amigos quien ni siquiera sabe que tiene esta tremenda enfermedad que cobra vidas todos los días y nos deja con un sabor de pérdida cada vez que un ser humano entrega su ser completo a las sustancias o a otras conductas como la adicción a la comida, el ejercicio, el sexo o la relaciones sentimentales tóxicas.

Recibí de Omar la invitación muy honrosa para escribir el prólogo de “La Alegría de Vivir” y, debo reconocer, fue muy difícil hacerlo. El resultado, sin embargo, creo que coincide con los legos, pero especialmente con quienes hemos estado expuestos a la conducta adictiva y vemos con impotencia sus consecuencias sin atención, como si las adicciones no socavaran el tejido social, como si los adictos no fuesen cada uno parte de nuestro México.

Hace falta información, visibilidad, hacer del problema de las adicciones uno que el Estado Mexicano convierta en prioridad. Con la legalización de la marihuana y la tasa de adictos creciendo cada año como dice el INEGI, debería venir también una atención preventiva mucho mayor en cobertura y calidad que la actual y así también los esquemas de recuperación.

Los niños tristes, sin amor propio, con autoestima dañada, son víctimas sencillas de nuestra hipócrita sociedad que desde jóvenes impulsa a beber alcohol y castiga a quienes no lo hacen para después, cuando ya son adictos, abandonarlos a su suerte que, sin tratamiento y recuperación, siempre terminan en hospital, cárcel o tumba.

Gracias por tu misión de amor y recuperación, querido Omar. Gracias por levantar la voz y poner en tu día a día esperanza para los desesperados, por ser palabra de Dios en Acción diaria, por ser redentor a la mano para quien sufre, por transmutar tu dolor en vida para quien casi está en brazos de la muerte. Gracias por tu luminoso ser. Gracias por tu amistad. ¡Enhorabuena!