Se los tengo que decir. La piel se me puso chinita cuando frente a la pantalla le escuché decir a doña Claudia (con esa voz pausada y firme que anda estrenando, seguramente entrenada por alguna alma priísta) que “se ha rescatado nuestro petróleo y las dos grandes empresas, Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad”. Y ya encarrerada con la misma solemne entonación, asestó: “Vamos a continuar fortaleciendo a Petróleos Mexicanos, ese orgullo nacional que nos heredó el general Lázaro Cárdenas y que nos devuelve el presidente Andrés Manuel López Obrador”. ¡Zas!
Fue el pasado sábado, en Paraíso, Tabasco, en una más de las múltiples inauguraciones (ya perdí la cuenta) de la refinería Olmeca (aunque mis fuentes directas aún siguen dudando que haya refinado algo). Habrá que ver en qué pensaba la (aún) virtual presidenta electa con aquello de “vamos a continuar fortaleciendo a Petróleos Mexicanos”. Porque en los últimos años el todavía inquilino de Palacio Nacional ordenó a Hacienda retacar el “orgullo nacional” con billetes de la más alta denominación, como nunca había ocurrido.
Los amigos del Instituto Mexicano para la Competitividad, que saben de números, dicen que los “apoyos” que ha recibido Pemex del gobierno federal (es decir, de nosotros los que pagamos impuestos) rondan 1.7 billones de pesos (como lo lee, millones de millones). O, si lo quiere contar en billetes verdes, la friolera de unos 95 mil millones de dólares en poco más de cinco años (yo digo que con ese dinero nos hubiera alcanzado para comprar a BP, la petrolera británica, con todo y Elton John).
Pero ya lo dijo doña Claudia: se seguirá “fortaleciendo a Pemex”. Traduzco: se le seguirá metiendo carretadas de dinero de nuestros impuestos, aunque la bendita empresa petrolera (y vaya que ha sido muy bendecida desde nuestros bolsillos) sigue sin dar muestras fehacientes de si realmente nos conviene a los mexicanos de a pie (como tú y como yo).
Ya unos cuantos días antes, en una de sus conferencias de prensa, doña Claudia nos reveló que está planeando que Pemex -como parte de un “rediseño de la estructura federal”- se “integre” (?) a la secretaría de Energía bajo el mando de Luz Elena González, su brazo derecho en materia energética (y en un descuido -digo yo- en una virtual jefa del gabinete económico). De ser así, saltan las recochinas dudas: ¿Cuál será la figura legal (y financiera) que ostentará el “orgullo nacional” llamado Pemex? Si ya será parte integral del gobierno ¿qué pasará con su abultadísima deuda? ¿acaso será deuda del gobierno? ¿Veremos a los angustiados proveedores de la petrolera formarse en Hacienda (o en Energía) para cobrar? Las preguntas no acaban allí, pero al menos les dejo la ruta y la inquietud. El orgullo nacional está en juego.
Colofón
Como diría Clarise Lispector, la periodista y novelista brasileña, perderse también es camino. Pero la mayoría de los economistas, ganadores de premios de revista, ya le agarraron gusto y no más no dan una con sus proyecciones. A inicios de año apostaban por un crecimiento económico fuerte y ahora, en pleno verano, andan correteando la baja. El año pasado fue al revés. ¡No les digo!
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