/ martes 13 de agosto de 2019

El Paso, Texas; las lecciones

Con profunda indignación y tristeza, nos enteramos el pasado 3 de agosto sobre el tiroteo que hubo en un centro comercial de la ciudad fronteriza de El Paso, Texas; donde perdieron la vida 22 personas (20 en el momento del ataque y 2 más en los días siguientes), 8 de ellas de origen mexicano y 24 quedaron heridas; lamentable acontecimiento, producto del discurso de odio que encabeza el presidente Donald Trump en contra de los migrantes.

Desde cualquier ángulo, el hecho es condenable porque es un acto de racismo en contra de los hispanos (confesión del asesino) y particularmente de los mexicanos, de ahí que decidiera perpetrar la matanza, en ese lugar, visitado en su mayoría por los propios mexicanos.

Ante los acontecimientos, debe reconocerse que México cuenta con una red consular importante -existente desde hace décadas y no derivada de la 4T- que apoya a los connacionales, como puede, dadas las condiciones de la "austeridad republicana".

La primera lección que nos deja este acto es la contundencia del discurso anti-inmigrante del inquilino de la Casa Blanca, sus ideas racistas y de supremacía norteamericana son una realidad que ya tiene consecuencias porque, de las palabras, ya se ha pasado a los hechos.

Más allá de entender, procesar y explicar las causas o la línea de pensamiento del autor material de estos crímenes, es necesario mencionar el difícil y complejo contexto social que viven los migrantes, en particular los mexicanos, en Estados Unidos de Norteamérica.

Desde la campaña electoral, las líneas discursivas del presidente Trump han sido contra los mexicanos en específico; recordemos que su bandera fue el levantamiento de un "muro" a lo largo de toda la frontera, para frenar -según él- la indeseable invasión de migrantes.

No basta con escuchar a Donald Trump en su discurso “...país debe condenar el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco. Estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma”; palabras incongruentes con lo que ha expresado de manera continua en contra de los migrantes mexicanos, a quienes en más de una ocasión, ha calificado como “violadores y delincuentes”.

Es así como se entiende que muchos de sus seguidores, con el ánimo de mantener la “pureza de la raza estadounidense”, han tomado acciones en contra de los mexicanos, atacándolos de manera frecuente con agresiones físicas y verbales y que no necesariamente han llegado al extremo del “exterminio”; el discurso anti-inmigrante de la máxima autoridad estadounidense se acompaña del desprecio, discriminación y odio hacia los mexicanos.

Toda proporción guardada, y derivado de los efectos nocivos de los acontecimientos recientes en el vecino país del norte, el presidente de México debería poner un alto a su discurso violento, de encono y división entre la sociedad; él, desde su investidura, debe promover la paz y la unión entre los habitantes; no debe permitirse etiquetar a las personas que no acompañan su pensamiento, con calificativos despectivos; una y otra vez debe recordar que juró el cargo para gobernar a todos los ciudadanos mexicanos.

La segunda lección es relativa al control y tráfico de armas; es una realidad que por ley constitucional en aquel país, los estadounidenses "tienen derecho a poseer una arma de fuego", vale la pena señalar que Estados Unidos cuenta con alrededor del 40% de las armas del mundo; el tema, además de delicado, no es nuevo, pues la Asociación Nacional del Rifle (NRA), ligado al Partido Republicano, defiende ese derecho consagrado en su Constitución; además de que no se puede negar el impacto económico que trae consigo la producción de armas en el comercio norteamericano (varios son los estudios realizados sobre la economía de guerra).

Lo cierto es que un arma fuego solo se detona por una persona que cuenta con ella; las discusiones al respecto, en aquel país, se han dado en distintos espacios políticos, porque el maltrato, la violencia racista y el uso de las armas en contra de los mexicanos y los hispanos en general, se han incrementado.

La tercera lección es la necesaria revisión de nuestra política migratoria, por un lado, no se trata sólo de condenar los actos de violencia en contra de mexicanos, sino de tener firmeza en las palabras y los hechos ante las amenazas de Trump y, por el otro, examinar las condiciones de la política pública del Gobierno Federal ante la crisis migratoria de centroamericanos y africanos que vivimos en la actualidad, misma que se ha convertido en un severo problema nacional.

Con profunda indignación y tristeza, nos enteramos el pasado 3 de agosto sobre el tiroteo que hubo en un centro comercial de la ciudad fronteriza de El Paso, Texas; donde perdieron la vida 22 personas (20 en el momento del ataque y 2 más en los días siguientes), 8 de ellas de origen mexicano y 24 quedaron heridas; lamentable acontecimiento, producto del discurso de odio que encabeza el presidente Donald Trump en contra de los migrantes.

Desde cualquier ángulo, el hecho es condenable porque es un acto de racismo en contra de los hispanos (confesión del asesino) y particularmente de los mexicanos, de ahí que decidiera perpetrar la matanza, en ese lugar, visitado en su mayoría por los propios mexicanos.

Ante los acontecimientos, debe reconocerse que México cuenta con una red consular importante -existente desde hace décadas y no derivada de la 4T- que apoya a los connacionales, como puede, dadas las condiciones de la "austeridad republicana".

La primera lección que nos deja este acto es la contundencia del discurso anti-inmigrante del inquilino de la Casa Blanca, sus ideas racistas y de supremacía norteamericana son una realidad que ya tiene consecuencias porque, de las palabras, ya se ha pasado a los hechos.

Más allá de entender, procesar y explicar las causas o la línea de pensamiento del autor material de estos crímenes, es necesario mencionar el difícil y complejo contexto social que viven los migrantes, en particular los mexicanos, en Estados Unidos de Norteamérica.

Desde la campaña electoral, las líneas discursivas del presidente Trump han sido contra los mexicanos en específico; recordemos que su bandera fue el levantamiento de un "muro" a lo largo de toda la frontera, para frenar -según él- la indeseable invasión de migrantes.

No basta con escuchar a Donald Trump en su discurso “...país debe condenar el racismo, la intolerancia y el supremacismo blanco. Estas ideologías siniestras deben ser derrotadas. El odio deforma la mente, devasta el corazón y devora el alma”; palabras incongruentes con lo que ha expresado de manera continua en contra de los migrantes mexicanos, a quienes en más de una ocasión, ha calificado como “violadores y delincuentes”.

Es así como se entiende que muchos de sus seguidores, con el ánimo de mantener la “pureza de la raza estadounidense”, han tomado acciones en contra de los mexicanos, atacándolos de manera frecuente con agresiones físicas y verbales y que no necesariamente han llegado al extremo del “exterminio”; el discurso anti-inmigrante de la máxima autoridad estadounidense se acompaña del desprecio, discriminación y odio hacia los mexicanos.

Toda proporción guardada, y derivado de los efectos nocivos de los acontecimientos recientes en el vecino país del norte, el presidente de México debería poner un alto a su discurso violento, de encono y división entre la sociedad; él, desde su investidura, debe promover la paz y la unión entre los habitantes; no debe permitirse etiquetar a las personas que no acompañan su pensamiento, con calificativos despectivos; una y otra vez debe recordar que juró el cargo para gobernar a todos los ciudadanos mexicanos.

La segunda lección es relativa al control y tráfico de armas; es una realidad que por ley constitucional en aquel país, los estadounidenses "tienen derecho a poseer una arma de fuego", vale la pena señalar que Estados Unidos cuenta con alrededor del 40% de las armas del mundo; el tema, además de delicado, no es nuevo, pues la Asociación Nacional del Rifle (NRA), ligado al Partido Republicano, defiende ese derecho consagrado en su Constitución; además de que no se puede negar el impacto económico que trae consigo la producción de armas en el comercio norteamericano (varios son los estudios realizados sobre la economía de guerra).

Lo cierto es que un arma fuego solo se detona por una persona que cuenta con ella; las discusiones al respecto, en aquel país, se han dado en distintos espacios políticos, porque el maltrato, la violencia racista y el uso de las armas en contra de los mexicanos y los hispanos en general, se han incrementado.

La tercera lección es la necesaria revisión de nuestra política migratoria, por un lado, no se trata sólo de condenar los actos de violencia en contra de mexicanos, sino de tener firmeza en las palabras y los hechos ante las amenazas de Trump y, por el otro, examinar las condiciones de la política pública del Gobierno Federal ante la crisis migratoria de centroamericanos y africanos que vivimos en la actualidad, misma que se ha convertido en un severo problema nacional.

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