/ martes 17 de julio de 2018

El Tintero

A LAS DELEGACIONES NADIE LAS EXTRAÑARÁ

  • De qué sirve que sean los representantes del gobierno de la República si cuando se les solicita información nunca la proporcionan con el argumento de que tienen que pedir autorización a oficinas centrales.

Nadie, cuando menos en Tlaxcala, extrañará a las delegaciones del gobierno de la República que, de acuerdo con el próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, desaparecerán.

Y es que estas oficinas solo servían para cumplir compromisos políticos, previa solicitud a la Federación, de los gobernadores en turno.

Lo cierto es que estas dependencias solo han servido para una cosa: para nada. O de qué otra forma se entiende que los titulares pocas veces están en Tlaxcala y mucho menos conocen de los problemas que aquejan a la entidad.

No vamos lejos. En 1993 maestros de llamado Movimiento de las Bases Magisteriales no solo desquiciaron al estado con marchas y protestas, sino que cada que se les ocurría bloqueaban las principales carreteras en la entidad

¿Y sabe qué? Nunca hubo una denuncia penal de por medio, gracias a que el entonces delegado de Comunicaciones, Reynaldo Guajardo Villareal, hermano de Ildelfonso, embajador de México en los Estados Unidos de Norteamérica, nunca pudo –esa es la realidad- proceder contra los infractores porque no tenía el aval del entonces gobernador José Antonio Álvarez Lima, ni de sus jefes de la Federación.

Es evidente que los delegados no toman decisiones y solo fungen como una especie de enlace entre la administración estatal y el gobierno de la República para firmar documentos –nada extraordinario- en diversos programas sociales.

La última vez que una delegada ejerció su autoridad fue durante el gobierno de Mariano González Zarur. Hortencia Martínez estaba molesta porque el Ejecutivo estatal los despreciaba al grado de decir que no servían para nada

Cansada de los desprecios de González y respaldada por el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, otrora gobernador de Hidalgo, Martínez se dio el lujo de inaugurar obras carreteras sin la presencia del mandatario estatal a quien, de plano, no invitaba a sus eventos oficiales.

Poco le duró el gusto. González habló con Osorio Chong para decirle que la delegada del Centro de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes le faltaba al respeto y lo exhibía en los medios de comunicación. Desde el centro, a la funcionaria se le pidió bajarle “tres rayitas al tigre” y ponerse a las órdenes del Ejecutivo.

Eso sí, los delegados son amos y señores de la opacidad. Nunca transparentan sus acciones.

De qué sirve que sean los representantes del gobierno de la República si cuando se les solicita información nunca la proporcionan con el argumento de que tienen que pedir autorización a oficinas centrales. Ellos solo informan lo que quieren o les interesa, por ejemplo, nadie sabe del trabajo de la delegación de la Procuraduría General de la República, del Instituto Mexicano del Seguro Social, de Gobernación o de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, por citar solo algunos casos.

No tienen autoridad ni fuerza y, en muchos de los casos, no son respaldados por sus superiores. O cómo olvidar ese bochornoso momento que vivió Anabell ÁvalosZempoalteca, entonces delegada de la Secretaría de Desarrollo Social, cuando el gobernador González Zarur pidió a su compadre y amigo José Antonio Meade Kuribreña, que no le permitieran el acceso al presídium –en un evento público- debido a que la exsecretaria de Gobierno no respetaba su autoridad.

Manipulable, Meade Kuribreña, titular de la Sedesol, ordenó a su equipo de trabajo impedir que la hoy alcaldesa de Tlaxcala subiera al estrado ante el desconcierto de la delegada y la sorpresa de los asistentes.

Los delegados federales en Tlaxcala resultan muy caros para el erario y sus resultados son pírricos.

Varios de ellos tienen salarios onerosos y superiores, incluso, al del gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez quien gana, cada mes, algo así como 110 mil pesos.

Extraoficialmente se sabe que Mariana González Foullon percibe como delegada de la Sedesol 122 mil pesos cada 30 días, mientras que Hortencia Martínez gana en la SCT unos 120 mil pesos.

Por lo pronto ya es un hecho su desaparición no solo en Tlaxcala sino en el país.

En la entidad, esas dependencias serán manejadas, por decisión de López Obrador, por Lorena Cuéllar Cisneros, diputada federal electa por el tercer Distrito Electoral y quien solicitará licencia al cargo para coordinar todas las delegaciones en la entidad.

Cuéllar fungirá como una especie de vicegobernadora pues el Ejecutivo estatal necesitará de su autorización para poner en marcha programas sociales y para liberar el dinero público del que Tlaxcala depende en más del 90 % de la federación.

Evidentemente Cuéllar necesitará, para esa función, de un eficiente equipo de trabajo, así que mal haría en habilitar para tal fin a sus amigos Sergio González Hernández, Daniel Herrera Murga y Víctor Cánovas Moreno, de quienes ya sabemos que su trabajo en el ejercicio de la función pública fue más que deficiente. Al tiempo

*********************

EPÍLOGO…

ENHORABUENA…. Muchas felicidades a quienes, merecidamente, obtuvieron el Premio Estatal de Periodismo en su versión 2018, evento que organiza la Unión de Periodistas del Estado de Tlaxcala presidida por Antonio Guarneros Flores.

A LAS DELEGACIONES NADIE LAS EXTRAÑARÁ

  • De qué sirve que sean los representantes del gobierno de la República si cuando se les solicita información nunca la proporcionan con el argumento de que tienen que pedir autorización a oficinas centrales.

Nadie, cuando menos en Tlaxcala, extrañará a las delegaciones del gobierno de la República que, de acuerdo con el próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, desaparecerán.

Y es que estas oficinas solo servían para cumplir compromisos políticos, previa solicitud a la Federación, de los gobernadores en turno.

Lo cierto es que estas dependencias solo han servido para una cosa: para nada. O de qué otra forma se entiende que los titulares pocas veces están en Tlaxcala y mucho menos conocen de los problemas que aquejan a la entidad.

No vamos lejos. En 1993 maestros de llamado Movimiento de las Bases Magisteriales no solo desquiciaron al estado con marchas y protestas, sino que cada que se les ocurría bloqueaban las principales carreteras en la entidad

¿Y sabe qué? Nunca hubo una denuncia penal de por medio, gracias a que el entonces delegado de Comunicaciones, Reynaldo Guajardo Villareal, hermano de Ildelfonso, embajador de México en los Estados Unidos de Norteamérica, nunca pudo –esa es la realidad- proceder contra los infractores porque no tenía el aval del entonces gobernador José Antonio Álvarez Lima, ni de sus jefes de la Federación.

Es evidente que los delegados no toman decisiones y solo fungen como una especie de enlace entre la administración estatal y el gobierno de la República para firmar documentos –nada extraordinario- en diversos programas sociales.

La última vez que una delegada ejerció su autoridad fue durante el gobierno de Mariano González Zarur. Hortencia Martínez estaba molesta porque el Ejecutivo estatal los despreciaba al grado de decir que no servían para nada

Cansada de los desprecios de González y respaldada por el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, otrora gobernador de Hidalgo, Martínez se dio el lujo de inaugurar obras carreteras sin la presencia del mandatario estatal a quien, de plano, no invitaba a sus eventos oficiales.

Poco le duró el gusto. González habló con Osorio Chong para decirle que la delegada del Centro de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes le faltaba al respeto y lo exhibía en los medios de comunicación. Desde el centro, a la funcionaria se le pidió bajarle “tres rayitas al tigre” y ponerse a las órdenes del Ejecutivo.

Eso sí, los delegados son amos y señores de la opacidad. Nunca transparentan sus acciones.

De qué sirve que sean los representantes del gobierno de la República si cuando se les solicita información nunca la proporcionan con el argumento de que tienen que pedir autorización a oficinas centrales. Ellos solo informan lo que quieren o les interesa, por ejemplo, nadie sabe del trabajo de la delegación de la Procuraduría General de la República, del Instituto Mexicano del Seguro Social, de Gobernación o de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, por citar solo algunos casos.

No tienen autoridad ni fuerza y, en muchos de los casos, no son respaldados por sus superiores. O cómo olvidar ese bochornoso momento que vivió Anabell ÁvalosZempoalteca, entonces delegada de la Secretaría de Desarrollo Social, cuando el gobernador González Zarur pidió a su compadre y amigo José Antonio Meade Kuribreña, que no le permitieran el acceso al presídium –en un evento público- debido a que la exsecretaria de Gobierno no respetaba su autoridad.

Manipulable, Meade Kuribreña, titular de la Sedesol, ordenó a su equipo de trabajo impedir que la hoy alcaldesa de Tlaxcala subiera al estrado ante el desconcierto de la delegada y la sorpresa de los asistentes.

Los delegados federales en Tlaxcala resultan muy caros para el erario y sus resultados son pírricos.

Varios de ellos tienen salarios onerosos y superiores, incluso, al del gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez quien gana, cada mes, algo así como 110 mil pesos.

Extraoficialmente se sabe que Mariana González Foullon percibe como delegada de la Sedesol 122 mil pesos cada 30 días, mientras que Hortencia Martínez gana en la SCT unos 120 mil pesos.

Por lo pronto ya es un hecho su desaparición no solo en Tlaxcala sino en el país.

En la entidad, esas dependencias serán manejadas, por decisión de López Obrador, por Lorena Cuéllar Cisneros, diputada federal electa por el tercer Distrito Electoral y quien solicitará licencia al cargo para coordinar todas las delegaciones en la entidad.

Cuéllar fungirá como una especie de vicegobernadora pues el Ejecutivo estatal necesitará de su autorización para poner en marcha programas sociales y para liberar el dinero público del que Tlaxcala depende en más del 90 % de la federación.

Evidentemente Cuéllar necesitará, para esa función, de un eficiente equipo de trabajo, así que mal haría en habilitar para tal fin a sus amigos Sergio González Hernández, Daniel Herrera Murga y Víctor Cánovas Moreno, de quienes ya sabemos que su trabajo en el ejercicio de la función pública fue más que deficiente. Al tiempo

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EPÍLOGO…

ENHORABUENA…. Muchas felicidades a quienes, merecidamente, obtuvieron el Premio Estatal de Periodismo en su versión 2018, evento que organiza la Unión de Periodistas del Estado de Tlaxcala presidida por Antonio Guarneros Flores.