/ jueves 20 de junio de 2019

Elecciones 2019 y cultura cívica

Andrés Corona Hernández*

  • Lo que resulta preocupante es el nivel de participación ciudadana, si bien es cierto que el sistema de representación es de mayoría relativa e independientemente del número de electores la elección es legal, también se requiere de legitimidad.

Mucha tinta se ha utilizado para analizar los resultados de las elecciones celebradas el primer domingo de junio del año que transcurre en seis entidades de la República, a saber: Aguascalientes, Baja California, Durango, Puebla, Quintana Roo y Tamaulipas. Los análisis realizados por académicos y periodistas dan cuenta de una baja participación vista desde el exterior; sin embargo, la aportación que hago en esta columna es una mirada desde el interior del órgano electoral nacional que organiza las elecciones en México, es decir, el Instituto Nacional Electoral (INE).

La conclusión a que se llegó es que hubo mucho gasto y poca asistencia a las urnas, en palabras coloquiales: mucho ruido y pocas nueces. La baja participación es multifactorial; que, si los partidos no tuvieron a los mejores candidatos, que los candidatos no tuvieron la capacidad de entusiasmar al electorado, que la ciudadanía no vota porque no ve cambios en su entorno, que salieron de viaje el día elección, etcétera.

Lo que resulta preocupante es el nivel de participación ciudadana, si bien es cierto que el sistema de representación es de mayoría relativa e independientemente del número de electores la elección es legal, también se requiere de legitimidad.

Los porcentajes de participación por entidad fueron: Aguascalientes, 38.40%; Baja California, 29.64%; Durango, 44.90%; Puebla, 33.91%; Quintana Roo, 22.15% y Tamaulipas, 33.00 %.

El promedio de votación en estas entidades fue de 33.7%. Ante este panorama las preguntas que surgen son las siguientes: ¿Por qué no sale a votar el ciudadano?, ¿quién o quienes no hicieron la tarea? ¿los partidos, los candidatos, la autoridad electoral? Desde la perspectiva de la autoridad electoral, los partidos políticos registraron candidatos ante los organismos electorales, los candidatos hicieron campaña, el INE instaló casillas, capacitó a funcionarios y funcionarias, entregó paquetes y los recibió, al igual que los OPLES; y ¿el ciudadano elector? ¿dónde quedó?

Guardando todas las proporciones, las elecciones del 2 de junio se pueden comparar con una fiesta en donde la logística estuvo a punto, el salón, las mesas, la música, el menú y todos los detalles para recibir a los invitados; sin embargo, estos hicieron su aparición a cuenta gotas y muchas mesas quedaron vacías. ¿Fue culpa de los organizadores por no utilizar todos los medios para llamar a los invitados? ¿tienen que ir por ellos a su casa? ¿cuál es la responsabilidad de los invitados? En este símil no hay consecuencias para los invitados, pero no funciona de esta manera en la sociedad, ya que, al haber pocos votantes, los partidos con más voto duro siempre son los ganadores y quienes no acuden a votar se la pasan lamentando la elección de su presidente, gobernador, alcalde o legislador.

La expectativa era la participación de 13 millones de electores, la realidad fue de 4.3. La democracia se hace con ciudadanos, y en palabras de Luis Carlos Ugalde, en esta elección se notó una sociedad apática con escasos valores cívicos, como si no fueran responsables de quiénes los gobernarán, como si quisieran regresar a la decisión de unos cuantos y que su destino quede en manos de los que resolvieron ir a votar el día de la jornada electoral. En esta elección todos somos responsables, la democracia se hace con participación si no, no es democracia, el procedimiento fue democrático, los resultados no tanto. He ahí la importancia del fomento a la cultura cívica.

*Vocal Ejecutivo de la Junta Distrital 01

Instituto Nacional Electoral en Tlaxcala

Andrés Corona Hernández*

  • Lo que resulta preocupante es el nivel de participación ciudadana, si bien es cierto que el sistema de representación es de mayoría relativa e independientemente del número de electores la elección es legal, también se requiere de legitimidad.

Mucha tinta se ha utilizado para analizar los resultados de las elecciones celebradas el primer domingo de junio del año que transcurre en seis entidades de la República, a saber: Aguascalientes, Baja California, Durango, Puebla, Quintana Roo y Tamaulipas. Los análisis realizados por académicos y periodistas dan cuenta de una baja participación vista desde el exterior; sin embargo, la aportación que hago en esta columna es una mirada desde el interior del órgano electoral nacional que organiza las elecciones en México, es decir, el Instituto Nacional Electoral (INE).

La conclusión a que se llegó es que hubo mucho gasto y poca asistencia a las urnas, en palabras coloquiales: mucho ruido y pocas nueces. La baja participación es multifactorial; que, si los partidos no tuvieron a los mejores candidatos, que los candidatos no tuvieron la capacidad de entusiasmar al electorado, que la ciudadanía no vota porque no ve cambios en su entorno, que salieron de viaje el día elección, etcétera.

Lo que resulta preocupante es el nivel de participación ciudadana, si bien es cierto que el sistema de representación es de mayoría relativa e independientemente del número de electores la elección es legal, también se requiere de legitimidad.

Los porcentajes de participación por entidad fueron: Aguascalientes, 38.40%; Baja California, 29.64%; Durango, 44.90%; Puebla, 33.91%; Quintana Roo, 22.15% y Tamaulipas, 33.00 %.

El promedio de votación en estas entidades fue de 33.7%. Ante este panorama las preguntas que surgen son las siguientes: ¿Por qué no sale a votar el ciudadano?, ¿quién o quienes no hicieron la tarea? ¿los partidos, los candidatos, la autoridad electoral? Desde la perspectiva de la autoridad electoral, los partidos políticos registraron candidatos ante los organismos electorales, los candidatos hicieron campaña, el INE instaló casillas, capacitó a funcionarios y funcionarias, entregó paquetes y los recibió, al igual que los OPLES; y ¿el ciudadano elector? ¿dónde quedó?

Guardando todas las proporciones, las elecciones del 2 de junio se pueden comparar con una fiesta en donde la logística estuvo a punto, el salón, las mesas, la música, el menú y todos los detalles para recibir a los invitados; sin embargo, estos hicieron su aparición a cuenta gotas y muchas mesas quedaron vacías. ¿Fue culpa de los organizadores por no utilizar todos los medios para llamar a los invitados? ¿tienen que ir por ellos a su casa? ¿cuál es la responsabilidad de los invitados? En este símil no hay consecuencias para los invitados, pero no funciona de esta manera en la sociedad, ya que, al haber pocos votantes, los partidos con más voto duro siempre son los ganadores y quienes no acuden a votar se la pasan lamentando la elección de su presidente, gobernador, alcalde o legislador.

La expectativa era la participación de 13 millones de electores, la realidad fue de 4.3. La democracia se hace con ciudadanos, y en palabras de Luis Carlos Ugalde, en esta elección se notó una sociedad apática con escasos valores cívicos, como si no fueran responsables de quiénes los gobernarán, como si quisieran regresar a la decisión de unos cuantos y que su destino quede en manos de los que resolvieron ir a votar el día de la jornada electoral. En esta elección todos somos responsables, la democracia se hace con participación si no, no es democracia, el procedimiento fue democrático, los resultados no tanto. He ahí la importancia del fomento a la cultura cívica.

*Vocal Ejecutivo de la Junta Distrital 01

Instituto Nacional Electoral en Tlaxcala