/ martes 23 de febrero de 2021

Ellos, los jerarcas

En México hay diez partidos políticos con registro nacional. Todos, todos, están dirigidos por hombres. En este siglo XXI, el declarado por la ONU como el de Las Mujeres, en esta histórica LXIV legislatura, la de la Paridad de Género, las voces de las mujeres se registran en leyes, pero siguen siendo agua sobre teflón ante las decisiones de los jerarcas patriarcales.

¿Cómo explicar que se siguen proponiendo candidatos cuestionados en su honorabilidad y el respeto que le deben a las normas sociales de una ciudadanía a la que pretenden gobernar? ¿Cuáles son las componendas (o complicidades) que les unen para con calzador seguir pretendiendo mantener una política arcaica y violenta? ¿Qué tienen en la cabeza quienes deciden postular a personas que han sido en la vida preponderantemente irrespetuosos de la ley e insensibles a las necesidades de los grupos vulnerables y minoritarios? ¿Cuándo se darán cuenta que su visión machista y egoísta no permite al país avanzar en las cosas que de verdad le importan a las personas gobernadas?

Es increíble que los jerarcas se arroguen desvergonzadamente los puestos, las candidaturas, los espacios de poder para ellos y sus compinches como si fueran de su propiedad y que esperen que las militancias partidistas y la ciudadanía les aplaudan, crean y hasta los sigan.

Las nuevas generaciones de políticos se hacen una con las de mayor edad. A la hora del “quítate tu para ponerme yo” no hay brecha generacional. Por actos deleznables como la auto asignación de pluris, el cierre de ojos a antecedentes de deshonestidad y de violencia para privilegiar el amiguismo en la postulación de candidaturas, la desatención a temas prioritarios como el derecho a la salud y a la seguridad para dar paso a gasto en caprichos y circo, entre muchas otras decisiones, fundamentan el muy justificable rechazo social a todos los partidos políticos.

No se dan cuenta ellos, los dirigentes, los jerarcas, que cada decisión egoísta y para su beneficio personal horada más en la herida de la decepción y la impotencia de una sociedad cada vez más lastimada y enojada. No se dan cuenta ellos, los presidentes de los partidos que sus egos les impiden ver y sanar a las víctimas, a los desposeídos, a los necesitados; su soberbia -pecado mortal- deja como causa muerte y dolor.

No, ellos no se dan cuenta porque no quieren darse cuenta, pero no quita por ello un ápice su responsabilidad. Ellos, los jerarcas, los machos, los que ven con desprecio a las mujeres, especialmente a las independientes y preparadas, ante cuyos ojos niñas, niños, adolescentes y personas con discapacidad no son más que una molesta estadística...ellos, deberían sentir ya nuestra protesta en las urnas.

Mi humilde manera de protestar es levantar la voz para unirla a las y los cientos de miles que estamos hartos de los deshonestos y de quienes ejercen violencia. Ni un voto a ellos, los jerarcas.

En México hay diez partidos políticos con registro nacional. Todos, todos, están dirigidos por hombres. En este siglo XXI, el declarado por la ONU como el de Las Mujeres, en esta histórica LXIV legislatura, la de la Paridad de Género, las voces de las mujeres se registran en leyes, pero siguen siendo agua sobre teflón ante las decisiones de los jerarcas patriarcales.

¿Cómo explicar que se siguen proponiendo candidatos cuestionados en su honorabilidad y el respeto que le deben a las normas sociales de una ciudadanía a la que pretenden gobernar? ¿Cuáles son las componendas (o complicidades) que les unen para con calzador seguir pretendiendo mantener una política arcaica y violenta? ¿Qué tienen en la cabeza quienes deciden postular a personas que han sido en la vida preponderantemente irrespetuosos de la ley e insensibles a las necesidades de los grupos vulnerables y minoritarios? ¿Cuándo se darán cuenta que su visión machista y egoísta no permite al país avanzar en las cosas que de verdad le importan a las personas gobernadas?

Es increíble que los jerarcas se arroguen desvergonzadamente los puestos, las candidaturas, los espacios de poder para ellos y sus compinches como si fueran de su propiedad y que esperen que las militancias partidistas y la ciudadanía les aplaudan, crean y hasta los sigan.

Las nuevas generaciones de políticos se hacen una con las de mayor edad. A la hora del “quítate tu para ponerme yo” no hay brecha generacional. Por actos deleznables como la auto asignación de pluris, el cierre de ojos a antecedentes de deshonestidad y de violencia para privilegiar el amiguismo en la postulación de candidaturas, la desatención a temas prioritarios como el derecho a la salud y a la seguridad para dar paso a gasto en caprichos y circo, entre muchas otras decisiones, fundamentan el muy justificable rechazo social a todos los partidos políticos.

No se dan cuenta ellos, los dirigentes, los jerarcas, que cada decisión egoísta y para su beneficio personal horada más en la herida de la decepción y la impotencia de una sociedad cada vez más lastimada y enojada. No se dan cuenta ellos, los presidentes de los partidos que sus egos les impiden ver y sanar a las víctimas, a los desposeídos, a los necesitados; su soberbia -pecado mortal- deja como causa muerte y dolor.

No, ellos no se dan cuenta porque no quieren darse cuenta, pero no quita por ello un ápice su responsabilidad. Ellos, los jerarcas, los machos, los que ven con desprecio a las mujeres, especialmente a las independientes y preparadas, ante cuyos ojos niñas, niños, adolescentes y personas con discapacidad no son más que una molesta estadística...ellos, deberían sentir ya nuestra protesta en las urnas.

Mi humilde manera de protestar es levantar la voz para unirla a las y los cientos de miles que estamos hartos de los deshonestos y de quienes ejercen violencia. Ni un voto a ellos, los jerarcas.