/ viernes 12 de febrero de 2021

Entre la unión y la ruptura

El escenario rumbo a la elección del domingo 6 de junio permite apreciar con claridad dos grandes proyectos: uno de unidad y otro de división.

El de unidad lo representa por mucho la coalición “Unidos por Tlaxcala”, que abandera Anabell Ávalos Zempoalteca; y el de división, Morena y sus aliados, representados por Lorena Cuéllar Cisneros.

En el primer caso, tenemos una coalición establecida con base en coincidencias claras respecto al rumbo que el desarrollo debe tomar en Tlaxcala.

Los partidos PAN, PRI, PRD, PAC y PS han construido acuerdos y han demostrado civilidad política, a grado tal que su proyecto plantea un gobierno de coalición que garantice representatividad de cada fuerza política dentro de la administración estatal.

Además, Anabell Ávalos Zempoalteca cuenta con el respaldo absoluto de los partidos coaligados, y se le reconoce, además de trayectoria y experiencia, una importante cualidad: la de cumplir acuerdos.

Por eso, el respaldo público a Anabell Ávalos, por parte de la senadora Minerva Hernández Ramos, ex aspirante a la gubernatura, es un gesto que demuestra que en esta coalición no hay fisuras.

Por ese motivo es que, poco a poco, diversos líderes en la entidad han establecido acercamientos con la ex alcaldesa capitalina, animados por la seriedad de su propuesta y por la tendencia que las preferencias electorales están jugando a su favor.

Recordemos que la última encuesta de C&E México mostró que la coalición “Unidos por Tlaxcala” acortó su distancia a sólo 6 puntos con la alianza que lleva Morena, lo que indica que la elección por la gubernatura de Tlaxcala se está cerrando.

En el segundo caso, la alianza que encabeza Morena muestra severos indicios de desunión, a pesar de que sus representantes insisten en asegurar lo contrario.

Los partidos que van con Morena lo hacen bajo la idea de que se repetirá el escenario de la última elección federal, en la que éste arrasó los puestos de elección popular en disputa. Confiaron más en la posición inicial en las encuestas que en la organización y el acuerdo político para conciliar intereses, incluso en la popularidad de la candidata Lorena Cuéllar.

Sin embargo, las otras dos aspirantes a la gubernatura por el partido de la 4T, Ana Lilia Rivera y Dulce Silva, no reconocieron a Cuéllar como la candidata legítima, ni tampoco le han expresado su apoyo, debido a la discrecionalidad con la que se condujo el proceso interno bajo el cual fue elegida.

Recientemente, la senadora Ana Lilia Rivera hizo evidente que el método de la encuesta, si bien mide popularidad, no determina honestidad ni lealtad, en alusión a la propia Cuéllar, quien ha brincado de partido en partido para convertirse en gobernadora, ha utilizado sus cargos públicos para autopromocionarse, y actualmente enfrenta investigaciones por presuntas irregularidades en la operación de programas sociales durante su gestión como delegada del Bienestar.

En su momento, planteó la reposición del proceso interno, por lo que sus convicciones ideológicas le han costado señalamientos al interior de su propio partido. Y en esa tesitura se ha conducido la empresaria Dulce Silva, quien desconoció los resultados de la encuesta que aplicó el Comité Ejecutivo Nacional de Morena e impugnó el proceso. Y a pesar de que el Tribunal Electoral Federal desechó el juicio que promovió, ella persiste en su aspiración con el apoyo de muchos morenistas. Tal es la situación que incluso trascendió que podría ser abanderada de otra fuerza política.

Bajo este escenario, es claro que hay dos grandes proyectos con características bien diferenciadas: uno que proyecta certeza y certidumbre, y otro que inspira desconfianza y ruptura. Ya se verá cómo evolucionan de cara a la elección de junio próximo.

El escenario rumbo a la elección del domingo 6 de junio permite apreciar con claridad dos grandes proyectos: uno de unidad y otro de división.

El de unidad lo representa por mucho la coalición “Unidos por Tlaxcala”, que abandera Anabell Ávalos Zempoalteca; y el de división, Morena y sus aliados, representados por Lorena Cuéllar Cisneros.

En el primer caso, tenemos una coalición establecida con base en coincidencias claras respecto al rumbo que el desarrollo debe tomar en Tlaxcala.

Los partidos PAN, PRI, PRD, PAC y PS han construido acuerdos y han demostrado civilidad política, a grado tal que su proyecto plantea un gobierno de coalición que garantice representatividad de cada fuerza política dentro de la administración estatal.

Además, Anabell Ávalos Zempoalteca cuenta con el respaldo absoluto de los partidos coaligados, y se le reconoce, además de trayectoria y experiencia, una importante cualidad: la de cumplir acuerdos.

Por eso, el respaldo público a Anabell Ávalos, por parte de la senadora Minerva Hernández Ramos, ex aspirante a la gubernatura, es un gesto que demuestra que en esta coalición no hay fisuras.

Por ese motivo es que, poco a poco, diversos líderes en la entidad han establecido acercamientos con la ex alcaldesa capitalina, animados por la seriedad de su propuesta y por la tendencia que las preferencias electorales están jugando a su favor.

Recordemos que la última encuesta de C&E México mostró que la coalición “Unidos por Tlaxcala” acortó su distancia a sólo 6 puntos con la alianza que lleva Morena, lo que indica que la elección por la gubernatura de Tlaxcala se está cerrando.

En el segundo caso, la alianza que encabeza Morena muestra severos indicios de desunión, a pesar de que sus representantes insisten en asegurar lo contrario.

Los partidos que van con Morena lo hacen bajo la idea de que se repetirá el escenario de la última elección federal, en la que éste arrasó los puestos de elección popular en disputa. Confiaron más en la posición inicial en las encuestas que en la organización y el acuerdo político para conciliar intereses, incluso en la popularidad de la candidata Lorena Cuéllar.

Sin embargo, las otras dos aspirantes a la gubernatura por el partido de la 4T, Ana Lilia Rivera y Dulce Silva, no reconocieron a Cuéllar como la candidata legítima, ni tampoco le han expresado su apoyo, debido a la discrecionalidad con la que se condujo el proceso interno bajo el cual fue elegida.

Recientemente, la senadora Ana Lilia Rivera hizo evidente que el método de la encuesta, si bien mide popularidad, no determina honestidad ni lealtad, en alusión a la propia Cuéllar, quien ha brincado de partido en partido para convertirse en gobernadora, ha utilizado sus cargos públicos para autopromocionarse, y actualmente enfrenta investigaciones por presuntas irregularidades en la operación de programas sociales durante su gestión como delegada del Bienestar.

En su momento, planteó la reposición del proceso interno, por lo que sus convicciones ideológicas le han costado señalamientos al interior de su propio partido. Y en esa tesitura se ha conducido la empresaria Dulce Silva, quien desconoció los resultados de la encuesta que aplicó el Comité Ejecutivo Nacional de Morena e impugnó el proceso. Y a pesar de que el Tribunal Electoral Federal desechó el juicio que promovió, ella persiste en su aspiración con el apoyo de muchos morenistas. Tal es la situación que incluso trascendió que podría ser abanderada de otra fuerza política.

Bajo este escenario, es claro que hay dos grandes proyectos con características bien diferenciadas: uno que proyecta certeza y certidumbre, y otro que inspira desconfianza y ruptura. Ya se verá cómo evolucionan de cara a la elección de junio próximo.