/ martes 16 de febrero de 2021

Escalofriante deuda

En 1975 la ONU formalizó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, pero ya antes, en 1960, a propuesta de la dramaturga Maruxa Vilalta y de diversas agrupaciones femeninas, se instauró el 15 de febrero como el Día de la Mujer Mexicana cuya finalidad es crear conciencia sobre la importancia de la igualdad de género y el papel fundamental de las mujeres en la vida de México.

Las mexicanas hemos sido educadas, en la mayoría del país, bajo estrictos valores tradicionales familiares y religiosos, dando preponderancia al rol dentro del ámbito privado y no del público, es decir, exaltando las virtudes del trabajo doméstico y de cuidados a la familia como el objetivo más importante en la vida. No es que construir una familia sea un tema de menor importancia, la familia es célula básica de la sociedad, sino que el hecho de circunscribir dicho rol como único o preponderante, deja atrás a la mitad de la población no solo en la generación de riqueza en el ámbito laboral sino especialmente en la independencia económica, fundamental para la libertad de toma de decisiones y por ende una forma indispensable para evitar que el dinero se convierta en instrumento de poder que permite a quien lo genera, en general al hombre, considerar a la pareja inferior o subordinada.

Analicemos algunos datos de la realidad de las mexicanas; Según el censo Inegi 2020 integramos el 51.2% de la población, en ese año hubo 3,743 asesinatos, se registraron 220,028 denuncias por presuntos delitos de violencia familiar, 25 cada hora (9,870 casos más que los registrados en el mismo periodo de 2019, un aumento de casi 5%), casi 7 de cada 10 han sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o de discriminación a lo largo de su vida en al menos un ámbito y ejercida por cualquier agresor.

Ahora otras fuentes: según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH 2018), en nuestro país de la población de 15 años y mas, 6 de cada 10 personas sin educación son mujeres. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) al tercer trimestre de 2019 reporta que de las personas de 25 años y más que se desempeñan como funcionarios de los sectores público, privado y social, solo 34.7% son mujeres y que, al último trimestre de 2019 el 67.3% de los hombres jóvenes y solo el 40.5% de las mujeres jóvenes formaban parte de la Población Económicamente Activa (PEA).

Así pues, la reacción de los machos a los avances legislativos y sociales en favor del pleno ejercicio de derechos humanos de las mujeres, sigue siendo la violencia avalada por la cultura que les permite seguirla naturalizando a través de bromas y costumbres, tradiciones y conductas aprendidas que sirven como instrumento para mantener sus privilegios y a la mujer sometida y subordinada. Por supuesto no es el caso de todas pero mientras una mexicana esté sufriendo agresiones, las demás tenemos obligación moral y sororaria de hacernos una con ella.

Las mujeres mexicanas tenemos poco para celebrar en éste, “nuestro día”, por ello #NiUnaMás; nos queremos vivas, sanas, con igualdad de oportunidades, derechos y responsabilidades, es decir, libres y con una vida sin violencia. El estado mexicano en ese sentido nos debe y nos debe mucho, lo peor de todo es que no se ve para cuando se pueda saldar esa escalofriante deuda.

Mientras una mexicana esté sufriendo agresiones, las demás tenemos obligación moral y sororaria de hacernos una con ella.

En 1975 la ONU formalizó el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, pero ya antes, en 1960, a propuesta de la dramaturga Maruxa Vilalta y de diversas agrupaciones femeninas, se instauró el 15 de febrero como el Día de la Mujer Mexicana cuya finalidad es crear conciencia sobre la importancia de la igualdad de género y el papel fundamental de las mujeres en la vida de México.

Las mexicanas hemos sido educadas, en la mayoría del país, bajo estrictos valores tradicionales familiares y religiosos, dando preponderancia al rol dentro del ámbito privado y no del público, es decir, exaltando las virtudes del trabajo doméstico y de cuidados a la familia como el objetivo más importante en la vida. No es que construir una familia sea un tema de menor importancia, la familia es célula básica de la sociedad, sino que el hecho de circunscribir dicho rol como único o preponderante, deja atrás a la mitad de la población no solo en la generación de riqueza en el ámbito laboral sino especialmente en la independencia económica, fundamental para la libertad de toma de decisiones y por ende una forma indispensable para evitar que el dinero se convierta en instrumento de poder que permite a quien lo genera, en general al hombre, considerar a la pareja inferior o subordinada.

Analicemos algunos datos de la realidad de las mexicanas; Según el censo Inegi 2020 integramos el 51.2% de la población, en ese año hubo 3,743 asesinatos, se registraron 220,028 denuncias por presuntos delitos de violencia familiar, 25 cada hora (9,870 casos más que los registrados en el mismo periodo de 2019, un aumento de casi 5%), casi 7 de cada 10 han sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o de discriminación a lo largo de su vida en al menos un ámbito y ejercida por cualquier agresor.

Ahora otras fuentes: según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH 2018), en nuestro país de la población de 15 años y mas, 6 de cada 10 personas sin educación son mujeres. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) al tercer trimestre de 2019 reporta que de las personas de 25 años y más que se desempeñan como funcionarios de los sectores público, privado y social, solo 34.7% son mujeres y que, al último trimestre de 2019 el 67.3% de los hombres jóvenes y solo el 40.5% de las mujeres jóvenes formaban parte de la Población Económicamente Activa (PEA).

Así pues, la reacción de los machos a los avances legislativos y sociales en favor del pleno ejercicio de derechos humanos de las mujeres, sigue siendo la violencia avalada por la cultura que les permite seguirla naturalizando a través de bromas y costumbres, tradiciones y conductas aprendidas que sirven como instrumento para mantener sus privilegios y a la mujer sometida y subordinada. Por supuesto no es el caso de todas pero mientras una mexicana esté sufriendo agresiones, las demás tenemos obligación moral y sororaria de hacernos una con ella.

Las mujeres mexicanas tenemos poco para celebrar en éste, “nuestro día”, por ello #NiUnaMás; nos queremos vivas, sanas, con igualdad de oportunidades, derechos y responsabilidades, es decir, libres y con una vida sin violencia. El estado mexicano en ese sentido nos debe y nos debe mucho, lo peor de todo es que no se ve para cuando se pueda saldar esa escalofriante deuda.

Mientras una mexicana esté sufriendo agresiones, las demás tenemos obligación moral y sororaria de hacernos una con ella.