/ jueves 19 de septiembre de 2019

Espacio INE | La austeridad mal entendida

  • Andrés Corona Hernández*

El gobierno actual tiene en boga y como política, no sólo gubernamental, sino de Estado, “la austeridad republicana”, término usado también por Antonio López de Santa Ana en sus múltiples periodos de gobierno, como si la austeridad funcionara per se con invocarla y resuelve todos los problemas estructurales del país. Sin duda todos los ciudadanos queremos un gobierno austero, pero eficaz; sin derroches, pero sin escatimar recursos para quienes están en los pisos más bajos del edificio social, de lo contrario, se vuelve un contrasentido; busca proteger a los pobres y termina lastimándolos más: el caso de las estancias infantiles y el Seguro Popular, son ejemplo de ello.

Parece que la austeridad por sí sola, es una receta eficaz para el crecimiento de un país y que con hacer recortes al presupuesto se resuelven, en todos los ámbitos de la sociedad mexicana, las carencias que existen; otro hecho incontrovertible es que, disminuyan los salarios de los servidores públicos sin un estudio serio que permita fijar, con criterios técnicos y científicos, cuánto debe percibir un trabajador al servicio del Estado, sin excesos, pero sin limitaciones, lo justo; y no sobre la base de un decreto arbitrario de alguien que no gasta un peso, porque todos sus gastos van con cargo al presupuesto.

Revisando la literatura en este tema hay dos libros que contradicen o por lo menos ponen en tela de juicio que la austeridad resuelva los problemas de un país, por el contrario, los acrecienta y al final el Estado termina cometiendo un austericidio en contra de sus ciudadanos. El primero es: “Austeridad. Historia de una idea peligrosa” de Mark Blyth; en este texto el autor, profesor de la Brown University, dice sobre la austeridad: “... es una idea peligrosa, no funciona en el mundo real en que habitamos. En el mundo imaginario de sus partidarios, los recortes siempre afectan a otro.” Se dice también que en los países que se ha utilizado la austeridad como política de Estado y que busca disminuir la deuda interna y externa, termina aumentando; lo que trae como consecuencias terrorismo fiscal con el aumento de impuestos. En el presupuesto de egresos para el ejercicio fiscal del 2020, se prevé gravar los servicios de streaming y el uso de plataformas digitales, o equiparar evasión fiscal con delincuencia organizada.

El segundo texto es: “Por qué la austeridad mata. El costo humano de las políticas de recorte”, de David Stuckler y Sanjay Basu; este es el primer libro que afronta el debate político y económico sobre la crisis desde una nueva y muy necesaria perspectiva: el costo humano de la austeridad.

Caso emblemático es la escasez de medicamentos en los hospitales, puesto que ningún argumento político o económico justifica la muerte de personas que tanto necesitan los servicios de los hospitales públicos. Dicen los autores: “Es la mala gestión de los gobiernos la que puede conducir a un desastroso saldo de tragedias humanas” y continúan, “Son las recetas de austeridad las que agravan fatalmente las consecuencias de las crisis, mutilando programas sociales clave justo en el momento en el que más se necesitan, empeorando el desempleo y obstaculizando la recuperación”. Este libro defiende que las decisiones económicas no son únicamente una cuestión de ideologías, de tasas de crecimiento y de déficits presupuestarios, sino también una cuestión de vida o muerte. Solo un sistema más justo e igualitario, acompañado de políticas inteligentes que refuercen las redes públicas de protección, garantizará el bienestar de nuestras sociedades.

Los ciudadanos no queremos que se repitan los derroches del pasado en la asignación del presupuesto, que sin ton ni son se otorgaban recursos públicos, no solamente necesarios, sino en exceso y sin rendición de cuentas. Pero tampoco queremos, bajo ningún argumento, que la austeridad afecte ámbitos tan sensibles como la salud, educación, deportes, becas, y un largo etcétera; y que con más prejuicios que razones se recorte el presupuesto. No es válido decir que hay corrupción y por eso se suspenden los programas, si hay evidencias y culpables que se castiguen y no se afecten a los beneficiarios de estos. Tampoco es válido que se diga que como hay corrupción se entrega directamente el apoyo. En esa lógica gubernamental, tal vez pronto se dirá que, como el sistema electoral es costoso, se dará a cada ciudadano el costo de la boleta para que la compre donde la encuentre más barata y la deposite en alguna urna o buzón que para ello implemente el mismo gobierno; o, en el peor de los casos, para abaratar aún más el costo de las elecciones se hagan las votaciones a mano alzada.

*Vocal Ejecutivo de la Junta Distrital 01

Instituto Nacional Electoral en Tlaxcala

  • Andrés Corona Hernández*

El gobierno actual tiene en boga y como política, no sólo gubernamental, sino de Estado, “la austeridad republicana”, término usado también por Antonio López de Santa Ana en sus múltiples periodos de gobierno, como si la austeridad funcionara per se con invocarla y resuelve todos los problemas estructurales del país. Sin duda todos los ciudadanos queremos un gobierno austero, pero eficaz; sin derroches, pero sin escatimar recursos para quienes están en los pisos más bajos del edificio social, de lo contrario, se vuelve un contrasentido; busca proteger a los pobres y termina lastimándolos más: el caso de las estancias infantiles y el Seguro Popular, son ejemplo de ello.

Parece que la austeridad por sí sola, es una receta eficaz para el crecimiento de un país y que con hacer recortes al presupuesto se resuelven, en todos los ámbitos de la sociedad mexicana, las carencias que existen; otro hecho incontrovertible es que, disminuyan los salarios de los servidores públicos sin un estudio serio que permita fijar, con criterios técnicos y científicos, cuánto debe percibir un trabajador al servicio del Estado, sin excesos, pero sin limitaciones, lo justo; y no sobre la base de un decreto arbitrario de alguien que no gasta un peso, porque todos sus gastos van con cargo al presupuesto.

Revisando la literatura en este tema hay dos libros que contradicen o por lo menos ponen en tela de juicio que la austeridad resuelva los problemas de un país, por el contrario, los acrecienta y al final el Estado termina cometiendo un austericidio en contra de sus ciudadanos. El primero es: “Austeridad. Historia de una idea peligrosa” de Mark Blyth; en este texto el autor, profesor de la Brown University, dice sobre la austeridad: “... es una idea peligrosa, no funciona en el mundo real en que habitamos. En el mundo imaginario de sus partidarios, los recortes siempre afectan a otro.” Se dice también que en los países que se ha utilizado la austeridad como política de Estado y que busca disminuir la deuda interna y externa, termina aumentando; lo que trae como consecuencias terrorismo fiscal con el aumento de impuestos. En el presupuesto de egresos para el ejercicio fiscal del 2020, se prevé gravar los servicios de streaming y el uso de plataformas digitales, o equiparar evasión fiscal con delincuencia organizada.

El segundo texto es: “Por qué la austeridad mata. El costo humano de las políticas de recorte”, de David Stuckler y Sanjay Basu; este es el primer libro que afronta el debate político y económico sobre la crisis desde una nueva y muy necesaria perspectiva: el costo humano de la austeridad.

Caso emblemático es la escasez de medicamentos en los hospitales, puesto que ningún argumento político o económico justifica la muerte de personas que tanto necesitan los servicios de los hospitales públicos. Dicen los autores: “Es la mala gestión de los gobiernos la que puede conducir a un desastroso saldo de tragedias humanas” y continúan, “Son las recetas de austeridad las que agravan fatalmente las consecuencias de las crisis, mutilando programas sociales clave justo en el momento en el que más se necesitan, empeorando el desempleo y obstaculizando la recuperación”. Este libro defiende que las decisiones económicas no son únicamente una cuestión de ideologías, de tasas de crecimiento y de déficits presupuestarios, sino también una cuestión de vida o muerte. Solo un sistema más justo e igualitario, acompañado de políticas inteligentes que refuercen las redes públicas de protección, garantizará el bienestar de nuestras sociedades.

Los ciudadanos no queremos que se repitan los derroches del pasado en la asignación del presupuesto, que sin ton ni son se otorgaban recursos públicos, no solamente necesarios, sino en exceso y sin rendición de cuentas. Pero tampoco queremos, bajo ningún argumento, que la austeridad afecte ámbitos tan sensibles como la salud, educación, deportes, becas, y un largo etcétera; y que con más prejuicios que razones se recorte el presupuesto. No es válido decir que hay corrupción y por eso se suspenden los programas, si hay evidencias y culpables que se castiguen y no se afecten a los beneficiarios de estos. Tampoco es válido que se diga que como hay corrupción se entrega directamente el apoyo. En esa lógica gubernamental, tal vez pronto se dirá que, como el sistema electoral es costoso, se dará a cada ciudadano el costo de la boleta para que la compre donde la encuentre más barata y la deposite en alguna urna o buzón que para ello implemente el mismo gobierno; o, en el peor de los casos, para abaratar aún más el costo de las elecciones se hagan las votaciones a mano alzada.

*Vocal Ejecutivo de la Junta Distrital 01

Instituto Nacional Electoral en Tlaxcala