/ jueves 1 de julio de 2021

Espacio INE | La fiesta de la barbarie

  • Andrés Corona Hernández*

Dice la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michele Bachelet, que es alarmante la violencia electoral que vivió México en su más reciente jornada electoral, cien políticos asesinados o relacionados con la política durante la búsqueda de un cargo de elección popular. En la elección más grande de la historia, también es la más sangrienta por el número de muertos relacionados con esta actividad. No es un hecho aislado o de una entidad federativa, de norte a sur y de oriente a poniente de la República Mexicana, se registraron casos de por lo menos un homicidio.

Por supuesto que estos son los casos extremos de violencia política, pero hubo muchos más que, si bien no representaron pérdida de vidas humanas, sí mina la participación ciudadana en los procesos electorales.

Se dice que las elecciones son una fiesta democrática o por lo menos eso debieran ser, porque permiten la transmisión del poder de manera pacífica y periódica y quien gane o pierda debe respetar los resultados. Se supone también, que quienes participan en una contienda electoral conocen las reglas y aceptan el resultado, sea favorable o no, es decir, se dicen y asumen como demócratas.

La teoría dista mucho de la práctica o de la realidad misma ¿Qué sucedió en Tlaxcala el día de la Jornada Electoral? Al cierre de la votación, se inicia el escrutinio o conteo de las boletas, para determinar a quien la voluntad ciudadana favoreció con su voto, esta etapa que debe ser solo para concluir la jornada electoral y publicar los resultados en el exterior del local donde se instaló la casilla, se convirtió en un acto de barbarie que dejó a muchos ciudadanos sin ganas de volver a participar en otra elección como funcionarios de mesa directiva de casilla.

Cuando se creía que muchos actos estaban superados, pareciera que vamos de regreso en la historia, nuevamente se presentaron actos vandálicos como quema de boletas y lo peor que hubo fueron agresiones a las y los funcionarios de casilla que sin temerla ni deberla resultaron afectados producto de malos perdedores, por ningún motivo se pueden justificar las agresiones. Cuando decidieron participar en la contienda se declararon demócratas, pero cuando el resultado no fue el que esperaban, arremetieron contra las y los funcionarios como si con retenerlos, amenazarlos o incluso golpearlos se cambiaran los resultados.

Las investigaciones están en manos de la autoridad competente, pero sentaría un mal precedente que no pase nada, que los agresores sigan tan campantes y que si existen elementos para anular la elección tendrán que aportarlas a los tribunales electorales, pero no con violencia y agresiones. Resulta sorprendente que a pesar de que las boletas pasan por dos filtros de conteo y la primera, que es la que se realiza frente a representantes de los partidos, el resultado no es favorable y existen evidencias de irregularidades en el cómputo de los votos, quedan los cómputos municipales, distritales locales y federales para modificar el resultado de una o varias casillas si las boletas están marcadas en favor del partido recurrente. Lo que no se vale y no es aceptable, es que, los perdedores desquiten su frustración o enojo con los funcionarios que son sus propios vecinos o incluso familiares.

Entonces si yo gano hay democracia, pero si pierdo hubo fraude o los funcionarios se vendieron al candidato ganador. Ni lo uno, ni otro, la voluntad popular expresada en las urnas no es una mercancía que se pueda comprar y vender; si no están dispuestos a respetar los resultados del partido, no jueguen o que diriman sus inconformidades en las instancias correspondientes. Esto no es Fuenteovejuna, es solo la manifestación de quien no resultó ganador o ganadora según sus expectativas, quien a toda costa busca que lo que no se ganó en la cancha se gane en la mesa.

Lo que debió ser una fiesta ciudadana incluso como parte de la educación cívica para las nuevas generaciones en donde el voto es la forma de elegir de manera pacífica a las autoridades, se convirtió en una fiesta de la barbarie, urnas quemadas o destruidas, funcionarios retenidos y golpeados, inmuebles destruidos. Y todavía nos quejamos de la calidad de los procesos electorales, cuando como ciudadanos somos parte del problema y no de la solución.

  • *Vocal Ejecutivo 01 Junta Distrital Ejecutiva / Instituto Nacional Electoral en Tlaxcala
  • Andrés Corona Hernández*

Dice la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michele Bachelet, que es alarmante la violencia electoral que vivió México en su más reciente jornada electoral, cien políticos asesinados o relacionados con la política durante la búsqueda de un cargo de elección popular. En la elección más grande de la historia, también es la más sangrienta por el número de muertos relacionados con esta actividad. No es un hecho aislado o de una entidad federativa, de norte a sur y de oriente a poniente de la República Mexicana, se registraron casos de por lo menos un homicidio.

Por supuesto que estos son los casos extremos de violencia política, pero hubo muchos más que, si bien no representaron pérdida de vidas humanas, sí mina la participación ciudadana en los procesos electorales.

Se dice que las elecciones son una fiesta democrática o por lo menos eso debieran ser, porque permiten la transmisión del poder de manera pacífica y periódica y quien gane o pierda debe respetar los resultados. Se supone también, que quienes participan en una contienda electoral conocen las reglas y aceptan el resultado, sea favorable o no, es decir, se dicen y asumen como demócratas.

La teoría dista mucho de la práctica o de la realidad misma ¿Qué sucedió en Tlaxcala el día de la Jornada Electoral? Al cierre de la votación, se inicia el escrutinio o conteo de las boletas, para determinar a quien la voluntad ciudadana favoreció con su voto, esta etapa que debe ser solo para concluir la jornada electoral y publicar los resultados en el exterior del local donde se instaló la casilla, se convirtió en un acto de barbarie que dejó a muchos ciudadanos sin ganas de volver a participar en otra elección como funcionarios de mesa directiva de casilla.

Cuando se creía que muchos actos estaban superados, pareciera que vamos de regreso en la historia, nuevamente se presentaron actos vandálicos como quema de boletas y lo peor que hubo fueron agresiones a las y los funcionarios de casilla que sin temerla ni deberla resultaron afectados producto de malos perdedores, por ningún motivo se pueden justificar las agresiones. Cuando decidieron participar en la contienda se declararon demócratas, pero cuando el resultado no fue el que esperaban, arremetieron contra las y los funcionarios como si con retenerlos, amenazarlos o incluso golpearlos se cambiaran los resultados.

Las investigaciones están en manos de la autoridad competente, pero sentaría un mal precedente que no pase nada, que los agresores sigan tan campantes y que si existen elementos para anular la elección tendrán que aportarlas a los tribunales electorales, pero no con violencia y agresiones. Resulta sorprendente que a pesar de que las boletas pasan por dos filtros de conteo y la primera, que es la que se realiza frente a representantes de los partidos, el resultado no es favorable y existen evidencias de irregularidades en el cómputo de los votos, quedan los cómputos municipales, distritales locales y federales para modificar el resultado de una o varias casillas si las boletas están marcadas en favor del partido recurrente. Lo que no se vale y no es aceptable, es que, los perdedores desquiten su frustración o enojo con los funcionarios que son sus propios vecinos o incluso familiares.

Entonces si yo gano hay democracia, pero si pierdo hubo fraude o los funcionarios se vendieron al candidato ganador. Ni lo uno, ni otro, la voluntad popular expresada en las urnas no es una mercancía que se pueda comprar y vender; si no están dispuestos a respetar los resultados del partido, no jueguen o que diriman sus inconformidades en las instancias correspondientes. Esto no es Fuenteovejuna, es solo la manifestación de quien no resultó ganador o ganadora según sus expectativas, quien a toda costa busca que lo que no se ganó en la cancha se gane en la mesa.

Lo que debió ser una fiesta ciudadana incluso como parte de la educación cívica para las nuevas generaciones en donde el voto es la forma de elegir de manera pacífica a las autoridades, se convirtió en una fiesta de la barbarie, urnas quemadas o destruidas, funcionarios retenidos y golpeados, inmuebles destruidos. Y todavía nos quejamos de la calidad de los procesos electorales, cuando como ciudadanos somos parte del problema y no de la solución.

  • *Vocal Ejecutivo 01 Junta Distrital Ejecutiva / Instituto Nacional Electoral en Tlaxcala